Inundación de errores, por Teodoro Petkoff
El desastre causado por las lluvias no es sólo producto de fuerzas naturales. Es cierto que no era posible prever la excesiva pluviosidad que ha castigado al país en las últimas semanas, pero sí era dable esperar por parte del gobierno un manejo eficiente de las consecuencias de la acción de las aguas. Reclamar la eficiencia y apuntar los errores cometidos no es aprovechamiento oportunista de la situación para una crítica gratuita o injusta del gobierno. Todo lo contrario. Sería irresponsable no poner de bulto las consecuencias de toda una concepción de gobierno que ha fracasado rotundamente en el manejo de desastres naturales.
Ha fracasado la concepción centralista y centralizadora del Estado. El desmantelamiento de la descentralización y desconcentración del Estado, adelantada por el chacumbelato, ha reducido enormemente la capacidad de acción de gobernaciones y alcaldías para hacer frente a emergencias de este tipo. Ha fracasado la idea de que sólo desde el poder central es posible atender las contingencias que puedan vivir las regiones.
A esa concepción que pretende concentrar la respuesta del Estado en el poder central, se une la politiquería miserable de Chacumbele, que visita Vargas y monta en su jeep al gobernador García Carneiro, pero va a Miranda y es incapaz de llamar al gobernador Capriles Radonski. Al cuadro de la ineficiencia del centralismo debe añadirse la mezquindad que caracteriza a Chacumbele, quien en el altar de sus odios es capaz de sacrificar no sólo la cooperación sino hasta la mínima forma de articulación entre el gobierno central y el regional que sería el encuentro con el gobernador de un estado como Miranda, particularmente afectado por la desgracia.
Ha fracasado la planificación y la previsión a que está obligado el Estado en un país que cada año sufre distintos tipos de tragedias naturales, de construir y mantener refugios dotados de todas las comodidades para atender posibles damnificados. En doce años no se ha construido ni uno solo. Los refugios existentes, surgidos de la improvisación en 1999, cuando lo de Vargas, son hoy una vergüenza nacional. Como ejemplo de la imprevisión basta recordar que el refugio construido en Caucagua, en pleno corazón de Barlovento, por la administración de Enrique Mendoza, que hasta con un helipuerto contaba, y que hoy sería utilísimo, fue desmantelado para instalar un Pudreval. La toma forzada de hoteles, plena de demagogia e improvisación, esconde la irresponsabilidad e imprevisión de doce años en la construcción de refugios.
Ha fracasado la edificación de viviendas para las clases populares. Miles de familias que habrían podido ser dotadas de viviendas no lo han sido y seguramente muchas de ellas son hoy damnificadas. Se abortó la gran solución estructural a la vulnerabilidad de los barrios que fue el programa de Rehabilitación que habría podido adelantar el equipo de Josefina Baldó si Chacumbele, sin razones que lo justificaran, no la hubiera destituido apenas tres meses después de haberla designado para el cargo.
De modo que esto no es sólo lluvia sino también incompetencia, errores de concepción y sectarismo. A la Naturaleza le debemos una parte, pero a Chacumbele hay que pasarle también factura.