La agenda bolivariana, por Teodoro Petkoff
Para el oficialismo existen palabras malditas. Por ejemplo, las palabras «ajuste económico» son malditas. Evocan, en la ignara retórica oficialista, al Gran Satán: el neoliberalismo. Oyen la palabra «ajuste» y sacan la cruz. ¡Vade retro! Pero haciéndose el pendejo, creyendo que nadie se da cuenta, el gobierno de Hugo Chávez viene realizando uno de esos denostados ajustes económicos.
No podía no ser así y ahora se entiende por qué salieron Giordani y Cabezas del Gabinete. La tarea del ajuste exigía otros ejecutores, entre otras cosas, para que tuviera un mínimo de credibilidad. A pesar de que el Ministro de Cordiplan silba en la oscuridad para espantar el miedo, aseverando que al Gobierno no le quita el sueño la inflación, la verdad verdadera es que tiene razones para estar chorreado. La inflación del primer trimestre, medida por el viejo índice, el de los precios de Caracas, alcanza un inquietante 8,2%, contra 2,6% en el mismo lapso del año pasado, cuando la inflación llegó en diciembre a 22,5%. Por ahora, de marzo 2007 a marzo 2008, la velocidad de subida de los precios, siempre según el Índice de Precios de Caracas, monta a 29,1%. No es concha de ajos. El nuevo indicador de inflación, aplicado a escala casi nacional y no sólo en Caracas, registra para el primer trimestre una tasa de 7,1%. Esto es suficientemente escandaloso como para pensar en una proyección, con el índice nacional, cercana a 30% a finales de año. Si El Troudi con esto no tuviera pesadillas sería un verdadero irresponsable. Así que este teórico del «socialismo del siglo XXI» descubre, como cualquier neoliberal, que el enemigo es la inflación.
Como los más ortodoxos neoliberales, los ministros de la economía están tomando medidas básicamente monetarias para enfrentar el azote inflacionario. Han subido las tasas de interés para frenar el consumo; han reducido el gasto público para disminuir la liquidez monetaria; están pagando a los proveedores y contratistas con bonos denominados en dólares a 2,15, lo cual, de paso, se presta, como es lógico, para toda clase de corruptelas; han aumentado el encaje bancario; a punta de notas estructuradas han bajado el dólar paralelo y aunque lo niegan públicamente (como debe hacerlo todo ministro de Finanzas que se respete), marchan hacia un cambio dual y, finalmente, han realizado ajustes en los precios de varios productos controlados. Puro neoliberalismo, diría el Chávez de 1998. Como es natural –todo ajuste produce esos efectos–, lo primero que ocurre es que disminuye el ingreso de la gente y con éste el consumo. Desde luego, la economía bajará su ritmo de crecimiento este año. Nada dramático, por ahora, pero cabe preguntarse si el ajuste fiscal resistirá las exigencias de la campaña electoral oficialista y la tasa de cambio paralela aguantará las presiones inflacionarias y la pichirrez de Cadivi. El futuro hablará por sí mismo.