Kees, los colores del silencio
A un año de su partida física, recordamos a quien desde el inicio de TalCual ilustró con sus colores y característicos trazos editoriales y artículos de opinión, desarrollando un estilo que quedó indeleblemente ligado al espíritu contestatario de nuestro diario
Autor: Omar Pineda
La travesía en velero desde Holanda y pasar unos días en Curazao terminó para Cornelius Verkaik y Tineke en el puerto de La Guaira. Ocurrió en 1970 y nadie sabrá explicar por qué, tras volver a Ámsterdam, esta pareja de holandeses sintió tal apego por Venezuela para regresar y plantar hogar definitivo donde nacieron sus dos hijas. Fue aquí también donde Cornelius Verkaik se convirtió en Kees, el artista plástico que junto con Roberto Weil, conformaría el dúo de ilustradores en TalCual desde que Teodoro Petkoff echó andar este vespertino.
Una meningitis que le afectó en la niñez y que ocasionó la pérdida de la capacidad auditiva no fue obstáculo para que Kees interpretara con sello muy personal la vorágine de la revolución bolivariana que le tocó vivir como ilustrador de los artículos en las páginas de opinión y los editoriales de Teodoro Petkoff, que aparecían en la portada del periódico.
Fue Javier Conde, para entonces jefe de redacción, quien trajo a Kees a TalCual, aprovechando una vieja amistad cultivada con mucho aprecio cuando ambos trabajaron en el Diario de Caracas. Pero la trayectoria de Kees ya era reconocida como ilustrador de libros y pintor de cuadros que le ayudaron a sobrevivir.
De una sensibilidad especial para “fotografiar” los rostros y captar los gestos de los personajes, el mundo silencioso de Kees se poblaba cada tarde en su rinconcito en TalCual donde asumía con una disciplina que lo llevaba a perfeccionar sus trazos. De esa mente creativa que le bastaba con leer los textos para ilustrarlos a la perfección, Kees desarrolló una habilidad para los rostros de Hugo Chávez y otros personajes del oficialismo, que en alguna ocasión confesó que inclusive estando dormido podía dibujar a Chávez o a Maduro o al mismo Diosdado Cabello.
Detrás de esos ojos de azul intenso y una personalidad recia esculpida con las prácticas dominicales de tenis, había, además de un artista plástico, un venezolano comprometido con la suerte del país que lo había adoptado y de su democracia. Porque Kees nunca fue ajeno a la política que bullía a su alrededor. A ratos se comportaba como un opositor con argumentos inamovibles contra el chavismo, pero era más su dedicación al trabajo lo que le convirtió en un profesional, responsable y admirado por sus compañeros de trabajo que lamentaron su fallecimiento en julio de 2017.
Dotado de una mirada excepcional para captar los pliegues del rostro de los personajes a los que daba vida en ilustraciones y de los cuadros que ocasionalmente llegó a exhibir, Kees transmitía con sus trazos y el buen uso del color el mundo bullicioso de la revolución bolivariana que le sublevaba cada vez que un hecho de corrupción sin castigo afloraba en la opinión pública.
Dotado de una atinada visión artística a la que le exigía no repetirse, Kees siempre fue tenido junto a Roberto Weil como la marca de fábrica de TalCual.