Interrogantes, por Aglaya Kinzbruner
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¿Cuándo surgió el punto de interrogación? No se sabe con exactitud. Los antiguos romanos lo llamaban punctus interrogativus. Hay una hipótesis muy ingeniosa de un poeta neerlandés Willem Bildendijk (1756 -1831) que sugiere que el signo de interrogación proviene de la palabra latina quaestio (pregunta) que con el correr del tiempo se abrevió «qo» y luego, quizás escribiendo con cierta rapidez, la «q» se fue colocando encima de la «o», quizás en algún espasmo orgásmico, generando así la forma aproximada del signo de interrogación.
Los venezolanos nos estamos acostumbrando al punctus interrogativus en casi cualquier área de nuestras vidas. Y viendo aunque sea una parte del famoso debate Trump/Kamala, los americanos también. Después del dúo maléfico Biden/Kamala que, entre otras cosas, propició la migración venezolana a casi 8 millones, es bien importante cuál de los dos gane. Debido a su inacción (la del dúo maléfico) Estado Unidos se ha llenado de migrantes hasta el tope. Y no solamente de migrantes, sino también de testaferros. Estos últimos son tantos que han tenido que nombrar a una especie nueva, los testaperros.
Y con ellos también han aumentado los bulos. Trump se refirió a un bulo, nunca probado como bulo ni como todo lo contrario, que se refiere a los 20.000 haitianos que invadieron a Springfield, Ohio y se terminaron comiendo todos los perros y gatos de esa ciudad. La denuncia apareció primero en Facebook, corrió como la pólvora y cuando se le preguntó a la policía si era verdad, simplemente contestaron que esa queja no la tenían en el radar.
Las dos personas encargadas del fact-checking (verificación de datos) de ABC, en cuyo estudio tuvo lugar el debate, descaradamente a favor de Kamala, enseguida calificaron la denuncia como falsa. De parte nuestra, diremos sencillamente que es poco probable ya que los haitianos en su país comen bien, cuando tienen que comer, porque fueron colonizados por los franceses y no por los ingleses. Les gusta cenar con una sopa ligera y un suflé y no esa cosa incomestible que es el Yorkshire Pudding.
Por otro lado y en lo que concierne a Kamala fue acusada de usar audífonos disimulados en sus zarcillos de Tiffanys. Enseguida Tiffanys dijo que eso no era posible, que su diseño no lo permitía, y fue calificado como bulo. Sin embargo, partes interesadas demostraron que eso no era cierto, creando así una extraña suerte de posverdad, bulo/no bulo.
¿Cómo quedó el ambiente después del debate? Los demócratas dijeron que habían ganado, pero ellos siempre dicen cualquier cosa. Sin embargo, también lo dijo Jaime Bayly y él no es mal periodista. Pero es un hecho, cosa que se vio bastante mal, no se cansaron, antes del debate, de hacerle con cualquier excusa un terrible lawfare a Trump, judicializando la campaña más allá de toda medida de buen gusto. Y Kamala le dio el tiro de gracia cuando le dijo, mirándole de frente, que en las elecciones pasadas, él fue ¡despedido!
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Por otro lado, Trump predijo que si Kamala ganaba las elecciones, Estados Unidos quedaría como Venezuela pero con esteroides. Lo cual no es poco decir.
Cierto es que para 60 millones de latinos que hay en Estados Unidos una candidata que no es madre, no ha tenido hijo ninguno, defensora furibunda del aborto, sin nunca haber sentido la angustia de tener que ir a parir a un hospital sin tener a quien dejarle sus hijos en el ínterin, el todo envuelto en una actitud de goody two shoes, no convence en demasía.
Aglaya Kinzbruner es narradora y cronista venezolana.
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