Joe Biden: un giro pragmático, pero estable, por Félix Arellano
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Al avanzar la labor de gobierno, y luego del reciente periplo oficial por Europa, se va definiendo la nueva orientación de la política exterior del presidente Biden, que podríamos definir como un giro internacionalista, en el marco del liberalismo institucional y bajo un pragmatismo estratégico. Una nueva orientación que rompe con la política aislacionista y nacionalista de la administración anterior e incorpora el pragmatismo estratégico como elemento creativo en la tradicional corriente internacionalista americana, que cuenta con el presidente Woodrow Wilson como un exponente representativo.
Podríamos afirmar que nos encontramos frente a un cambio conceptualmente interesante, que abre nuevas oportunidades, tanto para los Estados Unidos como para la comunidad internacional; pero, también genera resistencias, particularmente en el plano interno, lo que plantea dudas sobre su viabilidad y estabilidad.
La visión internacionalista no descarta la relevancia de los asuntos nacionales, que en gran medida fundamentan la formulación de la política exterior, lo novedoso tiene que ver con la importancia que asignan a la comunidad internacional, sus instituciones y su agenda para lograr de forma más eficiente los objetivos nacionales.
El presidente Biden está tratando de construir un difícil equilibrio entre las prioridades y urgencias nacionales y las posibilidades que puede brindar el contexto global; rescatando y resaltando los valores liberales que privilegian las libertades, la democracia y los derechos humanos, sin dogmatismo, de allí el carácter pragmático, pero con firmeza.
En línea con el internacionalismo se pueden destacar un conjunto de decisiones que se han adoptado desde el primer día de gobierno, como la reincorporación en el Acuerdo de París sobre el Cambio Climático, en la Organización Mundial de la Salud (OMS); están pendientes su reincorporación en el Consejo de Derechos Humanos y en la Organización para la Educación la Ciencia y la Cultura (Unesco), ambas instituciones del sistema de Naciones Unidas.
Tales decisiones —importantes tanto para la convivencia y la cooperación internacional como para reforzar el liderazgo internacional de los Estados Unidos— enfrentan serias críticas, en particular, de los grupos que mantienen una visión radical aislacionista en el Partido Republicano. Existen razones que justifican el cuestionamiento del multilateralismo, entre otros, el burocratismo, la lentitud de los procesos y los costos; empero, la crítica tiende a resultar sobredimensionada y, por lo general, no reconoce los beneficios para la construcción de la gobernanza internacional.
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El giro al internacionalismo con un pragmatismo estratégico se ha podido apreciar en el reciente viaje oficial a Europa. La intensa agenda que abarcó: las cumbres del Grupo de los 7 y de la OTAN, la reunión con la Unión Europea y diversas reuniones bilaterales, que cerraron con la cumbre con el presidente de Rusia Vladimir Putin en Ginebra, confirman, tanto el nuevo internacionalismo —donde se trata de retomar el liderazgo de los Estados Unidos y los valores del orden liberal— como el pragmatismo estratégico, pues se avanza en una agenda, en coordinación con los aliados, en el marco del diálogo transatlántico renovado que tiene entre sus objetivos fundamentales enfrentar el expansionismo de la geopolítica del autoritarismo, con epicentro en China, el adversario sistémico, pero sin menospreciar las oportunidades que se pueden desarrollar con esos actores.
La visión estratégica está orientada a fortalecer el orden liberal, pero con el pragmatismo de evitar un radicalismo excluyente y aprovechar las oportunidades. Otra de las manifestaciones del pragmatismo estratégico tiene que ver con el desmonte cuidadoso de la política de máxima presión, que en diversos frentes desarrolló el gobierno de Donald Trump. En esta oportunidad la presión máxima se desarrolla de forma reflexiva, coordinada con los aliados y gradualmente, sin desconocer sus beneficios como mecanismo de presión, pero limitando su aplicación por los resultados paradójicos que puede generar, en detrimento de los intereses económicos de los Estados Unidos.
En este contexto, podemos apreciar cómo en el caso de China, epicentro de la estrategia, se aborda desde la perspectiva pragmática, es el adversario sistémico, pero también representa importantes oportunidades; en consecuencia, se podría considerar que salen del escenario, tanto la tesis de la conformación de una nueva guerra fría como las catastróficas especulaciones que se inscriben en la «trampa de Tucídides». Al respecto, y como parte de la estrategia pragmática que se adelanta desde la Washington, se ha anunciado que inician las negociaciones para realizar próximamente una cumbre de los dos jefes de Estado.
