La abuela parió morochos, por Teodoro Petkoff
Ya comenzaron Chacumbele y sus acólitos a buscar a quién echarle el muerto. Que si el Niño, que si los ricos despilfarran el agua que les falta a los pobres, que si la Cuarta República, que si bañarse con totumita. Puras sandeces, que, al igual que con la crisis eléctrica, no lograrán tapar la inmensa responsabilidad que incumbe a este gobierno absolutamente inservible. Como si fuera poco con la crisis eléctrica, ahora la del agua; la abuela parió morochos. En estos once años (dos «gobiernos anteriores» y la quinta parte del tercero), esta cuerda de inútiles no ha construido ni una sola obra hidráulica para Caracas. Total y absoluta falta de planificación y ausencia completa de ejecución de lo ya planificado por gobiernos anteriores. Igualito que con la electricidad.
Caracas está rodeada de embalses, construidos todos antes de 1998. La Mariposa, puesta en funcionamiento por el breve gobierno de Rómulo Gallegos, en 1948; Quebrada Seca, en 1961, (gobierno de Rómulo Betancourt); Lagartijo, en 1962 (Rómulo Betancourt); Camatagua, en 1968 (Raúl Leoni); Ocumarito, en 1969 (Rafael Caldera); Taguacita, en 1980 (Luis Herrera Campins); Taguaza, en 1997 (Rafael Caldera). En varios casos, la construcción comenzó durante gobiernos anteriores a los de quienes inauguraron las obras, en mera aplicación del criterio de continuidad administrativa y de desarrollo de un plan de largo plazo. Es el criterio que falta en los sesohuecos que nos gobiernan.
Durante la era Chacumbele no se ha construido ni un pocito y se abandonaron los trabajos para la gran represa de Cuira, en el Parque Nacional Guatopo, capaz de suministrarle a Caracas 12 mil litros de agua por segundo, durante los siguientes veinte años. Antes de 1998, ya estaban listos los proyectos, pero llegó el Comandante y mando a parar. La cambiaron de lugar y luego, aduciendo «falta de recursos», no han hecho un carajo. «El Niño» es un fenómeno natural cuyo curso pasa por Miraflores. Como si fuera poco, tal como apunta David González, en su excelente reportaje ( «Siete Días», El Nacional de ayer), Hidrocapital puso en operación durante la década de los 90, una red de 50 pozos subterráneos, «para aprovechar el modesto aporte de acuíferos que podían ser la salvación en casos de emergencia». La mayoría de esos pozos quedó inoperativa durante la que Chacumbele predijo sería la «década de plata».
Las tarifas del agua, igual que las de la electricidad, están congeladas desde hace añales, en uno de esos estúpidos actos demagógicos que perjudican a quienes supuestamente desean beneficiar y subsidian a los sectores más pudientes. No hay plata para obras en los barrios y los ricos pueden llenar sus piscinas con agua regalada. En las memorias de Hidroven de 2007 y 2008 se hace ver como la inversión de ese instituto público ha sido lesionada por la congelación de la tarifas, que le reduce recursos propios. ¿Hay despilfarro? Sin duda, ¿cómo no va a haberlo si el agua no cuesta nada? Como con la electricidad, el problema no está en el lado del consumo, ni siquiera en el del despilfarro, que lo hay, sino en el de la oferta del líquido. Esa chupa le cae completica a Chacumbele, quien no creerá que se va a salir de la suerte con sus baños de totumita.