Justicia políticamente correcta, por Marcial Fonseca
Twitter: @marcialfonseca
Los lodos que han dejado una ristra de países inservibles y que han hasta tratado de cambiar la manera de hablar y discernir vienen de los polvos de las convivencia, connivencia y actuaciones de una izquierda, ¿borbónica?, en las últimas décadas o siglos. La primera misión, arrodillar países en los que tienen funciones de gobierno hasta convertirlos en entelequias, proviene de la ceguera para entender la economía, sin darse cuenta de que ella tiene vida propia y siempre responderá a las ataduras que la quieran constreñir.
En países tras países han cometido los mismos errores; y en aquellos donde han logrado entender el meollo: dejar libre la economía y usar los impuestos para la distribución equitativa de la riqueza, han creado el híbrido capitalismo estatal, de suyo salvaje; pero ellos creen que están navegando su ideología.
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Con su segunda misión han producido cosas rayanas en lo ridículo con consecuencias peligrosas y que dan a la imaginación muchos escenarios. El flirteo humano, que es una simple actuación hormonal y de sobrevivencia, debe ser vista como la formación de pareja para procrear dentro de ella, dejando de lado el fin de garantizar la supremacía del ser humano en el reino animal.
Hay actuaciones prohibidas y palabras tabúes; es normal ver desaparecer marcas comerciales, estatuas, etc., solo porque no cuadran con su manera de pensar.
Hasta el modo de hablar lo han achatado; recordemos a la ministra que dijo: «Los niños y las niñas educados y educadas en el nuevo sistema educativo serán aceptados y aceptadas en las mejores universidades. Ya les garantizo que será así». Ese «ya» es el pronombre personal primera persona femenino; en realidad, la funcionaria quiso usar el yo mayestático; pero no le gustó como sonaba «nos y nas».
Y en todas partes se cuecen habas; si no, imaginemos una petición de Trato Ecuánime para los Animales (Справедливое отношение к животным), una organización rusa que pregona que no es políticamente correcto que los cocodrilos devoren las cebras y los ñus en el famoso cruce del río Mara en Kenia, y por ello están recolectando fondos para construir una pasarela para los segundos.
Rescatemos el título de esta crónica. De todas las áreas afectadas por la manera enrevesada de pensar, la justicia, sobre todo en los países desarrollados, se está volviendo tan blandengue que los delincuentes están de pláceme. En aras de trato más humano per se, se están presentando coyunturas que favorecen altamente a los criminales.
Dejemos que las palabras vuelen. Un trastornado joven asesina a sus madre, padre y hermana; pero algo salió mal: la hermana no murió instantáneamente y en su agonía le preguntó por qué hacía aquello; esto le dolió mucho y llamó al 911 y, llorando, confiesa sus crímenes; le daba mucha lástima que su hermana le pidiera ayuda. En un momento él le dice a la operadora que los agentes lo tratarán mal, ella le responde que no, que ellos están para ayudarlo.
Un pederasta fue a juicio, pero el juez no le permitió a la Fiscalía que presentara un recuento de sus 15 violaciones anteriores, porque ello mal dispondría al jurado contra el acusado.
Y, para terminar, un sicario, muy profesional él, averigua que la pareja que le tiene que liquidar celebrará su aniversario de boda con una noche completa de boato: cena en un lujoso restaurante y luego baile en una discoteca; y para evitar la presión del tiempo, envían a sus dos hijos quinceañeros a pernoctar con los abuelos. Uno de los hijos, ya cerca la medianoche, recuerda que tiene una reunión con sus compañeros de clase muy temprano al día siguiente y les dice a los abuelos que él pasará la noche en su casa. Lo regresan; el sicario cree que es la pareja, esperó unos 30 minutos y detonó la bomba; el incendio mató al joven.
Lo anterior es licencia de la omnisciencia de autor; pero la policía basó su caso en que era notoria la enemistad de la pareja con un conocido narcotraficante, que para sus diligencias especiales recurría al sicario y por ello la Fiscalía acusó al sicario de asesinato en primer grado del hijo e intento de asesinato en primer grado de los padres. El juez consideró que no había mens rea (intención dolosa) del sicario para la segunda acusación, y si la hubo, la Fiscalía no pudo demostrarlo; el victimario sería acusado de homicidio culposo o preterintencional (manslaugther en inglés) del muchacho, por supuesto la defensa ayudó, arguyendo irresponsabilidad atenuada (o locura temporal) del defendido. La condena fue de apenas cinco años.
Marcial Fonseca es ingeniero y escritor.
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