Jueza anormal, por Teodoro Petkoff
La sentencia que liberó a los pistoleros se ampara en supuestas fallas en los expedientes elaborados por los fiscales del caso. Pero una jueza que no sea bruta o vendida o militante (o dos de las tres cosas a la vez) habría recordado el artículo 257 de la Constitución donde se dice: «No se sacrificará la justicia por la omisión de formalidades no esenciales». En el supuesto de que hubiese habido «graves fallas», como la jueza Norma Sandoval ha aducido, su deber era pedir de los fiscales las correcciones, manteniendo la privación de libertad de los indiciados hasta tanto se produjeran esas correcciones y pudiera ella juzgar con propiedad y pleno conocimiento de causa. Una persona que no sea bruta o vendida o militante (o dos de las tres cosas a la vez), habría entendido sin mayor dificultad que dada la gravedad de los hechos y la particular sensibilidad de la opinión pública respecto de ellos, la decisión tenía que ser muy prudente, en momentos políticamente tan delicados como los que se viven.
La jueza no podía emitir su veredicto ignorando un hecho público y notorio como es el de que los indiciados fueron capturados literalmente con las pistolas humeantes en la mano. Esto ya era más que suficiente para mantener la razonable presunción de que ellos tuvieron que ver con las muertes habidas y que debían permanecer detenidos hasta tanto, reparadas las supuestas fallas, el juicio pudiera desarrollarse adecuadamente y el veredicto surgiera de un proceso debidamente adelantado.
Tuvieron que ver por una razón obvia. Numerosas personas fueron muertas o heridas en la avenida Baralt, y existen muchos testimonios, además de los videos, que sindican a los pistoleros de haber disparado en esa dirección. ¿Que no ha sido demostrado que las balas de sus pistolas fueron las que causaron tales o cuales víctimas específicas? El Código Penal prevé esa posibilidad, en su artículo 426: «Cuando en la perpetración de la muerte o las lesiones han tomado parte varias personas y no pudiere descubrirse quién las causó, se castigará a todos con las penas respectivamente correspondientes al delito cometido…». O sea que la posibilidad de que los tres indiciados liberados hubieran perpetrado «la muerte o las lesiones» de otros en la avenida Baralt no podía descartarla la jueza y, debía agotar todos los extremos para adelantar el debido proceso y entonces, y sólo entonces, emitir su fallo.
Es de esperar que la Fiscalía apelará de inmediato esta obscena decisión, a la cual se añadió el insulto que fue la declaración desafiante y brutal, digna de un psicópata, proferida por el pistolero Richard Peñalver, todavía militante del MVR, cuando se ganó la rifa organizada por una persona que puede ser bruta o vendida o militante (o al menos dos de las tres cosas a la vez).