La alarma del retiro, por Luis Ernesto Aparicio M.

Twitter: @aparicioluis
En cualquier profesión, retirarse es un proceso difícil de digerir por todos los elementos que ello involucra. Para cada uno de nosotros el momento de decirnos, hablar con nuestro yo interior y determinar que es tiempo de hacer una pausa o simplemente decir adiós, es algo muy serio y complicado. Sencillamente porque en la mayoría de los casos, sentimos que estamos en plenas condiciones para seguir llevando adelante una tarea o simplemente la profesión que amamos.
El retiro no es igual para todos, obviamente. Para el deportista de élite, retirarse es algo que tienen a la vuelta de la esquina, porque depende de su cuerpo más que del resto de las habilidades que poseen los seres humanos. Mientras que, para un escritor o educador, el momento del retiro es mucho más prolongado.
Por intermedio de la extensión de vida útil de cada profesión, suelen calcularse las ganancias materiales de cada uno. Ya sabemos que los jugadores de cualquier liga de fútbol o un tenista, puede estar obteniendo mayores ingresos que un educador. La diferencia está, no solo en el «show business», sino también en las respuestas de los músculos, incluyendo el más importante de todos: el cerebro.
Debido a ese detalle, en cada disciplina es importante ejercitar toda la musculatura involucrada. Aquí el cerebro llevará la ventaja en cuanto a longevidad para el desempeño de la profesión. Esta es la más sencilla y lógica explicación de la capacidad de producir de un ser humano. La que encontramos íntimamente asociada a la decisión de marcar el retiro.
De tal manera que todas las profesiones llevan consigo el instante del retiro. Ya pudimos echarle un ojo a la condición más reconocida: la capacidad física. Sin embargo, hay otras que no deberíamos dejar de lado al momento de considerar el decir adiós. Una enfermedad, por ejemplo; cambio de prioridades y la más temida por los artistas y políticos: perdida de apoyo popular.
*Lea también: Venezuela un campo de guerra geopolítica, por Marta de la Vega
Con esto volvemos al tema del ejercicio de la política como profesión. Algo que verdaderamente causa admiración, pero también desgaste y sobre todo repudio. Más en estos tiempos en la que la anti política abunda en la mayoría de los países del mundo. Algo paradójico, porque esta aversión sirve a muchos como entrada al mundo de la política. Pero ese es otro tema.
Volviendo al de ahora, al menos que seas un emigrante sin tiempo para pensar en el retiro o una persona a la que solo la demencia o la muerte pueda hacer que lleguemos a esa conclusión, el retiro es inminente. Pero olvidábamos comentar que también se puede ser un testarudo para no ver las señales del recogimiento. O por qué no, un político, pensarán muchos.
Ciertamente, para un político el retiro es una acción poco considerada, temida y hasta rechazada. Hacerlo es también una elección muy personal y dependerá de diversos factores, el tomarla a tiempo. Unos parecidos al resto de las profesiones y otras no tanto. Veamos.
Si un político ha logrado todos aquellos objetivos que se había trazado, ha gobernado cumpliendo todas promesas durante la campaña o durante su mandato, puede considerar retirarse como una gran forma de dejar un legado positivo. También puede evitar extender su mandato –a menos que sea algún dictador como los abundantemente conocidos– innecesariamente y que le puede conducir a dañar el efecto de lo logrado.
Por ejemplo: Angela Merkel, se dio cuenta que ya había llegado el momento de su retiro, luego de dejar una impecable labor y de haberse convertido en una figura influyente y respetada en todo el mundo. Pocos son los que no son capaces de admitir una admiración hacia esta brillante mujer.
Hay otras razones para considerar el retiro, como la salud. Si un político experimenta problemas de esta naturaleza, lo más lógico es dejar su espacio y permitir que otros asuman la tarea. El agotamiento y desgaste, tal y como lo anunció otra mujer: Jacinda Ardem (Nueva Zelanda), cuando dijo estar agotada con palabras como «cuando alguien sabe lo que requiere su trabajo y no tiene lo suficiente para hacerle justicia».
Luego están las que a pocos les preocupa, pero que están allí latentes. Se trata, en primer lugar, de la renovación y relevancia –cosa que aquellos políticos de 1998 no tienen claro–. La renovación generacional y los cambios en la sociedad son más que razones validas para considerar el retiro.
Y esta, no por ser la última deja de tener importancia, es la más difícil de reconocer: la perdida de apoyo popular. Sea de derecha, de izquierda o ultra de cualquier lado, cuando llega ese momento en el que los números de simpatía se van a bajo mientras que los de rechazo suben en ascensor, nadie enciende las luces de alarma, sino que, por el contrario, se prefiere ignorar la señal de la bandera blanca.
Al final, cuando ya se experimenta una mínima disminución del apoyo popular, podría ser prudente considerar el retiro para que otro asuma el liderazgo y sencillamente revitalice la confianza pública en él y en su organización política.
Luis Ernesto Aparicio M. es periodista, exjefe de Prensa de la MUD
TalCual no se hace responsable por las opiniones emitidas por el autor de este artículo