Junio sin vacunas, por Mercedes Malavé
Twitter: @mercedesmalave
Siguen corriendo los meses y la pandemia se instala en Venezuela sin soluciones acorde a la magnitud del problema. Salvando las distancias en cuanto a la gravedad de la crisis humanitaria que aqueja a los venezolanos, la desigualdad en el acceso a la vacuna afecta a todos los países latinoamericanos, exceptuando el caso de Chile y Uruguay que supieron negociar a tiempo con las distintas empresas farmacéuticas, sobre todo con los chinos.
Según datos suministrados por la directora de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), Clarissa F. Etienne, solo 3% de la población de América Latina y el Caribe ha completado el esquema de vacunación en la región.
Una vez más, la flagrante brecha de desigualdad social afecta mortalmente el acceso a las importaciones de vacunas, tratamientos y sistemas de hospitalización para combatir el covid-19.
Los países que han tenido éxito en el manejo de la pandemia han sido principalmente por tres motivos: estricto confinamiento, aplicación masiva de pruebas para detección de la enfermedad y el uso de mascarillas y demás normas de bioseguridad en la vida cotidiana. Si bien en nuestro país la población demostró cierta conciencia frente al peligro de contraer covid-19, lo cierto es que la situación económica del venezolano no permite permanecer días encerrados en hogares donde no hay alimentos ni equipos de refrigeración ni agua, gas o electricidad.
Adicionalmente, la aplicación de pruebas altamente especializadas, como la PCR, no han sido implementadas de forma masiva, sino en escasísimos laboratorios y a un alto costo. Se desconocen cifras reales de contagiados y fallecidos. Los hospitales del país han servido de hospedaje y aislamiento de enfermos de covid-19 con protocolos tan paupérrimos de atención médico-hospitalaria (falta de insumos, de personal, de tratamientos asociados a complicaciones por covid-19, de higiene, de servicios básicos) que no pasan de ser malos hospicios para una población carente de todo.
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Se conoce que el país ha recibido cerca de 1.200.000 dosis de vacunas, cifra que corresponde al 4% de la población y se adecúa al porcentaje de dosis suministradas en la región latinoamericana. No obstante, informa Efecto Cocuyo que el director de Emergencias en Salud de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), Ciro Ugarte, afirmó que «el organismo no tiene información actualizada sobre la cantidad de vacunas anticovid que se han colocado en Venezuela. La última información disponible en el país era la aplicación de 316 mil dosis. De ese número, el 69% se colocó al personal sanitario venezolano que combate en primera línea el covid-19».
Es decir, del 1.200.000 dosis que han llegado a Venezuela, apenas 218 mil vacunas han sido aplicadas al personal sanitario. La información acerca de 1.000.0000 de dosis aplicadas en el país, aproximadamente, no ha sido suministrada al máximo organismo de salud en Latinoamérica. Tampoco existe un plan de vacunación público ni lugares bien identificados donde se aplique la vacuna. Es presumible la corrupción y el mercado negro.
Pero, no se trata solo de un problema económico y social. La imposibilidad de llegar a acuerdos políticos que permitan acceder a auxilios financieros y sistemas de compra, tanto de vacunas como de insumos y tratamientos médicos, ha sido, quizás, el principal obstáculo para afrontar con seriedad esta urgencia mundial. Es la indolencia gubernamental y la degradación política lo que ha generado una espiral de destrucción que, en medio de una pandemia, escala niveles de gravedad impensables.
Todo parece indicar que se avecinan negociaciones entre factores dominantes de la política nacional, pero hasta ahora solo oímos hablar de «mi tarjeta, mis inhabilitados, mi partido, mi liderazgo». Viene un nuevo proceso electoral con un CNE medianamente aceptable, y se entiende que haya deseos acumulados de participación en una dirigencia que lleva cinco años desorientada, buscando salidas fuera del terreno electoral y al margen de la expresión popular. Sin embargo, para recuperar el voto y la credibilidad política en Venezuela, pareciera hacer falta algo más que tener candidatos, partidos y tarjetas que, hoy en día, carecen de respaldo popular debido al fracaso de una estrategia acogida por activa o por pasiva.
Creo que la negociación debe generar un ambiente de unidad nacional, de verdadero cambio social, de mejora y de soluciones que van mucho más allá de quién capitaliza uno u otro logro. Es la negociación, el reconocimiento, el acuerdo y las soluciones lo que debe posicionarse como la única vía para garantizar la estabilidad política y la salvación nacional.
Mercedes Malavé es Político. Doctora en Comunicación Institucional (UCAB/PUSC) y profesora en la UMA.
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