Julio Borges, tarde y mal
En la vida, actuar cuando la oportunidad lo demanda es muy importante. En política es vital. Hacerlo antes o después del momento adecuado puede significar una derrota o un retroceso. Es difícil actuar en el momento oportuno, por eso -entre otras razones- los que tienen éxito en la política son pocos.
En política el hablar, el decir, el fijar posición es de las partes más importantes de la actuación de un dirigente. Es por ello que la oportunidad en que fije posición, aclare circunstancias o haga una proposición es vital.
En el caso de Julio Borges creemos que en los últimos meses no ha actuado en el momento oportuno. Su silencio fue un error, ahora corroborado por sus últimas declaraciones.
Luego de fracasar el último intento de diálogo conducido por el G4, Borges no regresó al país y su familia abandonó Venezuela, pero nunca el dirigente de Primero Justicia explicó por qué. De hecho, todo se hizo sin informar, a la calladita. Solo hubo rumores, sobre la fecha en que partió y las causas que empujaron la decisión; principalmente que había sido amenazada personalmente por personeros del Gobierno en República Dominicana.
No dudamos que eso haya ocurrido, pero no entendemos por qué Borges no lo denunció en su momento y lo viene a hacer seis meses después de que ocurriera, y casi obligado por las circunstancias. Pero ahora resulta que no solo lo amenazaron integrantes del gobierno de Maduro, sino también el expresidente español Rodríguez Zapatero, quien calificó las aseveraciones del diputado de Primero Justicia como una burda calumnia.
La actuación de Borges no abona en su credibilidad.