K-pop: del fanatismo musical al activismo político, por Gustavo A. Rivero
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Durante las protestas sociales del 2020 y 2021 en Chile, Colombia y Perú, los fanáticos latinoamericanos del K-pop —música y cultura popular coreana que mezcla ritmos, estilos, rutinas de baile y tiene una estética definida— pasaron de utilizar las redes sociales para apoyar a sus artistas favoritos a aprovecharlas para sabotear los hashtags de influencers conservadores que desacreditaban las movilizaciones. A través de acciones coordinadas, los jóvenes lograron burlar y minimizar el contenido político a favor de Sebastián Piñera, Manuel Merino y el Uribismo. Lo hicieron, publicando masivamente fancams, es decir, GIFs, imágenes y memes de sus artistas coreanos.
Esta participación coordinada, conocida como slacktivismo o ciberactivismo, se caracteriza por el uso de la tecnología, en especial de internet, para expresar insatisfacción sobre temas específicos. Para ciertos especialistas, esta no es una forma veraz de participación, sino más bien un conjunto de acciones que se facilitan gracias a las dinámicas de la red, pues no hay un involucramiento o impacto “real” en la vida política de los países en cuestión.
Pero lo cierto es que las acciones de los k-popers en Twitter sorprendió a los gobiernos latinoamericanos afectados, que ante el desconocimiento actuaron con cierta ligereza y exageración, llegando a catalogar las iniciativas como ciberterrorismo auspiciado por la izquierda radical internacional.
Esto provocó burlas y dejó en evidencia la distancia entre la política tradicional y estas emergentes formas de acción social.
Twitter, fandom y fanbase en América Latina
Twitter, y recientemente Tik-Tok, son por excelencia las redes sociales del K-pop y sus seguidores las han empleado para apoyar a sus artistas favoritos. Esta comunidad global, altamente coordinada, ha llegado a desarrollar una jerga para comunicarse y coordinar las acciones virtuales, ya sea para votaciones de premios como los Asian Artist Award, el cumpleaños de sus ídolos o hacer viral un lanzamiento musical.
Usualmente, cada grupo musical de K-pop, —BTS y NTC son los más populares— tiene su propio grupo de fans o fandom. El fandom de BTS es conocido como ARMY (Adorable Representative M.C. for Youth) y tiene un conjunto de cuentas en Twitter denominadas Fanbase que están organizadas geográficamente y tienen miles de seguidores. En América Latina hay un significativo número de cuentas en países como Chile, Colombia o Perú, aunque la cuenta peruana fue suspendida recientemente.
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Estos fandoms, se caracterizan por manipular los algoritmos de las redes a su favor y lo hacen básicamente a través de tres acciones recurrentes. En primer lugar, los fandoms se organizan anualmente para que sus agrupaciones favoritas ganen en las votaciones de premios musicales. Esta dinámica global, conocida como “figthing” o batalla, es altamente competitiva y se inició en el 2016 con los Asian Artist Award y se popularizó en occidente con los American Music Award o los Billboard Music Award donde se premia a la banda con más votos en Twitter o en la página oficial.
La segunda acción a la que recurren los K-popers es el “Streaming o listening party” y consiste en que previo al lanzamiento de una nueva canción o álbum los fanbase instruyen a los seguidores, en su propia jerga, indicando un día y una hora para cada fan publique una foto con el hashtag y la foto de la canción que están reproduciendo y así convertirla en tendencia global.
Y la tercera acción, conocida como “limpiar hashtags”, es una táctica para contrarrestar el contenido publicado en Twitter que busca desprestigiar el K-pop. Dicho contenido siempre está acompañado de hashtags que dicen cosas negativas sobre sus artistas. En respuesta, el fandom inicia la limpieza de estas publicaciones, identificando estos hashtags para luego emplearlos a su favor, es decir, cambiando ligeramente su forma y contenido e incluyendo en ellos fancams.
Una vez realizadas estas acciones, se publican masivamente. Como resultado, el contenido malintencionado se convierte en spam debido a su alto volumen de publicaciones, además de ser simultáneamente denunciado por los mismos K-popers, haciéndolo desaparecer eventualmente como tema sugerido en la plataforma.
Como se puede evidenciar, estos comportamientos virtuales requieren de un alto nivel de coordinación, tiempo y compromiso. Una clara muestra de ello fue la “limpieza de hashtags” empleada por los K-popers latinoamericanos durante su participación en las protestas. Una vez que estos fans identificaron los hashtags conservadores, los modificaron con fancams, los publicaron masivamente y los denunciaron para convertirlos en spam.
Sin embargo, para que esto sucediera, este contenido originalmente catalogado como “político” por Twitter debía cambiar. Para ello, lo plagaron con fancams de sus artistas favoritos, haciendo que rápidamente que su catalogación pasara a ser “entretenimiento” o “K-pop”. Hecho lo anterior, solo era cuestión de tiempo para que se convirtiera en spam, reduciendo así su impacto drásticamente.
Esto es lo que sucedió en Chile, Colombia y Perú durante las protestas a pesar de que ninguno de estos se encuentra entre los principales países productores de contenido K-pop. Sin embargo, según la jefe de asociaciones globales de K-pop y Kcontent, Yeon Jeong, varios países latinoamericanos tienen una gran cantidad de fans. Brasil es el primer país de la región y el sexto a nivel mundial con más cuentas activas de Twitter. Le sigue México en el octavo lugar del mundo, Argentina en el doceavo, Perú en el decimonoveno y Colombia en el veinteavo.
Las acciones llevadas a cabo en los tres países por los K-popers no es ciberterrorismo. De hecho, si consideramos que esta industria domina la conversación global en Twitter con una producción de 7.500 millones de trinos en 2020, superando temas como el covid-19, la crisis climática y el descontento social, es evidente que lo sucedido en las protestas fue solo una pequeña muestra del alcance que estas movilizaciones pueden tener.
Gustavo A. Rivero es profesor adjunto en la Universidad de la Salle, Colombia. Máster en Estudios Internacionales de la Universidad de los Andes. Seleccionado por el Programa de Formación 360/Digital Sherlocks (DFRLab) del Consejo Atlántico para combatir la desinformación.
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