La amenaza como defensa, por Bernardino Herrera León
Este artículo es una respuesta del articulista a un escrito emitido por la Universidad Central de Venezuela en el que responde a unos primeros señalamientos del profesor Herrera
Para defenderse, el poder recurre a la amenaza. El modo más usual consiste en enviar a un abogado quien, veladamente, menciona demandas y juicios. Hay peores formas. Corrí con suerte. Me refiero a la respuesta de las autoridades de la institución en la que he trabajado la mitad de mi vida, la UCV.
El primer argumento del derecho a réplica fue adueñarse de la representación de la Comunidad Universitaria. Concepto que la dictadura chavista ha corrompido. Ya no sabemos qué es ni quiénes la componen exactamente. La Constitución dice una cosa y las sentencias del TSJ dicen otra.
La Comunidad Universitaria, supuestamente lesionada por mí escrito, es precisamente la menos convocada por quienes dicen representarla y actuar en su nombre. El chavismo hace lo mismo cuando en nombre del “pueblo” aplica su cruel genocidio.
Además de elecciones universitarias que nunca llegan, el Claustro Universitario, que según la ley es representante legítimo de la Comunidad Universitaria, podría convocarse. Hechos de gravedad que lo ameritan. Por ejemplo, el presupuesto de menos de la mitad de lo mínimo necesario. Sueldos absurdos e imposibles. Son algunas cuestiones que impiden el funcionamiento de la institución. Pero no. En su nombre decidieron aceptar, “bajo protesta”, la burla del presupuesto y el inefable disparate de los sueldos. Hay mucho más puntos.
La Comunidad Universitaria también puede ser convocada mediante las dos obligatorias asambleas de facultades al año que establece la Ley de Universidades. Pero no. En el largo tiempo que lleva la actual administración rectoral, las asambleas ni se convocan ni se celebran. Una persona, con el control del Consejo Universitario, decide por todos.
Hubo una excepción. La asamblea de la Facultad de Odontología, convocada expresamente para aprobar, en junio de 2014, el doctorado honoris causa a la señora García. En mi opinión, acto irregular y de muy mal gusto eso de adjudicarse la más elevada distinción universitaria mientras se ejerce la máxima autoridad de la institución. No recuerdo precedente. Tal vez Antonio Guzmán Blanco.
Otorgarse honoris causa no es un banal caso aislado. Se ha instalado un claro patrón de culto a la personalidad. El Instituto de Inmunología de la UCV fue rebautizado, en el 2011, con el nombre de Dr. Nicolás Bianco, entonces vicerrector académico. Aún lo es. Se escuchan menciones informales como “la magnífica”, en los discursos formales de grado. La gestión informativa-científica de la institución ha sido desplazada por la retórica laudatoria. El culto a la personalidad es comportamiento típico de los estilos autoritarios. Y está reñido con el mérito académico, sujeto a logros científicos.
La saga de “enfrentamientos” entre el TSJ chavista y las autoridades de la UCV simulan ya una serie de ficción por capítulos. Larga década de sentencia en sentencia. De amenazas y más amenazas. Nunca se llevan a cabo. Siempre aparece una sentencia de salva o prórroga. Vamos por la enésima temporada de la serie, llamada “ambiente electoral”. Epílogo de la más humillante sumisión y sometimiento de la UCV, que consiste aceptar el formato electoral intervencionista, impuesto por el régimen chavista.
El estilo autoritario de la señora García se fue imponiendo con el tiempo. Dejó de asistir a asambleas y reuniones incómodas. Se hizo más distante e inaccesible. Se reservó nombrar decanos interinos. Sin consulta. Una bien cuidada imagen comunicacional ofrece la imagen de opositora heroica, en resistencia contra el régimen dictatorial. Un relato épico que sigue alimentando esmeradamente.
Su deriva personalista y totalitaria no sería problema alguno si la UCV disfrutase de la democracia que una vez tuvo. Habría sido reemplazada y, probablemente, olvidada por unos y adorada por otros. El problema es sigue allí, por mandato expreso de la dictadura chavista. Ella es la UCV, como aquel último rey francés.
Se procedió a la liquidación del Fonjucv bajo la supuesta amenaza de que el gobierno chavista se apoderaría de éste. Cundió el pánico. Para protegerlo, representantes de los jubilados y directiva de la Apucv cedieron su administración. Tiempo después, esos directivos reconocerían, públicamente en una asamblea, que los engañaron. ¿Quién los engañó? La señora García.
Todo cuanto expresé en el artículo de opinión de TalCual se basa en hechos públicos. Y se llama opinión. Una gran conquista liberal llamada democracia. Nunca ofendí condición humana alguna. Lo de ofender la condición de mujer es, francamente, ridículo. Lo del sobreprecio de Cedivi está más que probado en las denuncias de la Apucv y en la escandalosa carta de renuncia del profesor Bernardo Méndez, anterior vicerrector administrativo.
La UCV es una caja negra. La afirmación se basa por los inaccesibles informes de contraloría interna o externa. La opción “transparencia administrativa” del portal UCV es escueta y con datos de hace diez años. Aún esperamos rendición de cuentas. Del Fonjucv, de la Fundación UCV, del Fondo Andrés Bello, de trece empresas universitarias. De muchos otros entes. Demasiada oscuridad para la “casa que vence las sombras”.
La crisis de la UCV no es únicamente financiera. Es también una crisis académica, científica y moral. La institución ha sido sistemáticamente empobrecida en todas sus escalas. Pero, sus autoridades, indefinidas, se recrean en un relato épico de resistencia heroica. Promueven una especie de patética ilusión. La UCV, además de quebrada, sufre deterioro extremo de su estructura física. El desplome del pasillo techado es, apenas, una muestra.
No toda la responsabilidad es del régimen chavista. Por supuesto, el desastre tiene su marca de origen. Pero también tiene un cómplice: las autoridades vencidas. Consiste en fingir que se funciona a pesar del colapso. Convocar a sus profesores, estudiantes y empleados que viven en el borde de la pobreza indigente para sostener esa ilusión es insostenible.
El rico debate universitario ya no existe. Fue sustituido por el culto, las retóricas vacías, los rituales tradicionales, las consignas y el himno. La democracia universitaria ha sido expropiada. Lo que queda de Comunidad Universitaria languidece.
Y ahora, nos amenazan con abogados. Se parecen tanto…
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