La amenaza creíble, por Gregorio Salazar

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Si la seguidilla de decisiones y acciones desarrolladas durante el último mes por la administración Trump contra el régimen venezolano buscaba como primer objetivo perfilar propagandísticamente lo que pudiera denominarse «una amenaza creíble», ese primer paso, a juzgar por su impacto en la opinión pública, puede darse por alcanzado.
Ha operado para ello –independientemente de lo que pueda ocurrir– no solamente la concatenación de anuncios y órdenes emanados de la Casa Blanca, sino también las propias reacciones del amasijo institucional que ejerce el poder en Venezuela, traducidas en declaraciones, pronunciamientos y decisiones estatales, desde el campo civil al militar.
Estados Unidos desencadenó su operación desde julio con la inclusión del llamado Cartel de los Soles en una lista de organizaciones terroristas globales y la declaración del Secretario de Estado, Marco Rubio, de que a partir de ese momento el poderío militar podía ser empleado contra ese presunto entramado ilegal.
Vendría luego la duplicación a un monto de $ 50 millones de la recompensa que desde hace años fue colocada sobre la cabeza de la jefatura del oficialismo, en lo que más que el preludio de una acción desde el exterior parecería apuntar a la búsqueda de un quiebre interno en el bloque militar, objetivo antes también planteado pero hasta ahora nunca alcanzado.
Se alimentó esa amenaza con el anuncio de la Fiscal de EEUU de la confiscación de más de 700 millones de dólares en bienes al régimen venezolano. Si bien con el pasar de las horas quedó claro que se trataba de una sumatoria de decomisos a testaferros en casos de corrupción, ejecutados la mayoría durante la administración Biden, como es fácil constatar.
El gran giro, a diferencia con otros períodos de alta tensión entre ambos gobiernos, se dio cuando el Pentágono recibió la orden presidencial para iniciar el envío de fuerzas aéreas y navales al sur del Caribe, integradas por destructores con misiles, aviones de reconocimiento, un submarino nuclear y el despliegue de unos cuatro mil efectivos militares. Más adelante se especificó el despliegue de un escuadrón anfibio en las inmediaciones de aguas territoriales venezolanas. Toda la configuración de un cerco desde el Caribe.
No hay duda de que el régimen venezolano se ha tomado en serio las jugadas estratégicas de Trump, independientemente de los objetivos reales de éste. Lo evidencia los discursos exasperados de los factores civiles y militares de la cúpula del régimen, los piquetes de uniformados multiplicándose por las ciudades, la proliferación de encendidas proclamas y en especial el llamado de Nicolás Maduro a la movilización de cuatro millones y medio de milicianos.
Si el régimen se ha tomado en serio la amenaza, ¿por qué no habría de hacerlo el resto de la población?
No resistimos la tentación de meter baza en este último aspecto. Ciertamente en materia de narrativas cada quien –gringo o criollo– es libre de apelar al bluff que se le antoje, pero hablar de movilizar esa hueste millonaria de milicianos, que no fueron capaces de presentarse en número infinitamente menor ni para llenar los puestos de testigos en las mesas de votación en las últimas tres jornadas electorales, traspone las fronteras de la más delirante fantasía.
Más allá del cúmulo de acusaciones que desde hace muchos años se vienen haciendo contra actores del poder de Venezuela, por encima de los diversos personajes que por delitos comprobados están tras las rejas en cárceles de los Estados Unidos (tráfico de armas y drogas, lavado, corrupción, etc.), el verdadero Talón de Aquiles del elenco que (des) gobierna Venezuela no es otro que la ausencia de legitimidad de origen, el robo electoral perpetrado el 28-J, que los convirtió en usurpadores del poder que el soberano entregó con sus votos a Edmundo González Urrutia. Es el paso en falso que los sigue sentenciando.
Difícil vaticinar el derrotero que seguirá el endurecimiento como nunca de la presión estadounidense sobre el régimen venezolano, con el que –no hay que olvidarlo– en paralelo se mantienen negociaciones petroleras de alto tenor, como el que anunciaban Chevron y Valero Energy justo un día antes del inicio de la escalada trumpista contra Maduro. Inédito el camino que transitamos, Incierto el horizonte temporal e imprevisible la llegada a un destino definitivo.
Gregorio Salazar es periodista. Exsecretario general del SNTP.
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