Irracionales, por Bernardino Herrera León
Twitter: @herreraleonber
Una idea es irracional cuando a pesar de ser refutada por la realidad, se le sigue sosteniendo con parca terquedad, sin importar las consecuencias. Es también irracional una idea cuando los resultados de su aplicación son claramente perjudiciales. Cuando se sabe que causan daños y sufrimientos a otras personas pero que, sin embargo, se insiste en llevarlas a cabo sin escrúpulos. También se puede identificar una idea irracional cuando conducen al odio. Especialmente, al odio que no puede justificarse en ninguna forma, cuando genera odios gratuitos, que no tienen ni sentido ni origen ni razón de ser.
Ideas disparatadas e irracionales ha habido y siguen habiendo en grandes cantidades. En diferentes medidas, todas son causa y parte de los conflictos humanos. Pero el problema de las ideas irracionales es cuando adquieren escala de proporciones catastróficas. Cuando se convierten en una ideología. Es decir, en un proyecto político que aspira o ha tomado el poder.
Tomemos el ejemplo de la idea irracional de la superioridad de una “raza” por encima de otra. Por mucho tiempo fue la fuente de muchos enfrentamientos, en el pasado e increíblemente en el presente. Es una idea disparatada, absurda y sin asideros de ningún tipo. Está cada vez más que demostrado que Homo Sapiens es una única especie, dotados de las mismas condiciones y capacidades. La palabra raza es cada vez más anacrónica limitada para referirse a los animales. Pero la creencia en la supremacía racial resultó en una de las irracionalidades más persistentes en la historia de la humanidad.
El chavismo ha intentado introducir el racismo en Venezuela, manipulando el relato histórico y formalizando conceptos como “afro-descendientes”. Incluso, en el último censo de población, introdujo una pregunta perversa en los cuestionarios de empadronamiento.
Preguntaban ¿De qué raza es usted? De la raza humana, le contesté al joven empadronador que no tenía idea de lo que estaba haciendo, más que cumplir con su trabajo. Afortunadamente, el racismo no es uno de nuestros problemas, al menos no en la escala que la manipulación ideológica describe.
El problema del racismo es cuando lo convierten en una ideología o parte de alguna. Y cuando la ideología se apodera del Estado, sus consecuencias se elevan a mayores dimensiones. La tragedia del “Apartheid” en Sudáfrica y sus similares en el sur de los Estados Unidos, por señalar sólo dos casos del siglo XX, con el más estereotipado racismo de “blancos” y “negros”. Ni hablar de la locura nazi que también rebasó límites de violencia y terror. Y muchos otros que aún no conocemos, pero que ocurren con una frecuencia sorprendente.
El racismo no es muy diferente de la idea de la supremacía nacionalista. A veces se mezclan como el caso histórico del origen de Haití, pueblo que aún sufre sus consecuencias. El nacionalismo suele presentarse disimuladamente en forma de “patriotismo”. Su idea central, la supremacía nacionalista o mejor conocida como xenofobia, sigue siendo muy poderosa e influyente en la actualidad. Pero es tan irracional y destructiva como el racismo.
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Tan irracional que dos países relativamente pobres, y que pueden desarrollar alianzas que les permitan desarrollo económico y bienestar social para sus pueblos han optado, por el contrario, por destruirse mutuamente, en una guerra de exterminio mal llamada “étnica”. Se trata de Armenia y Azerbaiyán, que vuelven a enfrentarse en el mismo viejo y absurdo conflicto fronterizo o territorial de años atrás. A ambos países les caracterizan notables diferencias de idioma y religión. Pero estos factores suelen manipularse para echar más leña al fuego del conflicto.
No es cierto que idioma y religión sean condiciones inevitables de enfrentamiento. Otras regiones y culturas han demostrado llevarse muy bien cuando acuerdan normas básicas de reconocimiento, respeto mutuo y convivencia. Las sociedades libres, por ejemplo, han adoptado ideas racionales como la libertad de credo, en forma de derecho humano, y la libertad de elección del idioma. Aunque siempre se requiere uno en particular para resolver el mito bíblico de la Torre de Babel, la comunidad mundial ha evolucionado hacia bilingüismo o el multilingüismo sin problema alguno, y sin riesgo de alterar valores tradiciones locales o nacionales.
El Esperanto, por ejemplo, lengua inventada a fines del siglo XIX y hoy reconocida oficialmente por la ONU, fue creada como idioma neutral con el propósito de evitar los conflictos derivados de los prejuicios ideológicos respecto al predominio de una lengua sobre otras. El Esperanto es ejemplo de una solución racional a un problema creado por los prejuicios de las ideas irracionales.
Pero lo que explica el conflicto armenio-azerí es realmente la xenofobia nacionalista, usada para justificar el costoso recurso de la guerra como exclusivo modo de resolver diferencias. Muchos pueden pensar que esa es una guerra local sin mayores consecuencias. Pero no. El conflicto amenaza con escalar, al involucrarse Turquía y Rusia, dos potencias que pueden arrastrar a otras. Así comenzaron las guerras mundiales. En la historia de los conflictos armados puede aplicarse la metáfora de un puñado de malas ideas que, esparcidas y sin conexión, pueden estallar como bombas sincronizadas cuando una lejana mecha las enciende.
Esa misma xenofobia es usada como fuente de odio enfermizo y fanático por grupos y proyectos políticos para acentuar las diferencias, establecer muros y crear ruinosas y mediocres sociedades. El caso de los nacionalistas catalanes, o los vascos y similares en España, que han llegado al extremo de la segregación, cuyas prácticas en nada difieren de las segregación y exterminio de los nazis.
Ideas irracionales como la “lucha de clases”, bastante antigua pero renovada por el Marx y Engels en el siglo XIX, resultaron en la horrorosa cifra de más de cien millones de muertos, víctimas de los regímenes que, en el nombre de esta idea, aplicaron enloquecidos experimentos de “socialismo”. Alguno de cuyos casos pueden leerse en el libro “Historia criminal del comunismo” del historiador español Fernando Díaz Villanueva. Historias verdaderamente sobrecogedoras.
Desde las remotas irracionalidades del pasado hasta la ideas disparatadas del presente. Desde la idea absurda de los sacrificios humanos en masa de los mayas hasta el propósito de exterminar “infieles” de los violentos fanáticos del Estado Islámico. Desde los “Decreto de Guerra a Muerte” de los independentistas hispanoamericanos del siglo XIX hasta los odios fratricidas que hoy fracturan las sociedades a lo largo y ancho del planeta. Las ideas irracionales son un mal a superar, sino por altruismo, al menos por la supervivencia misma de nuestra especie.
Las ideas racionales, en cambio, han sido origen y causa del desarrollo humano, de la formidable superación de la pobreza, la ignorancia y el sufrimiento masivo que ha experimentado la humanidad en los últimos doscientos años. La racionalidad es la opción y al mismo tiempo la esperanza.
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