Intocables, por Teodoro Petkoff
Tanto en la Contraloría como en la Fiscalía reposan (y no es una manera de hablar sino un registro fáctico, porque allí realmente duermen) sendas denuncias por presuntos (y gravísimos, de ser comprobados) actos de corrupción que habrían sido perpetrados por Diosdado Cabello, en la Gobernación de Miranda, y por José Vicente Rangel hijo, en la Alcaldía de Petare. A estas alturas del juego, no existe ninguna información sobre cuál habrá de ser el destino que correrán los gruesos folios e infolios contentivos de las supuestas trapacerías de ambos personajes contra los dineros públicos. ¿Puede presumirse, entonces, que lo que viene es el entaparamiento? Sin embargo, el volumen de las denuncias y la profusa documentación que parece sustentarlas, así como la importancia de los funcionarios implicados, deberían obligar tanto a la Contraloría como a la Fiscalía a anunciar y llevar a cabo una detenida investigación, que permita establecer las culpas con las que eventualmente cargarían Diosdado y «Papipapi» o, en caso contrario, su inocencia.
No son conchas de ajo las que han sido presentadas contra ambos desde la Gobernación de Miranda y la Alcaldía de Petare. En el caso de Rangel Junior existe una documentación que demostraría la insólita complicidad entre empresas de los cuñados del ex alcalde y éste, para la construcción de obras que jamás fueron ejecutadas pero sí cumplidamente pagadas. La legislación venezolana obliga a presumir la inocencia, pero no deja de ser llamativa la hidrofóbica reacción del padre del ex alcalde contra los medios de comunicación, cuya clausura promueve con la misma feroz diligencia con la cual en otros tiempos denunciaba corruptos, verdaderos o falsos, pero nunca supuestos, porque él mismo los condenaba en el inapelable tribunal de sus columnas de prensa y programas de televisión.
Es dable preguntarse por qué este señor, en lugar de arremeter contra los denunciantes, no pone ese mismo empeño en exigir una rápida y seria investigación de los casos, para que el nombre del hijo y de la familia queden resplandecientes. Eso es lo que haría todo el que no la debe.
En el caso de Diosdado Cabello, respecto del cual también es preciso presumir la inocencia, llama la atención, sin embargo, que en lugar de exigir él mismo un finiquito de la Contraloría sobre su gestión, guarde un silencio tan capcioso como el empeño que pone en silenciar a Globovisión, que ha venido presentando detalladamente, documento tras documento, la infinita variedad de delitos que habría cometido el ex gobernador en el ejercicio de su cargo.
¿Quién debería ser el principal interesado en esclarecer estos dos casos? Pues, ¿quién va a ser? El propio. Yo-ElSupremo, Chacumbele, el Hiperlíder. Cuando contra gente tan cercana al poder, sobre todo en el caso de Diosdado, de quien se dice que es el segundo hombre del régimen, se levanta el dedo acusador de la opinión pública, el Príncipe, diría Maquiavelo, no puede hacerse el loco. Porque si el Príncipe no hace nada, sale salpicado.