La amenaza de Bolsonaro, por Alejandro Mendible
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En Brasil durante la campaña de las elecciones presidenciales se escenifica una ruda y decisiva confrontación cuya suerte marcara la suerte del neoliberalismo en América latina. Jair Bolsonaro candidato a la reelección y actual jefe del Ejecutivo afirmó, el 7 de septiembre, en el discurso de conmemoración del bicentenario de la Independencia, en Rio de Janeiro, (el cual secuestró para convertirlo en acto central de su plataforma política conservadora neoliberal que pretende implantar en Brasil), afirmó que su opositor el ex presidente Luis Inácio Lula da Silva (PT) tiene que ser «extirpado» de la vida pública del Brasil, debido a que representa la amenaza del reflujo de la marea populista y del comunismo disoluto desestabilizador que avanza en zig zaguente a lo largo de la región.
En el acto de manipulación del sentido histórico fundacional del Brasil para emplearlo en la dinámica controversial del desarrollo político electoral de ese país lo podemos interpretar desde dos aspectos diferentes de referencia: el nacional o el regional para evaluar la evolución de la mentalidad brasileña en relación al neoliberalismo: la primera derivada en la secuencia conservadora, surgida de la guerra fría cuando en 1972 la dictadura militar confiscó el Sesquicentenario de la Independencia para la promocionar su pomposo «milagro económico» montado sobre la sobre explotación de la sociedad brasileña e incluso el presidente general Emilio Garrastazu Médici reconocía ante los corresponsales extranjeros que la economía de su país estaba muy bien pero su población muy mal.
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El otro enfoque surge en la actualidad, cuando vivimos en un nuevo orden internacional en el siglo XXI y llama la atención como proyectos ideológicos sudamericanos contrarios en relación al neoliberalismo tales como la derecha representado por el presidente Bolsonaro, así como, el izquierdista encabezado por el presidente venezolano Hugo Chávez, en diferentes momentos emplean la historia nacional como arma política para la conformación de sus plataformas cívico-militares para estabilizar la disputada gobernabilidad en curso.
En el caso del Brasil, el excapitán del ejército y actual presidente reconoció en el acto público ante sus fervorosos partidarios buscando deslindar los campos de confrontación con sus enemigos de izquierda: que él no es una persona muy bien educada, ni habla bonito pero no es un ladrón, como de manera implícita deja entrever es Lula.
Bolsonaro se considera escogido por Dios para implantar el bien encarnado en la libertad sobre el mal representado por la opresión que ejercen sus adversarios comunistas cuando llegan al poder. En este orden de ideas, dice que una persona puede perder sus bienes de fortuna y poder recuperarlos si tiene libertad, cuestión que le resultara inalcanzable si vive en opresión.
Así mismo dice que el amplio frente nacional adversario intenta impedir su mesiánica labor de transformar al país en una de las primeras económicas del mundo pero no podrán por cuanto al contar con la ayuda celestial impondrá al «Brasil por encima de todo».
La actual carrera predestinada de Bolsonaro se inicia en 2018 cuando Dios le confiere «una segunda vida», después de superar el impacto de las puñaladas recibidos durante un acto político, que le permite llegar a la presidencia y ejercer el cargo con una actitud fachistoide de imposición de sus creencias si reparos del decoro del procedimiento democrático. La continuación de esta conducta y su permanencia en la presidencia se encuentra amenazada por los pronósticos de la campaña electoral en la cual todas las encuestas señalan una ventaja significativa de Lula.
Ante esta eventualidad Bolsonaro apela al ofrecimiento de la recuperación económica la cual tiene que mantenerse con su continuidad administrativa «responsable» y «honesta» por encima de las propuestas políticas engañosas y seductoras impulsoras al retorno al fatídico pasado del subdesarrollo. Consecuentemente, el candidato a la reelección del neoliberalismo debe continuar por cuanto el país se encuentra en el crucial momento de despegue hacia un «milagro económico», cuyos antecedentes históricos podemos establecerlos en el controversial periodo del autoritarismo militar creado por el golpe del ejército brasileño preventivo contra el comunismo esgrimiendo como justificación para su actuación pretoriana la teoría de la «defensa nacional» concretada en el derrocamiento del gobierno democrático de Joao Goulart el 1 de abril 1964.
Hoy, Bolsonaro aprovechando el marco de los actos del bicentenario de la independencia levanta las especulaciones en relación a las amenazas a la seguridad nacional ante el resurgimiento del fantasma del comunismo internamente agazapado dentro del caballo de Troya representado por la candidatura de Lula que se oponen a su reelección en la agrupación de una plataforma de compromiso para la reconstrucción y transformación del país. Ante este desafió en su condición del ejercicio presidencial del Estado en la actualidad amenaza desconocer los resultados electorales si le son adverso «repitiendo la historia» de los eventos de 1964.
En aquella oportunidad la tragedia la conculcó una cúpula de generales prevalidos de sus creencias geopolíticas que uno de ellos el general Golbery do Couto e Silva definía en su libro «Geopolítica del Brasil» (1967) como, «la fundamentación geográfica de líneas de acción política, o más bien la proposición de directrices políticas, formuladas a la luz de los factores geográficos en particular, de un análisis basado sobre todo en los conceptos básicos de espacio y de posición» lo cual, se encontraba bajo la aceptación de la hégira de la dominación de los Estados Unidos como centro hegemónico del mundo occidental.
Frente a ello señalaba el izquierdista economista brasileño Theotonio Dos Santos en su libro: «Socialismo o fascismo. El nuevo carácter de la dependencia y el dilema de América Latina» (1978) «no era sencillamente un golpe militar reaccionario, sino una nueva etapa en dominación de los grandes capitales internacionales sobre la economía brasileña».
Hoy cincuenta y ocho años después el presidente Bolsonaro cuenta para concretar su amenaza en el plano interno con el apoyo del «partido militar», la legión fervorosa de los evangélicos protestantes encabezados por el activismo militante de su esposa Michelle y en lo internacional con el «apoyo total» de Trump lo cual, veremos si esto será suficiente para quedarse en el poder.
Brasil fue el único país latinoamericano que en 1809 internaliza el colonialismo monárquico y después de su independencia en 1822 el pensamiento nacional de sus pobladores se identifica con la grandeza del imperio «más grande del mundo». Hoy, doscientos años después, el presidente Bolsonaro con el apoyo celestial intenta implantar el neoliberalismo en Brasil convertirlo en el centro de irradiación regional y crear una mentalidad idílica de grandeza entre sus partidarios. Así, nos encontramos próximos a dilucidar si la amenaza se concreta como una historia que se repitiera como tragedia o comedia.
Alejandro Mendiable es profesor titular UCV (jubilado)
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