Jorge está harto de amenazas o de protestas, por Ángel Monagas
Twitter e Instagram: @AngelMonagas
El mensaje del inefable presidente de la Asamblea Nacional 2020 Jorge Rodríguez, en apariencia fue claro. No del todo. Muchos elementos o «conejos» como diría un mago tiene en el sombrero.
Jorge Rodríguez de hecho y de derecho es el segundo hombre en importancia dentro del gobierno de Nicolás Maduro. Diosdado lo es en la parte política. Su poder se limita meramente a lo mediático y a un cierto control de una parte de los dirigentes, que han venido migrando a lo interno. Las luchas por los liderazgos regionales en el PSUV son ciertamente «intestinas». Lo que se debate no son ideas, ni principios, sino poder.
Un poder que les permita construir su estabilidad financiera, que ya muchos han logrado. Controlar la región, el espacio que te asignan, para perdurar en el tiempo.
La actual oposición tiene 24 años ejerciendo el poder y por sus obras los conocemos: No hemos avanzado un ápice en el camino a lograr la libertad. Demás está recordar los escenarios que han desperdiciado los líderes opositores, prácticamente una autodenominación porque para ser líder hay que mover «masas de gente» y muchos de ellos no llenan el confesionario de una iglesia.
Capriles tuvo la oportunidad. Leopoldo López pudo haberlo logrado. Guaidó fue el más reciente y evidentemente era jugador de triple A no de grandes ligas y de su fracaso no debemos culpar a él, sino a quienes fueron sus «managers».
La estrategia de la oposición tradicional
El ahora mencionado como G3, dada la postura asumida como niño malcriado por López, intenta una jugada fuera del librito. Romper esquemas. Como una frase que se le atribuye a Einstein «haciendo lo mismo, no vas a obtener resultados distintos».
Eso es válido. Sobre todo, con una dirigencia que está muy alejada de la mayoría opositora. Si sumamos los números de todos los partidos opositores, incluida María Corina, no llegan al 20%.
El 80% del país en una cifra muy humilde no quiere a Nicolás. La mejor prueba son los ocho millones que han migrado y otros en espera.
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El diálogo que se realiza en México es peor. Los partidos involucrados no llegan al 10%.
El madurismo fue inteligente al no incluir a los sectores sociales que realmente representan el sentimiento popular.
Si eso fuera así, el tema no serían las elecciones sino la crisis social y económica.
Las protestas, preocupan
El país estuvo apagado desde el 2019. Los actores que encabezan las protestas son políticos, más no son de la clase protagonista y beneficiaria en los últimos 24 años.
En cualquier momento Jorge acusará a los jefes de AD, UNT, y PJ de estar detrás de esos movimientos, que se han producido para asombro de muchos, sin planificación previa.
La gran diferencia es que el pueblo que ha salido incluye al chavismo. La inmensa mayoría de sus militantes es afectada igualmente por los altos niveles de pobreza.
En el sector militar la tropa, y los oficiales subalternos y hasta superiores son víctimas de la situación país.
Claro que tiene que estar preocupado el madurismo. Lo lamentable es que nuestro sector político no lo está. No a los niveles que se recomiendan y además es mejor que no intervengan para no contaminar la escena.
Jorge Rodríguez creía tener todo controlado a través de la comisión negociadora.
La ansiedad, la necesidad es mucha y sobrepasa la representación opositora.
Soy de los que cree que el diagnóstico social y político del gobierno de los Estados Unidos sobre Venezuela es errado. Tal vez no es valorado, pues sus intereses en este momento son otros.
Me asombra ver el desconocimiento y la manipulación de muchos medios y portales de noticias sobre la situación de Venezuela.
Los venezolanos no prestaron atención al capítulo cerrado del Presidente de “internet”, e igual sucede con el llamado «diálogo».
Cualquier ciudadano venezolano sabe que como está la oposición en Venezuela es imposible ganarle a Nicolás, aunque ellos a diferencia de otros procesos, no hagan trampa. Con una Fuerza Armada a decir de Padrino «roja rojita, chavista, leninista, marxista y fundamentalmente chavista» no hay chance.
La oposición puede cambiar los miembros de la directiva del CNE, pero el 99% del personal que dirige el proceso es militante psuvista y están entrenados para terciar la voluntad popular.
La carencia de Unidad está haciendo perder cualquier posibilidad y no se ve interés en resolverlo.
Por ello tal vez, el liderazgo mundial que hasta ayer respaldó a la oposición venezolana, lo sigue haciendo, sin embargo, manifiestan una gran decepción.
Las marchas, las protestas, han logrado unir a un pueblo. He allí la gran diferencia. Como diría un poeta.
Entre marchas, protestas y diálogo o elecciones, más deberían preocupar las dos primeras a los sectores de la oposición. Debe preocupar a los precandidatos que mujeres como Elsa Castillo, por ejemplo, tengan más poder de convocatoria que cualquiera de los aspirantes.