La abuela y la nube, por Aglaya Kinzbruner
X: @kinzbruner
¿Quién no habrá alguna vez oído una abuelita clamar – ¿dónde están mis lentes? para terminar claudicando a la bendita cadenita alrededor del cuello que denunciaba dos cosas, una, de que necesitaba lentes y, la otra, que nunca sabía donde las había dejado la última vez que las necesitó. La cadenita era un símbolo o dos símbolos en uno, que diría Umberto Eco.
Hoy en día, gracias a Darpa y sus estudios e infinitas aplicaciones, la abuelita está un poco más informada, contenta y contextualizada con la realidad digital. Darpa es The Defense Advanced Research Projects Agency (Agencia de Proyectos Avanzados de Investigación de Defensa. Darpa tiene unos 60 años, un poco menos que la abuelita y ha hecho grandísimas contribuciones como el internet, el reconocimiento automatizado de la voz y el servicio de traducción, (¡Perdónalos San Jerónimo!, el gran santo de los traductores) todavía mejorable por supuesto, sin olvidar que está detrás del lanzamiento del Sputnik y otras empresas de índole militar. Fue creada por Dwight Eisenhower el 7 de febrero de 1958.
En el campo del cerebro, Darpa ha iniciado un programa que investiga como quitar recuerdos traumáticos como en víctimas de accidentes o soldados traumados por la guerra y, simultáneamente restablecer la memoria perdida.
Darpa va a crear un dispositivo capaz de registrar la actividad de al menos un millón de neuronas simultáneamente y estimular por lo menos 100.000 en el cerebro. Según los planes militares, el dispositivo será inalámbrico, del tamaño de una moneda y estará listo en unos pocos años.
Será fácil de esconder, hasta debajo de una peluca y dejará sin trabajo a muchos espías que se jactaban de poder leer la mente de los demás.
Es un hecho que en tiempos de la guerra fría con la Unión Soviética se emplearon clarividentes para labores de espionaje. El más destacado fue el veterano del ejército Joseph McMoneagle, quién fue invaluable en sus labores, como diría más tarde al Washington Post, tanto en encontrar personas secuestradas en Irán como denunciar a un agente de la KGB encubierto que tenía un aparato de onda corta escondido en un calculador de bolsillo.
Los dispositivos mencionados ya existen, en forma de implantes dentro de unos gorros y funcionan con MRI, imagen por resonancia magnética. Se llevó ya a cabo un experimento con tres personas que llevaban gorros de este tipo y jugaron a Tetris, un video juego, sin comunicarse de otra manera entre sí. Y nos preguntamos aunque todas estas maravillas incluso se pueden usar para mejorar la salud mental de los pacientes ¿por qué sólo se habla de experimentar con gente joven, soldados, víctimas de accidentes y otros? ¿Es que nadie se acuerda de la abuelita de los lentes?
*Lea también: Los héroes del nieto, por Marcial Fonseca
Esa es una pregunta que muchos se hacen porque de tantas personas que han contribuido al bienestar de la sociedad, cuando se ponen mayores ¿se le aplicarán los beneficios de la ciencia? El gran Pitágoras ¿no murió sólo en Metaponto? El de la inmejorable frase, «Más le vale a un hombre tener la boca cerrada y que los demás lo crean tonto, que abrirla y los demás se convenzan que lo es». Su legado no es cuantificable, el teorema de Pitágoras, la tabla pitagórica, el método deductivo en la enseñanza de las matemáticas, la geometría.
Pero, en algún momento de su vida, al igual que la abuelita de los lentes, se puso viejo. Toda sociedad que se cree avanzada es importante que se ocupe de su gente mayor porque son gran fuente de sabiduría y conocimiento. También tienen derecho a los últimos descubrimientos de la ciencia.
Mientras tanto la abuelita ahora tiene un problema nuevo. ¡No sabe dónde puso la cadenita que compró para que no se le perdieran los lentes!
Aglaya Kinzbruner es narradora y cronista venezolana.
TalCual no se hace responsable por las opiniones emitidas por el autor de este artículo