Jorge Rodríguez ofreció un poco (in)creíble diálogo adobado con represión
Xabier Coscojuela
@xabiercosco
En su discurso inaugural como presidente de la Asamblea de Maduro, Jorge Rodríguez ofreció dos cosas que lucen, de buenas a primeras, como contradictorias: represión y diálogo. En ese orden.
Según su versión de la historia, quienes integran la Asamblea Nacional liderada por Juan Guaidó cometieron crímenes imperdonables que deben ser juzgados. Habló de corrupción, de traición a la patria, entre otras perlas. Si no es porque precisó que se refería a los diputados elegidos en 2015, se pudiera pensar que se estaba haciendo un autorretrato.
Anunció la decisión de utilizar la “justicia” —así, entre comillas— para resolver un problema político, con lo que asegura que no habrá resolución. Es probable que ese sea realmente su objetivo. Por supuesto, no hizo mención a los protuberantes casos de corrupción en los cuales connotados chavistas son protagonistas ni tampoco de las constantes y reiteradas violaciones a los derechos humanos recogidas en los informes de Michelle Bachelet y la Comisión de la ONU para la Determinación de los Hechos. Hay que recordarle que ambos delitos no prescriben.
Ofreció diálogo, una vez más, sin ninguna garantía de que tal diálogo tendrá consecuencias concretas. Creyó que su oferta era muy amplia al afirmar que estaba dispuesto a incluir en ese diálogo a quienes decidieron no participar en las fraudulentas elecciones del 6 de diciembre pasado. Creemos que no estaría de más escuchar qué quiere realmente lograr Maduro con ese diálogo.
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Su oferta, aderezada con la amenaza de la represión, lució menos creíble que nunca. Recordemos que Rodríguez participó en los diálogos de República Dominicana y Barbados, y algunos opositores que estuvieron en ellos sufren la persecución del madurismo, lo que demuestra que el psiquiatra sabe de represión.
Planteó también el parlamento comunal y las ciudades comunales. Veremos qué tiene de concreto esa propuesta, aunque nos tememos que con ella buscarán restarle fuerza al voto, objetivo fundamental y logrado, por los momentos.
Como no podía ser de otra manera, aseguró que con la Asamblea de Maduro se comenzarán a resolver los problemas del país, algo que no lograron, sino todo lo contrario, con las asambleas elegidas en el año 2000, 2005 y 2010, en las cuales tuvieron amplias mayorías y, tampoco, con la ilegal asamblea constituyente que, como la sábila, iba a servir para todo y no sirvió sino para reprimir y ahondar la crisis.
Por de pronto, si creyeron que eligiendo la Asamblea Nacional como lo hicieron iban a lograr el reconocimiento de buena parte de la comunidad internacional, pelaron bolas. La Unión Europea, el Grupo de Lima, los Estados Unidos, República Dominicana y Japón, les volvieron a dejar claro que no la reconocen. Sus posibilidades de éxito son precarias.