La aplanadora morocha, por Teodoro Petkoff
La necesidad de erradicar del sistema electoral el truco de las morochas es una conveniencia para el país en general y para la búsqueda de una institucionalidad respetable. Impedir la aplicación de ese mecanismo, que distorsiona perversamente la voluntad popular electoralmente expresada, es conveniente para todas las fuerzas políticas, incluso para aquellas que por su condición mayoritaria, nacional o regional, resultan favorecidas hoy por las morochas. Hay que recordar que unas veces se es mayoría y otras minoría.
Las morochas, conjuntamente con la utilización ilegal del Estatuto Electoral del año 2000, no solamente afectaron negativamente a las fuerzas de oposición sino a los propios grupos chavistas que decidieron participar por su cuenta, fuera del cauce MVR-UVE. La voluntad hegemónica del MVR dio un paso de siete leguas al aplastar, en la distribución de los cargos, tanto a la oposición como a sus propios compañeros de ruta, entre otros el grupo Tupamaro. Es obvio que más del 80% de las concejalías en manos del MVR, que obtuvo sólo alrededor del 30% de los votos, es absurdo y no refleja, ni de lejos, la correlación real de fuerzas políticas en el país, manifestada en el número de votos.
Como no la refleja tampoco, por ejemplo, el resultado del Zulia, donde la diferencia entre el partido de Manuel Rosales (UNT) y sus adversarios no corresponde a la correlación real de fuerzas políticas en la región en términos de votos. Desde luego que mientras no sea legalmente prohibido el truco del enmorochamiento, el natural reflejo de autodefensa impulsará a las fuerzas minoritarias a emplearlo también, pero eso no es sano ni conveniente para la construcción de un país serio ni para fortalecer la confianza en el voto y en el camino electoral. Eso es mortal para la democracia.
Lamentablemente, la inmensa mayoría de la gente de este país ni conoce ni se preocupa por conocer los intríngulis del sistema electoral y no sabe bien cómo funciona eso del “voto lista” y del “voto nominal” ni entiende las diferencias entre el Estatuto Electoral y la Ley del Sufragio.
Por eso no se percibe que la verdadera trampa está en la utilización de reglas de juego aparentemente legales, tipo Estatuto Electoral, y en la permisividad frente a trucos como el de “las morochas”, que anula el principio constitucional de la representación proporcional.
Si estos artificios continúan siendo aplicados impunemente por un CNE enmorochado con el MVR, la elección para diputados de la Asamblea Nacional no arrojará resultados diferentes a los de las municipales.
El TSJ está emplazado por las propias sentencias de su Sala Constitucional, que en tres oportunidades declaró “agotado” el EE 2000. Ayer el CNE solicitó al TSJ un recurso de interpretación sobre esta materia. Es de suponer que la Sala Constitucional ratificará sus tres sentencias anteriores.
Es absolutamente necesario, también, que la Sala Constitucional se pronuncie sobre la inconstitucionalidad del truco de las morochas. La aberrante distribución de concejalías y cargos parroquiales a favor del MVR ha hecho sonar la alarma.