La abstención reeligió a Maduro, por Enrique Ochoa Antich
Podemos aproximarnos a los resultados electorales desde dos perspectivas:
- La de los abusos de todo orden cometidos por el gobierno.
- La de la mayoritaria abstención.
Los abusos del partido/Estado
Respecto de lo primero, no hay sorpresas. Si acaso, su magnitud, pero todos, incluyendo a quienes decidimos participar y disputar el poder en términos reales y no metafísicos, sabíamos que desde hace muchos años la oposición enfrenta en cada proceso electoral no sólo al partido de gobierno, ni siquiera solamente a un presidente en ejercicio candidato, sino a un partido/Estado, es decir, a una formación política en la que no hay frontera alguna entre el Estado y sus instituciones y el partido de gobierno, poniendo al servicio de éste todos los recursos públicos (que son por cierto de todos los venezolanos, incluyendo a quienes adversamos al gobierno): dinero, funcionariado (sometido a chantajes de todo orden), programas sociales (manipulando el hambre de la gente más necesitada), infraestructura, poder comunicacional, organismos de seguridad, etc. Este abuso, que es la comisión clara de un delito de peculado de uso que se viene cometiendo impunemente en Venezuela desde hace décadas, fue padecido por los tres candidatos opositores en el transcurso de toda la campaña.
Pero durante los comicios propiamente tales tuvo lugar un abuso específico, grotesco, inmoral, que por su forma y dimensión, sin duda arroja un manto de ilegitimidad sobre este proceso electoral: hablamos de la compra de votos. Siempre ha ocurrido, con mayor o menor medida, pero esta vez ha adquirido ribetes ignominiosos: así como luego de propiciar la mayor crisis económica y social de nuestra historia al menos de la guerra federal a esta parte, luego se responde a ella sistematizando la miseria: una beca aquí, un subsidio allá, una bolsa de alimentos acullá, así mismo ahora se ha sistematizado sin pudor alguno la compra de votos, incluso anunciándolo en cadena nacional por el propio presidente de la república con el no tan eufemismo de la “misión” Amor con amor se paga: no es necesario detallar cómo procede este criminal dispositivo pues el país todo lo sabe bien: carnet de la patria, puntos rojos, transferencia del pago. Es posible que si la oposición hubiese instruido a toda su gente a sacarse el carnet de la patria, como JUNTOS propuso públicamente alguna vez, pudo haber impedido o al menos restringido la eficacia de este procedimiento no sé si pueda llamarse tramposo o fraudulento. Pero el hecho es que no se hizo. Y el infamante dispositivo operó. Aquí vuelve a quedar claro que cuando la oposición se pone al margen, el abuso de poder del partido/Estado funciona con mayor eficacia.
La abstención culpable
La segunda perspectiva tiene que ver con lo que decimos. Es claro que la abstención potencia las triquiñuelas y los abusos del partido/Estado y que sólo una votación masiva puede anular su eficacia. La verdad verdadera es que más responsable de la victoria de Maduro es la abstención que la práctica fraudulenta del gobierno.
Los números oficiales suministrados por el CNE prueban que la leyenda pregonada por ciertos sectores de la oposición extremista (haciéndole el juego al gobierno que está interesado en deprimir al voto opositor y presentarse a sí mismo como todopoderoso) según la cual en la sala de totalización se trucan los resultados finales a través de un oscuro contubernio de Poder Ejecutivo y Poder Electoral, no tiene ninguna veracidad. Si así fuese, es obvio que el partido/Estado habría impedido que se supiese que la participación electoral no alcanzó la simbólica mitad más uno. Igualmente, si fuese cierto que pueden cambiar los números a su saber y entender, está claro que a Maduro se le habrían colocado los 7.500.000 de su elección en 2013, si no los 10 que había prometido.
De esta suerte se sigue que estos resultados demuestran así mismo que, si la oposición no hubiese cometido la supina necedad de abstenerse, a Maduro se le hubiese ganado por paliza. Los números no mienten: 20.500.000 de electores – 3.000.000 de emigrantes (no todos opositores, dicho sea de paso) = 17.500.000 – 4.000.000 de una probable abstención histórica en comicios presidenciales de 25 % = 13.500.000 – 6.000.000 que obtuvo Maduro = 7.500.000, que es la cifra de votos con la que la oposición ganó la AN y con la que hoy hubiese ganado la presidencia de la República. .
Conclusión para mí rotunda: la abstención nos hizo perder la oportunidad de vencer al régimen autoritario.
El futuro inmediato
2.000.000 de venezolanos, 3 si sumamos lo obtenido por el pastor Bertucci, optamos con meridiana claridad por la ruta democrática: civil, pacífica, electoral, nacional. Dimos la pelea. Disputamos en términos reales y no metafísicos el poder político. Lo intentamos y fallamos. No estuvimos en capacidad de persuadir al pueblo opositor de que valía la pena votar: fueron numerosas nuestras deficiencias políticas, propagandísticas, organizativas, que deberán ser evaluadas. No pudimos vencer a la abstención para luego poder vencer al gobierno. Y no hablamos sólo de la abstención militante, empecinada en su propósito suicida, sino de esa mayoría de venezolanos desencantados del gobierno, sí, pero también de la oposición. A mi parecer, la abstención militante es relativamente mínima: la otra, la silvestre y espontánea, es la que cuenta más en este análisis.
