La cara oculta de la luna, por Carolina Gómez-Ávila
Escribo justo al terminar la rueda de prensa que Guaidó ofreció en la Plaza Bolívar de Chacao este viernes. Esperé que terminara porque temía un giro brutal de los acontecimientos si era detenido y la población reprimida violentamente. Pero terminó en paz, como comenzó. Claro que la amenaza sigue latente, pero la dictadura perdió un momento estelar para demostrar su fuerza. Digo fuerza. ¿La tiene?
Porque desde el 23 de enero no han tocado a Guaidó y, para tocar, ya conocemos la eficiencia dictatorial. En todo caso, sin importar qué pase, se puede notar que hay acción en la cara oculta de la luna. Se notó cuando el desconfigurado Tribunal Supremo de Justicia denunció un golpe de estado en proceso, pero tendió su mano a la Asamblea Nacional casi rogándole que desista de permanecer en desacato.
Se notó en mítines, vigilias y ruedas de prensa oficiales convocadas y azarosa retrasadas o suspendidas. Se nota en los rostros que escogieron para la vocería o, mejor, en la ausencia de los más connotados representantes del desmadre que vive la nación. Ahora entran en escena los bisoños venidos de una parturienta agonizante.
Algo pasa tras los telones del poder y quienes dan la cara no lucen cómodos. Lo que hizo Guaidó, se esté de acuerdo o no, ha hecho crujir a la tiranía. Soy incapaz de predecir su resultado. Lo que sí está claro es que, a medida que pasan las horas, está menos en nuestras manos. La comunidad internacional, cuya participación aplaude el pueblo opositor, está llegando al punto en el que no va a atender al liderazgo interno sino a sus propios intereses.
Podríamos terminar siendo una barajita de Putin para que le dejen en paz a Ucrania o podríamos convertirnos en el terreno de una conflagración mundial. Una guerra civil de baja intensidad es una posibilidad real, también lo es una negociación pacífica. Todo está sobre la mesa. Todo, menos la ciudadanía
El pueblo pasa a ser un elemento sobre el cual poner presión para que a su vez apoye a uno u otro, pero no mucho más. Demasiados muertos, demasiados malvivientes y demasiadas ausencias como para pedirle sentido común. Y aquí se hacen realidad mis peores pesadillas. Además de secuestrados por la mafia gobernante, ahora estamos amarrados por la necesidad extrema de acabar con la zozobra. La urgencia nos hará volátiles y fáciles de llevar y traer a cualquier terreno.
Al menos, celebremos que estamos protagonizando la historia, los tiempos interesantes de la maldición china. Tiempos en los que dependemos de otros para que nos regresen algo que debíamos haber recuperado nosotros mismos pero nos fue imposible lograr. Celebremos ahora para embriagarnos y no descubrir que, al final, nos darán lo que ellos quieran, que puede ser muy distinto a lo que pretendíamos. Celebremos eso, que también está en la cara oculta de la luna.