Italia: populismo contra populismo, por Fernando Mires
Autor: Fernando Mires | @Fernando MiresOI
Cuando leí los primeros resultados sobre las elecciones italianas, decidí no escribir ningún artículo sobre las elecciones italianas. Decisión que –como el amable lector puede comprobar– he modificado pues en estos mismos momentos estoy escribiendo un artículo sobre las elecciones italianas.
La decisión de no escribir sobre las elecciones italianas tiene una explicación. Los primeros resultados parecían ser solo una fotocopia de las elecciones que han tenido lugar en otros países europeos durante los dos últimos años, a saber: fuerte crecimiento de los partidos populistas, debacle de los socialistas, dificultades para formar una coalición de gobierno y, no por último, lo poco novedoso del tema pues, como es sabido, vivir en crisis política es el estado natural de la vida política italiana.
La decisión de escribir sobre las elecciones italianas fue tomando forma al ir observando como después de ser conocidos los primeros resultados, los dos partidos populistas, la Liga Norte de Matteo Salvini (LN) y el Movimiento 5 Estrellas (M5S) del no tan cómico Beppe Grillo, iban creciendo y creciendo hasta terminar, sumadas las cifras de ambos, conformando la mayoría absoluta del país (LN 17,5 % – M5S 32,6 %)
“El cincuenta por ciento de los electores votó en contra del sistema político de Italia”, fue el titular de diversos periódicos al día siguiente de las elecciones. Ya ese era un tema nuevo, digno de ser meditado y escrito. Un segundo tema -y fue el que me decidió definitivamente a escribir este artículo- es que la política italiana se encuentra atrapada entre dos movimientos populistas irreconciliables entre sí.
Más todavía: cualquiera sea la futura combinación de gobierno, ninguna va a poder prescindir de uno de esos dos populismos: o con la LN o con el M5S. Eso significa que, a diferencia de lo que ocurre en otros países europeos, en Italia el gran perdedor fue el centro político, ya sea el conservatismo centrista de Forza Italia (FI) de Berlusconi (14,0%), ya sea el socialismo centrista del PD y sus pequeños acólitos (22,8 %)
El centro político italiano, al igual que en la empobrecida Grecia, ya casi no existe.
Por cierto, el populismo, desde Mussolini, es más italiano que la pizza. Pero nunca, después de la muerte del dictador fascista, había llegado al punto de convertirse en fuerza hegemónica nacional en ninguna de sus formas. De una manera u otra, eurocomunistas, socialcristianos, socialistas, conservadores o liberales, se las arreglaron para mantener en el pasado un orden: caótico, pero orden al fin. Después de todo, los partidos “clásicos” eran miembros de la misma familia: la clase política. Razón por la cual, sin aspavientos ni ímpetus sensacionalistas, nos vemos obligados a interpretar los resultados de las elecciones del 4 de marzo como una rebelión nacional en contra de la clase política de la nación. En Italia, efectivamente, ha tenido lugar, un quiebre histórico de enormes y hasta ahora –para Europa– incalculables dimensiones.
Por cierto, si hay un concepto politológico inflacionado, es el de populismo. No son pocos los analistas que lo aplican para designar a cualquiera fuerza política nueva que no sigue cien por cien al libreto institucional. Pero no es este el caso italiano. Tanto LN como M5S se ajustan plenamente a las más estrictas y rigurosas definiciones de populismo. Ambos son movimientos sociales heterogéneos cuyas demandas, a veces contradictorias entre sí, se expresan a través de una simbología difusa, expuesta en la retórica de sus principales líderes, autoelevados a la categoría de redentores de la nación.
Grillo o Salvini no representan intereses específicos, ideologías o ideas. Representan pasiones, emociones, y sobre todo, visiones. Eso no quiere decir, por supuesto, que LN y M5S sean lo mismo. Se trata de dos populismos diferentes. ¿En dónde reside la diferencia? La respuesta no es difícil: en el orden simbólico del discurso. Voy a explicarlo.
LN es en primer lugar secesionista y, además, para completarla, xenofóbico, antieuropeo y solo en último lugar, un movimiento de protesta política y social. M5S en cambio es en primer lugar un movimiento de protesta política y social, su xenofobia es débil (pero existente), enemigo de la UE y del Euro pero no de la civilización moderna. LN se nutre de la tradición ultramontana, ultraderechista y fascista del país. M5S, en cambio, del bagaje cultural de la antigua izquierda pero también del trasfondo anarquista nunca del todo desaparecido en Italia. LN interpela a un público de todas las edades, pero no tanto a los jóvenes. M5S es seguido, en su gran mayoría, por un público joven. LN es más regional que nacional. M5S es más nacional que regional.
En cierto modo podemos decir que entre ambas formaciones políticas populistas existe una suerte de división del trabajo. Mientras LN ha horadado el campo conservador, tradicional y clerical, M5S ha horadado el campo progresista, izquierdista y liberal. Pero lo decisivo es lo siguiente: ambos han terminado por destruir el radar centrista del país.
Italia en estos momentos no solo tiene un débil centro. Ha perdido, además, la centralidad (o la racionalidad) de su política. Ese es el punto que diferencia a la insurgencia populista italiana con de la de otros países europeos. Mientras que en la mayoría de ellos, paralelamente al auge populista ha tenido lugar una reactivación del centro político, en Italia estamos asistiendo a la demolición de ese centro. Allí no hay nada parecido al socialcristianismo progresista de Merkel, ni al centrismo europeísta de Macron, ni siquiera a una promesa liberal-democrática como la que representa Ciudadanos en España.
El 4 de marzo de 2018 Italia fue atacada por dos epidemias populistas a la vez. Y sus defensas están débiles. Más bien: son muy débiles.
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