Irrepetible: Caracas en el 2000, por Marianella Herrera Cuenca
X: @mherreradef
Siempre me ha gustado la música y la disfruto. Es más, considero que la música es salud, y tiene muchos ángulos esta perspectiva: desde la música como mejoría para el foco de atención, ya hemos visto los estudios sobre música barroca y aprendizaje, la música como relajante y anti estrés, y la música como expresión de los sentimientos emociones y mensajes, además de muchos otros aspectos que esta vez no mencionaré. La música puede ser terapéutica en muchas dimensiones hoy comentare sobre mi experiencia terapéutica para cerrar ciclos.
Con la diáspora venezolana y más de 8 millones de venezolanos alrededor del mundo, cuando escuchamos nuestra música esa que lo lleva a uno al sentimiento nacional como bien dice por cierto la canción de Guaco, se le pone a uno el corazón chiquitico. Gaitas, joropos, polos margariteños hacen que recordemos la geografía nacional y su gente. Una hermosura pues. Pero, además, hay canciones, o géneros más modernos y de nuevas generaciones que bien le hacen poner a uno el corazón igualmente chiquitico y la nostalgia entra.
Una de estas piezas la descubrí verdaderamente en junio, cuando mi hermano Adolfo, baterista, arreglista, compositor, y ahora cantante, presentó su disco #irrepetible (@adolherrera en IG), un original compendio de música con referencias audiovisuales donde expuso temas claves y complejos para el ser humano: la luz, la belleza, humanum, la muerte, pero también habló de Caracas, nuestra ciudad natal.
A partir del concierto de Irrepetible, vengo «trabajando» conmigo misma el hecho de que mi ciudad, mi país cambió. En el futuro, quizás tengamos una versión de la ciudad mejorada, pero siempre será diferente.
La otra, es Caracas en el 2000, de la canta-autora Elena Rose. A Elena Rose la conocí gracias a mi hija, a sus canciones me refiero, a ella espero conocerla personalmente, ojalá pueda ir a un concierto. En el año 2000 nació mi hija más pequeña, la que me introdujo a esta canción, la familia completa estaba en Caracas, todavía nos reuníamos los domingos a almorzar y en la cota mil se iba a caminar y montar bicicleta los domingos. El metro funcionaba y recuerdo cuando la estación de El Valle (que menciona la canción) fue inaugurada y el interés por ir a conocerla me atrapó, porque daba acceso a un lugar, no muy amigable de llegar por otros medios, particularmente si por trabajo se desplazaba uno, como yo, a hospitales y ambulatorios.
Mencionan Elena Rose, Danny Ocean y Jerry Di, estos últimos la acompañan en dicha canción, la afición por las empanadas de queso, la salsa de ajo y los raspados, más nostalgia todavía, y sabemos lo que las memorias culinarias desatan en las personas. Al cantar y mencionar las empanadas de queso al «bajar» de Caracas a La Guaira lo que me viene a la memoria es el azul verdoso de ese Mar Caribe que huele a sal, ese que hermosamente se despliega poco a poco por entre las montañas al salir de la capital y entrar en la costa. Me recuerda a mi papá a quien le encantaba ir al aeropuerto de Maiquetía a buscar a la gente que llegaba, y de paso se comía algo por ahí cerca, era un ritual ir a buscar la gente al aeropuerto. Pero también me recuerda todas las veces que fui a La Guaira con todos mis hijos y mi esposo, también recuerdo los fines de semana de inmenso tráfico para regresar después del gozo de la playa.
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Esta canción no solo me conecta con los sabores venezolanos, con el Ávila caraqueña, con las guacamayas, así como también la Caracas Irrepetible de Adolfo conecta con las parroquias más desfavorecidas de mi ciudad, que me las conozco al dedillo, pues ahí seguro estuve por trabajo, o llevé a un paciente, o lo referí, o di vueltas en las ambulancias de los hospitales que trabajé: la Pastora, el Silencio, la Universidad Central y su hospital, el 23 de enero,
Pero como dijo el poeta Pablo Neruda: «Nosotros los de entonces ya no somos los mismos», y quiero agregarle: seremos mejores.
Gracias, Gracias, Gracias a Adolfo, a Elena Rose, a Danny Ocean y a Jerry Di por ser mis terapeutas!
Marianella Herrera Cuenca es MD PhD en Nutrición. Integrante de la Fundación Bengoa para la Alimentación y Nutrición y del Observatorio Venezolano de la Salud.
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