La banda de los cuatro, por Teodoro Petkoff
El sistema electoral venezolano tiene dos caras. Por un lado, un dispositivo automatizado, eficiente y prácticamente invulnerable a triquiñuelas (salvo las inevitables fallas electrónicas que en algunos pocos casos se producen); por el otro, un organismo rector, el CNE, que no merece la más mínima confianza, dirigido por la banda de los cuatro, arrodillada ante Yo-El-Supremo, y capaz de cerrar los ojos ante el ventajismo electoral más atroz que conozca la historia del país. Fraude, en el sentido de cambiar los resultados arrojados por las máquinas, no ha habido, pero esa forma de fraude que consiste en el grosero ventajismo de las campañas oficialistas, tolerado y, por la impunidad que garantiza para los trasgresores, se podría decir que virtualmente auspiciado por la banda de los cuatro, ha sido la nota dominante en todos los procesos electorales realizados hasta ahora. En este referéndum, el gobierno batió sus propios records en materia de desvergüenza, y también la banda de los cuatro los batió en materia de sumisión y caradurismo.
¿Necesitaba la banda de los cuatro denuncias para enterarse del chantaje brutal al cual fueron sometidos los empleados públicos y los trabajadores al servicio del Estado? ¿No les eran suficientemente visibles los edificios públicos llenos de propaganda oficialista? ¿Ayer mismo no se enteraron de los desplazamientos de miles de vehículos oficiales en todo el país, acarreando votantes? ¿Nunca se enteró la banda de los cuatro de estas descaradas violaciones de la Ley del Sufragio?
¿Nunca supieron de los toldos del SÍ colocados a menos de cien metros de los recintos de votación? ¿Necesitaba la banda de los cuatro denuncias sobre la actuación pública, abierta, prepotente, de toda clase de funcionarios oficiales en la campaña? ¿Nunca supo la banda de los vehículos oficiales hasta las ambulancias forrados de afiches del SÍ? Lo peor, sin embargo, es que la banda de los cuatro sí supo de todo esto, tanto porque era imposible ocultarlo (y los autores de estas vagabunderías tampoco lo intentaban, seguros como estaban de que desde el CNE la banda de los cuatro no haría nada), como porque se produjeron múltiples denuncias ante el CNE.
¿Qué hizo con ellas la banda? Las procesó, es verdad, pero, ¿cuándo emitió un dictamen ordenando que cesaran las violaciones a la ley? ¡El día anterior al cierre de la campaña! Es decir, al agravio, la banda de los cuatro añadió el insulto.
A pesar de todo, sin embargo, aun con este Consejo Nacional Electoral entregado como está, controlado como está, nada podrá detener el declinamiento imparable del oficialismo y el crecimiento también indetenible del universo opositor.
Contra esos hechos se estrellará hasta el cínico caradurismo de la banda de los cuatro.