La ausencia, por Gisela Ortega
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El ser humano necesita relacionarse con las demás personas para sobrevivir en este mundo. Vivir supone encontrarnos en el universo que nos rodea y que nos envuelve. Pero nuestro ambiente en la tierra no es quieto y pasivo, sino que, tenemos que estar siempre innovando y ocupándonos de algo. Convierte a la vida en un repertorio de haceres, y de lo que hay que hacer y por venir. Determina que nuestro destino sea acción, actuación y una tarea por llevar a cabo.
Existe en muchos seres la tendencia, cada vez más generalizada, a eludir la responsabilidad y a evadirse del compromiso del deber, a rehuirle, a desertar cada quien de su individual e intransferible destino, a escapar del cumplimiento de la misión que les toca desempeñar, a no hacer, a buscar pretextos para la inacción, a ausentarse de sí mismos, de sus deberes y obligaciones para con la sociedad.
La ausencia es la distracción del ánimo respecto de la situación o acción en que se encuentra la persona. Ese creciente ausentarse, la suma de esas faltas de presencia para enfrentar la vida, generan un ausentismo integral que crea un inmenso vacío.
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Hay ausencia de verdaderos hombres porque encarar una responsabilidad y dar frente a una obligación es la muestra más cierta de hombría y son muchas las diferencias y las disidencias y demasiados los negligentes y los irresponsables. Hay ausencia de principios y de fe; de ideales y de ilusiones; de autoridad y de respeto; de disciplina y de control de quienes sepan administrar y planificar; de seguridad, de castigo para los que delinquen, de sanciones para quienes sirven mal, están ausentes la honestidad, la seriedad, la moderación, la moralidad, la integridad, la vergüenza, la ponderación y la previsión; se ausentan los prestigios, los valiosos y los valores, hay ausencia
de compromisos, de ataduras, de frenos y de limites; de estudiantes; de médicos en el país, se están ausentando las esperanzas.
Existe además un inquietante ausentismo laboral, debido a que la mayoría de los trabajadores, con el salario mínimo que ganan, no tienen cómo cancelar su transporte, y acuden a su lugar de trabajo tres veces por semana, inasistencia que crea desasistidos, que vuelve deficitarios los recursos humanos disponibles y necesarios para atender los requerimientos que se reducen; que limita el rendimiento indispensable, que rompe la continuidad de una labor, que retarda los programas y los proyectos por cumplir.
Dentro del extenso ámbito del ausentismo, no solo se ausentan quienes se van de la ciudad y del país, sino quienes estando presentes, no dan el frente ni comparecen, no ya al trabajo, sino al deber de actuar, de encarar el reto y de cumplir con el compromiso de participar en el empeño vital de hacer una nación mejor. Hay representantes de importantes sectores del país que prefieren inhibirse ante la toma de decisiones, no inmiscuyéndose en ellas para compartirlas ni comprometerse, son los permanentes ausentes donde todos los criterios cuentan.
Lo contrario de la ausencia es la presencia. Y hay ausentes presentes. Y presentes ausentes. Y quienes mejor sería que se ausentaran. Pero hay una forma de superar el ausentismo: siendo, estando y haciéndose actuales.
Aceptando ser hombres y comportándose y procediendo como tales en la defensa de lo que crean y piensan conveniente. Un presente que tiene eco de asistencia a clase y ha de traducirse en labor consumada ante la ineludible tarea de garantizar un futuro más claro, más definido, más seguro y un porvenir serio y estable.
Y estamos muy cerca del punto de inflexión.
Gisela Ortega es periodista.
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