Ahora, el testigo pasa, al menos por breve tiempo, a ese liderazgo político de lo que aquí llamamos abstención militante. La MUD, pues. Ya que actuó con empeño digno de mejor causa, y muchas veces con ruindad y mezquindad supremas, para derrotar no a Maduro sino a Falcón asegurando así que a Maduro no se le pudiese vencer por la vía electoral, ahora le toca conducir la otra vía, la vía no electoral para el cambio. Comienza la cuenta regresiva. M. C. Machado ha hablado de una “salida por la fuerza”. Que proceda en consecuencia. La MUD extremista tiene ahora la obligación de cumplir su promesa y derrocar a Maduro por una vía no electoral, cualquiera que sea: marines, militares autóctonos, sanciones económicas externas, calle violenta. Aunque no comparto, como creo que los dos millones de votos que obtuvo la candidatura de Falcón ni el millón que lo hizo por Bertucci no comparten ninguno de estos tortuosos senderos políticos, hay que pedirle a la oposición extremista que tenga la gentileza, para abreviar el sufrimiento de millones y millones de venezolanos sometidos al hambre y a mil penurias más, de salir de Maduro a la brevedad posible. Lo que pase, o no pase en estos meses, es de su exclusiva responsabilidad.
Y a los gobiernos de esta parte del mundo que anunciaron con bombos y platillos que no reconocerían los resultados electorales ni al gobierno que de ellos surgiera, por favor que nos expliquen con qué se come eso, como preguntó el señor aquél: imagino que retirarán sus embajadas y romperán relaciones diplomáticas, imagino que Trump impondrá sanciones a los estadounidenses que compren petróleo venezolano, imagino que se suspenderá todo tipo de relaciones comerciales con el gobierno venezolano. Vamos a ver. E imagino que se nos vuelve a decir que de esta forma, con el apoyo de la “comunidad internacional” (subrayo que entrecomillo el concepto), el gobierno de Maduro será sustituido por otro. Pues que lo hagan.
Eso sí, los venezolanos vamos contando los días. Los que votamos por Falcón, Bertucci o Quijada y los que no también, más éstos que aquéllos. En unos meses, en un año, será ocasión de sacar cuentas. Tengo para mí que resulta altamente probable que muy pronto los venezolanos, así como pasó luego de la abstención de 2005 (que también se proponía supuestamente deslegitimar al Parlamento y eso no pasó, a pesar de que entonces la abstención fue no de 50 sino de 80 %), comenzarán a tener respecto de ésta del 30 la misma postura crítica: se hará evidente el colosal error de haber perdido una oportunidad invalorable de detener la pesadilla, esta catástrofe nacional que ha comportado para el país el gobierno de esta nueva oligarquía burocrática madurista.
*Lea también: Una oportunidad perdida, por José Rafael López Padrino
No sé si la oposición de la MUD extremista tiene un plan y si sabe adónde va. Quienes votamos, sí que lo sabemos:
- A partir de los 2.000.000 de votos que apoyaron a Falcón, vamos a construir una nueva referencia política: la nueva oposición, comprometida sin ambages y sin esguinces con la ruta democrática.
- Vamos a reclamar que se repitan las elecciones presidenciales a partir del desconocimiento de estos resultados ilegítimos pero para nada nos sumamos ni al 350 y demás sandeces.
- Vamos a participar, sin necesidad de debatir si lo hacemos o no, de las elecciones que sean convocadas en lo sucesivo: municipales, parlamentarias: es decir, seguiremos combatiendo el abstencionismo inútil.
- Acudiremos, si es convocado, a cualquier escenario de diálogo y negociación, para protestar con reciedumbre y para defender siempre con fuerza los derechos humanos, políticos y civiles, económicos, sociales y culturales, del pueblo venezolano.
- Promoveremos y compartiremos toda protesta de calle, en particular la protesta social, que sea pacífica, pero rechazaremos con meridiana claridad las modalidades de protesta violenta.
- Continuaremos promoviendo nuestra propuesta programática, como alternativa a la catástrofe madurista: reinstitucionalización del Estado, reconstrucción de la economía y de la infraestructura nacional, reconciliación y gobierno de unión nacional.
- Agradeceremos la solidaridad internacional con las luchas democráticas del pueblo de Venezuela pero sabremos distinguir la frontera que hay entre solidaridad e injerencismo: los problemas de los venezolanos los resolvemos los venezolanos,
- Afinaremos la estructura organizativa que hemos creado a partir de la maquinaria electoral.
Dijo Teodoro Petkoff en su discurso en el Nuevo Circo en 1972, viniendo de ese error colosal que fue la lucha armada (cuyas consecuencias incluso pagamos varias generaciones de la izquierda que no nos involucramos en ella): La pelea sigue. Ahora es cuando hay coraje. Ahora es cuando sobra espíritu. Porque jamás se apagará esa llama eterna que ha ardido por siempre en el sueño del hombre: el de un mundo justo, habitado por hombres justos e iguales. La pelea sigue, en efecto. Lo venezolanos podemos superar este inmenso escollo histórico en el que estamos. Venezuela será reconciliada. La libertad, la democracia, el progreso con justicia social para todos, prevalecerán por encima de las dificultades. Entonces, que así sea.