La amnistía ¿y después? por Fernando Rodríguez
Hemos visto, con mucha discreción premeditada, el desarrollo de un conjunto de acciones tendientes a concretar un proceso de amnistía, llevadas a cabo, sobre todo, por el diputado de AD Edgard Zambrano y el vicepresidente Maduro.
Estas han llegado hasta una extensa gira de Zambrano por los países donde hay un mayor número de exiliados venezolanos. Y allí se ha reunido con figuras que no veíamos desde hace mucho, inesperados retornos de un pasado que ya se hace viejo.
Y para sorpresa mayor se ha reunido en Bogotá con el mismísimo Carmona, el emblema de los años y sucesos más tórridos y convulsionados de este agobiante proceso. Se supone, por sus declaraciones, que el mensajero de la loable misión le ofreció la vuelta a la patria.
A pesar de que en Venezuela es muy osado predecir qué va a suceder pasado mañana, parece que esto va en serio y nadie ha desmentido a Zambrano, quien no puede ser más optimista y asertivo en sus declaraciones.
Es de suponer que todos tenemos que aupar esa iniciativa justiciera que atemperaría mucho dolor y mucha congoja. Y decimos «todos» a conciencia, los de ambas trincheras, porque las encuestas, desde hace mucho, recogen en cifras muy altas y constantes el repudio al odio y al violentismo que nos ha envenenado estos años. Las convulsiones políticas recientes, ligadas a la salud del Presidente, no deberían interferir.
Ahora bien, uno no puede dejar de preguntarse sobre el significado a mediano y largo plazo de una medida de esa monta. No es pensable como una inspiración navideña que se olvidará en enero, cuando volveremos a las andadas bélicas.
Es de suponer que se trata de una senda hacia eso que hemos llamado reconciliación nacional y que puede definirse modestamente como la posibilidad de manejar las naturales oposiciones políticas en un clima de acuerdos de respeto mutuo y, necesariamente y sobre todo, de consensos mínimos sobre algunos objetivos básicos nacionales.
Por supuesto que no es descartable que se le dé una patada gubernamental al tablero, a ello estamos acostumbrados y, además, nos planteamos la interrogante sobre la extensión que la medida pueda tener, de lo cual dependerá en mucho su significación. A lo mejor ello se vinculará con los resultados electorales del próximo domingo, la cada vez más dramática enfermedad presidencial y sus eventuales secuelas sucesoriales y la manera en que se quiera enfrentar la atemorizante crisis económica que se asoma con el nuevo año.
Quizás esta semana preelectoral sea poco propicia para plantear esa lógica consecuencia de la medida aludida, en estos torneos los pescozones son de rigor; igualmente cuenta la conmoción por la recaída de la salud de Chávez; pero no parece que estemos muy conscientes todavía de todo lo que se debería inferir políticamente de ese eventual proyecto de amnistía. A lo mejor ella podría contribuir a crear una de las circunstancias más decisorias que nos haya tocado vivir en estos malos años venezolanos.
Pensamos que si esos acuerdos se logran y hay resultados tangibles de la operación lo decisivo serán las posibilidades de que un cierto espíritu de concordia se haga carne y hueso en nuestro quehacer político cotidiano y la influencia que puede tener en el diseño del mapa futuro del país. Allí nos movemos en el reino de lo hipotético, donde también es posible, los fantasmas abundan, que nada cambie, incluso que se ensanchen por otros motivos los abismos que nos separan. Es de desear todo lo contrario.
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