José Gregorio Hernández: En buena hora, por Beltrán Vallejo
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En momentos de mala imagen internacional referida al pueblo venezolano, donde predomina una fabricada relación entre ser de Venezuela y ser de la banda criminal denominada Tren de Aragua, pues irrumpe esta noticia planetaria donde el Papa Francisco desde el hospital y afectado por una neumonía decreta la esperada (desde hace un siglo prácticamente) canonización del llamado “médico de los pobres”, nuestro José Gregorio Hernández.
En tiempos de predominio xenofóbico en Chile, en Colombia, en Perú, en EEUU, etc., donde nuestros paisanos de la diáspora han sido víctimas de malos tratos, víctimas de agresiones, han sido expulsados de sus residencias y han sido descalificados de sus trabajos por el sólo hecho de ser venezolanos, pues ahora surge la noticia de que el poder conservador del Vaticano fue derrotado por el clamor de un pueblo creyente no sólo en Venezuela, también en otros países que tienen a este trujillano en el centro de sus plegarias y de su fe.
En esta época de oscurantismo, donde Venezuela continúa su calvario en manos de una élite política, militar y económica vinculada a los factores de poder geopolítico de corte dictatorial y reaccionario en el mundo, pues el papa Francisco, en un gesto noble, que se inició cuando él mismo aprobó la condición de beato para José Gregorio hace pocos años, conducta que el pueblo venezolano debe agradecer sentidamente, procede a la declaratoria de José Gregario como santo. Ratifico que indistintamente de que el pueblo asumió este personaje como integrante de su espiritualidad, lo integró como acervo cultural y moral desde hace varias generaciones, este gesto de Francisco es mayúsculo porque honra a José Gregorio y honra a Venezuela.
Todo esto implica nociones y sentimientos que traspasan los muros de una confesión religiosa en particular. José Gregorio Hernández identifica las características más nobles del pueblo venezolano; es decir, fuera de las características teológicas, se está honrando a un pueblo que es sublime y dispuesto a elevarse sobre las más adversas circunstancias.
Yo me siento orgulloso de ser venezolano; me siento orgulloso del pueblo que parió a Simón Bolívar, que parió a Sucre y a Miranda; me siento orgulloso del pueblo que parió a Andrés Bello; me siento orgulloso del pueblo que parió a Jacinto Convit; y hoy ratifico mi orgullo porque es el pueblo que certifica su grandeza espiritual y humanitaria en nuestro José Gregorio Hernández.
Quiero confesarles que quien escribe es un ateo convicto y confeso, pero desde la época de mi niñez, mi familia, en especial mi madre, se encontraba bajo la devoción de este personaje vestido de negro y a veces vestido de médico en diversas imágenes que enriquecían el artal que estaba instalado en mi casa. Indistintamente de que en la medida de mis años fui entendiendo que las religiones son un sistema más de creencias y de valores en las sociedades, o sea que los dioses son un mero producto del imaginario de los hombres con todo su sistema de ceremonias, pues a pesar de esas convicciones no disminuía mi respeto hacia un José Gregorio Hernández convertido en un símbolo de fe.
Fue entonces que en el año 2022, finales prácticamente, en un año que por cuestiones personales fue terrible para mí, me motivé en investigar acuciosamente y en escribir una biografía novelada sobre José Gregorio Hernández, texto que fue publicado el año pasado por la editorial Sultana del Lago quien realizó las tareas de su impresión, publicación y comercialización tanto en su forma física como digital; el libro se encuentra a la venta en la librería del teatro Baralt en Maracaibo y por Amazon. Quiero destacar que en dicho trabajo dibujo no sólo al José Gregorio religioso y muy católico, también al José Gregorio hombre, el buen estudiante, el enamorado, el que le gustaba el baile y el buen vestir, el excelente profesional, el investigador científico y sesudo, el profesor universitario, el médico caritativo que hasta le compraba las medicinas a los pacientes más humildes, el que instaló el primer laboratorio de bacteriología en Venezuela y uno de los primeros en Latinoamérica, el José Gregorio que fue uno de los primeros caraqueños en alistarse para defender su patria atacada por los barcos de las potencias imperiales de la época, el José Gregorio que Junto con Luis Razetti y demás héroes de la salud combatieron en Caracas con organización y esfuerzo hercúleo a una gripe española, el covid de principio de siglo XX, que acabó con la vida de miles de venezolanos. En ese libro también dibujo sus sentimientos, sus tormentos, su sufrimiento crudo al morir su hermano, y él con sus conocimientos no pudo salvarlo; expreso también sus ansiedades y su decepción porque no pudo entrar al seminario en Caracas y no aguantó las condiciones para continuar en el convento en Italia. Además, en el libro no sólo hecho el cuento de la vida y obra del trujillano, sino que también expongo mi versión novelada de las barreras de poder en el Vaticano cuyo conservadurismo le dio prioridad a la canonización de referentes afines con esa ideología y durante décadas desconocieron las gestiones de la iglesia y del pueblo venezolano que simplemente querían formalizar lo que ya el pueblo mismo tenía decidido, que José Gregorio estuviese en la cúspide de su fe.
De tal manera que usted que me lee, el venezolano que trajina en nuestro país y el que está alrededor del mundo, creo que nos merecemos un gran abrazo de hermanos. ¡Que viva San José Gregorio Hernández!
Beltrán Vallejo es Licenciado de la Escuela de Humanidades y Educación de la UDO.