Kissinger y Venezuela, por Héctor Luis Pérez Marcano
Henry Kissinger, a los 96 años de edad, ha irrumpido con una opinión sobre la crisis sanitaria y económica generada por la pandemia. Dictamina Kissinger que será de tal magnitud el daño a la economía mundial que después de la pandemia –en caso de que tenga un final- el mundo no será igual. Propone un Nuevo Orden Mundial y advierte que el combate de tipo sanitario no debe descuidar la constitución del próximo orden mundial en el que prive el interés por la salvación de la humanidad por sobre los intereses económicos de las poderosas corporaciones que hasta ahora rigen las relaciones atendiendo más a sus ganancias para lo cual no vacilan, como hace Trump, en perjudicar la atmósfera de entendimiento que ha permitido cierta armonía en las relaciones comerciales que de vez en cuando son sacudidas por las intempestivas decisiones de Trump a quien –American First- solo interesa el bienestar de la economía de USA y su reelección en noviembre de este año.
No deja de expresar sus dudas sobre la capacidad e interés de los líderes norteamericanos para estar a la altura de las exigencias de la creación de un Nuevo Orden Mundial.
Se me ocurre que lo que Kissinger propone para el mundo es válido para Venezuela.
No hace falta entrar en detalles para comprender que a nuestro país hay que refundarlo, que la pandemia chavista lo ha destruido. Las consecuencias no son solo la pérdida de vidas, de un esfuerzo de 40 años que había creado una noción de continuidad; el afán destructivo fue tal que hasta el nombre del cerro de El Ávila fue cambiado. Como apunta bien Ana Teresa Torres en “La herencia de la tribu”: “todo el orden de una sociedad fue brutalmente cambiado, desmantelado, se rompió, quizá para siempre, la noción de continuidad y se impuso el destino de crear a partir de la nada”.
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Fue tan brutal la acción chavista destructora que hace válida la opinión del Libertador sobre las consecuencias de la guerra de la Independencia. Dijo el Libertador que se produjo una devastación universal ejercida con el último rigor que ha hecho desaparecer del suelo de Venezuela la obra de tres siglos de cultura, de ilustración y de la industria. Todo ha sido anonadado por el grito inclemente “Exprópiese” de un Chávez envanecido que con un pito inició la destrucción de PDVSA, y por ende de la nación.
Menuda tarea le tocará a quienes reciban la responsabilidad de reconstruir al país.
Al igual que Kissinger y sus dudas sobre el pueblo norteamericano me asaltan porque tengo conciencia de que se haría necesaria una especie de segundo pacto de Punto Fijo ampliado. Aunque que sé que para destruir la democracia y el orden constitucional venezolano era necesario desacreditar el pacto político que hizo posible la Venezuela de los 40 años de la estabilidad política y el progreso material que hoy añoramos. No se me escapa que dada la descomposición ética y moral del país se necesitarán muchos años de progreso sostenido para volver a los valores de 1998.
Algunos afirman que de esta crisis pueden resurgir valores esenciales a una sociedad democrática. Se necesitaría una especie de DADAÍSMO político cuya subversión nos lleve a nuevas formas de organización y lucha que debería vacunar a Venezuela contra la demagogia, el populismo, la corrupción y la ineficacia que fueron inherentes al régimen chavista.
Creo que la utopía democrática será posible. Creo que la nueva sociedad que surja de esta crisis pondrá en tensión todos los recursos para que una nueva utopía como la descrita sea posible. El pueblo va a reclamar tal utopía pues tenemos los recursos necesarios para hacerla posible No se me escapa que estoy planteando una especie de Utopía por ello reclamo como necesario que la sociedad organizada se dote de una acción política DADAÍSTA Y UTÓPICA que impregne a los ciudadanos de alicientes y se tracen metas estimulantes para alcanzar una sociedad de equilibrio y armonía en la que veamos como posible las aspiraciones y necesidades de justicia social. Lo que hoy luce utópico pueden ser las realidades de mañana. Si combinamos el dadaísmo en lo político con las ilusiones utópicas Venezuela se recuperará y de nuevo será una sociedad en la que valdrá la pena esforzarse por un nuevo y brillante porvenir.
No será fácil. El revanchismo será uno de los conceptos que será difícil erradicar para que todos los venezolanos se sientan involucrados en la reconstrucción. La tarea será tan ciclópea que la fragmentación política hará necesaria una atmósfera de lenidad transitoria aunque linde con la impunidad. Más importante que vengarse será obtener la colaboración de aquellos que tengan responsabilidad en la destrucción del país. Yo prefiero un día de libertad y democracia antes que un año de cárcel de alguno de los responsables de los crímenes de lesa patria.
Habrá que imponer una atmósfera ética y moral que nos permita recuperar los valores esenciales de una sociedad en la que reine la democracia, la libertad y el respeto a los derechos humanos. Será más importante y necesario que cobrar agravios que no prescribirán. Venezuela tiene las reservas humanas y materiales necesarias para renacer como sociedad reconstruida al calor de los que ayer sufrimos y ahora estaremos celebrando y respirando constitucionalidad y libertad. La nueva Venezuela que creemos debe ser una sociedad vacunada contra la demagogia y el populismo, de manera tal que queden proscritos para siempre todo aquello que hizo posible una República Bolivariana que destruyó el porvenir de varias generaciones a las que habrá que recuperarles un porvenir que los entusiasme y los incorpore a la tarea de reconstruir a Venezuela.