Podríamos afirmar que los acercamientos con Irán, Turquía y la cumbre de jefes de Estado con Rusia —que se desarrollaron en el marco de la gira europea— son manifestaciones del nuevo internacionalismo y su giro pragmático estratégico.
Decisiones asertivas, que se trabajan de forma coordinada con los aliados y pueden representar un punto de inflexión frente a los avances de la geopolítica del autoritarismo a escala global.
En el caso de Irán, los países europeos Alemania, Francia y el Reino Unido, miembros del comité de administración del acuerdo sobre el programa nuclear con Irán (Plan de Acción Integral Conjunto), han iniciado un proceso de negociación pendular con Estados Unidos e Irán, para explorar las posibilidades de reincorporación de la potencia americana en el acuerdo, proceso que está avanzando sin desmontar las sanciones que están aplicando contra Irán; por el contrario, juegan como medio de presión para facilitar las negociaciones.
Bajo la perspectiva del internacionalismo pragmático se aspira a establecer límites al expansionismo iraní y, simultáneamente, aprovechar oportunidades en diversas áreas económicas. En términos metafóricos, se trata de utilizar simultáneamente «el garrote y la zanahoria»; empero, los resultados no están garantizados. Debemos tener presente que el acuerdo con Irán enfrenta un fuerte rechazo, tanto de los sectores conservadores del Congreso como de las monarquías sunitas del Medio Oriente y, en particular, de Israel y sus poderosos grupos de presión en los Estados Unidos.
Por otra parte, la revisión de las relaciones con el gobierno de Recep Tayyip Erdogan de Turquía, representa otra de las manifestaciones del pragmatismo en la nueva orientación internacionalista de la política exterior del presidente Biden. En este contexto, en el marco de la cumbre de la OTAN, se realizó una reunión de trabajo entre ambos presidentes, lo que formalmente inicia un nuevo proceso en las relaciones bilaterales, fase que goza del respaldo de la mayoría de países miembros de la UE.
Las diferencias con el gobierno de Erdogan son muchas, empero, para todas las partes resulta conveniente abrir espacios para nuevas oportunidades de comercio e inversiones; sin abandonar los temas sensibles ante la marcada tendencia autoritaria del presidente Erdogan y marcando límites a su expansionismo en la región.
En el contexto del nuevo internacionalismo con pragmatismo estratégico, la cumbre con el presidente Vladimir Putin, constituye un evento relevante.
Al encuentro llegó el presidente Biden fortalecido con el apoyo de los aliados tradicionales, con un mayor poder de negociación y con el objetivo de establecer certidumbre en las relaciones de Rusia con Occidente; definir límites que tienen que ver con el respeto al orden liberal, pero dispuesto a explorar espacios para la convivencia.
La visión estratégica es fundamental, calmar la agresividad rusa, alimentar el ego de liderazgo del presidente Putin y avanzar en la reducción del protagonismo de la geopolítica del autoritarismo, que tiene como epicentro a China. Rusia es un enemigo, pero débil, sin músculo financiero y con serios problemas internos; empero, lucha por un protagonismo internacional.
El solo hecho de realizar la cumbre entre ambos jefes de Estado en Ginebra contribuyó a reducir las tensiones. El presidente ruso asume la cumbre como el reconocimiento de su liderazgo mundial, lo que pudiera contribuir a reducir su acción agresiva en el contexto internacional y a crear espacios para abordar otros temas complejos en los que Rusia ejerce un importante protagonismo, como Siria, Libia, Bielorrusia e incluso en el caso de los gobiernos autoritarios en América Latina, como es el caso de Cuba, Nicaragua y Venezuela que son importantes aliados de Putin.
Frente a nuestra región también avanza una visión internacionalista con un pragmatismo estratégico, con una marcada dosis de prudencia dada la heterogeneidad de nuestra realidad, lo que tiende a reducir el optimismo; ahora bien, por su complejidad e importancia requiere de una reflexión especial.
Los cambios en la política exterior de los Estados Unidos se presenta estimulantes para avanzar en el camino del diálogo, la cooperación y la negociación; empero, la creciente polarización de la sociedad norteamericana y la desconfianza que generó la anterior administración en la comunidad internacional son algunas de las resistencias que hacen más difícil el camino.
Félix Arellano es internacionalista y Doctor en Ciencias Políticas-UCV.