La Caracas del disimulo, entre regeneración urbana y desigualdades
En Caracas se han realizado obras en pro de la recuperación de áreas de uso colectivo, enmarcadas en el Plan Caracas Patriota, Bella y Segura, a cargo de la alcaldía de la capital. Sin embargo, estos proyectos gubernamentales no están diseñados para suscitar un cambio estructural. Han servido más bien como parches de arreglo para una Caracas que, según Monitor Ciudad, pasa el 75% del tiempo con sus tuberías de agua vacías
Desde finales del siglo XX, diferentes ciudades del mundo han pasado por procesos de remodelación urbana —enfocados en la acción pública— para revertir la decadencia económica, demográfica y social que las había ido dejando fuera de la escala de desarrollo sostenible producido para ese entonces. Empezaron a articular políticas sociales con visión ecológica para lograr una regeneración urbana basada en ejes de recuperación económica, de servicios y espacio público, así como rehabilitación de viviendas.
En Venezuela, sin embargo, estamos aún lejos de ir hacia la modernización. El Estado del disimulo del que habló el maestro José Ignacio Cabrujas en la década de 1990 aún se mantiene.
En Caracas se han realizado obras en pro de la recuperación de áreas de uso colectivo, enmarcadas en el Plan Caracas Patriota, Bella y Segura, a cargo de la vicepresidenta para la Seguridad Ciudadana y la Paz, Carmen Meléndez, electa en noviembre pasado alcaldesa de la capital. Sin embargo, estos proyectos gubernamentales no están diseñados para suscitar un cambio estructural.
Los planes gubernamentales han servido, más bien, como parches de arreglo para una Caracas que, según Monitor Ciudad, pasa el 75% del tiempo con sus tuberías de agua vacías y registra en 62% de los hogares apagones de entre dos y 12 horas. Y sí, hay burbujas económicas que permiten el disfrute social de unos pocos, pero la urbe sigue con asentamientos humanos informales en expansión, lo cual tiende a aumentar la inequidad en la distribución de ingresos y de acceso a servicios básicos.
La falta de mantenimiento en la infraestructura pública y la subinversión han sido algunos factores que han imposibilitado la transformación capitalina.
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Ciudad Laboratorio es una asociación civil que estudia temas de integración cultural y urbana en la urbe caraqueña. Su director, Cheo Carvajal, dijo a TalCual, que los sistemas de gobernanza municipal deberían desarrollar estrategias conjuntas de integración ciudadana basadas en la acupuntura urbana que, según explicó, es la opción más factible cuando hay escasos recursos, puesto que permite hacer pequeñas intervenciones, pero con resultados a largo plazo y a partir de una visión sistémica de la ciudad.
«Eso es lo que corresponde y no existe en este momento en Caracas. No hay forma de construir una visión compartida de ciudad entre las instituciones si están actuando cada una en su coto particular. Puedes hacer que tu parche funcione, que se vea bonito, pero sin visión de conjunto no habrá sostenibilidad. (…) En lugares como Las Mercedes hay una acumulación de mutaciones donde el gran protagonista es el capital, sin la presencia del trabajo social, de integración o trabajo de reconocimiento y respeto al otro. Es como un depósito de dinero que contrasta muchísimo con la ausencia de inversión en muchos otros espacios de la ciudad; podría considerarse (esa zona caraqueña) como un enorme parche hecho con muchísimo dinero, mas no una operación de transformación urbana para el beneficio y el disfrute de todos los ciudadanos», explicó Carvajal.
Así pues, el reconocimiento del barrio como parte integral de la ciudad, apuntó el líder comunitario, debe ser un pilar fundamental a incorporar en cualquier hoja de ruta para la modernización de Caracas.
Rehabilitación de viviendas en los barrios
Enrique Larrañaga, miembro de la Comisión de Urbanismo en la Academia Nacional de Ingeniería y Hábitat de Venezuela, consideró que la intervención del Estado en los barrios de Caracas debe basarse, más que en la construcción de nuevas viviendas, en la estructuración de esas grandes zonas con el resto de la ciudad, mediante la creación de acceso a servicios.
Esa idea que él plantea ya había empezado a tomar cuerpo hacia el año 2000, muy al principio del primer gobierno de Hugo Chávez, a través del diseño de planes de habilitación física de barrios desarrollados por los arquitectos Josefina Baldó y Federico Villanueva— que eran apoyados por el Consejo Nacional de Viviendas (Conavi). Sin embargo, según reseñan en el artículo de la Revista Venezolana de Análisis de Coyuntura Venezuela: Evolución histórica de las políticas y programas de vivienda, «las tensiones entre diferentes visiones sobre la política de vivienda se fueron acrecentando hasta entrar en conflicto».
Ahora, consideró Larrañaga, deben hacerse proyectos, no desde cero sino en función de una posible actualización o adaptación de los ya existentes, que contemplen el mapeo topográfico de los barrios de Caracas, que ya fue un trabajo hecho por Elizabeth Silva, para saber los patrones de crecimiento y las huellas de ocupación que ha dejado la expansión urbana en la ciudad. Así, además, podrán priorizarse los sectores y coordenadas de intervención.
«Las bases de datos se pueden utilizar para la provisión de servicios, recaudación de impuestos y el catastro, lo que contribuye a la inclusión de áreas informales en la economía formal. El reasentamiento de los residentes de barrios marginales lejos de sus viviendas y fuentes de ingresos genera costos demasiado altos. (…) El mejoramiento in situ debe considerarse como prioridad, salvo en lugares donde las viviendas se encuentran localizadas en áreas peligrosas y en lugares estratégicos para el planeamiento de la ciudad», reseña ONU Hábitat en su portal web.
«Hablar de rehabilitación de viviendas no es solo pintar las fachadas con ojitos de Chávez» dijo la urbanista María Estela Mangia, también implica el otorgamiento de titularidad de vivienda para que las familias puedan acudir a préstamos hipotecarios y poner en garantías sus viviendas a fin de hacer procesos de renovación internas.
En ciudades como Medellín, en la hermana Colombia, parte del proceso de rescate de la metrópolis también significó la creación de sistemas de Metrocable y escaleras mecánicas que conectan los asentamientos informales con la urbe. Se inició un proceso de renovación de espacios públicos cuyo mensaje era «ustedes también son ciudadanos de primera y merecen obras de primera», comentó Mangia, que insiste en que la contraparte de ese desarrollo se ve reflejado en la parroquia San Agustín, al sur de Caracas.
«Con el Metrocable de San Agustín lo que se hizo fue pasar un cable sin la intervención o incorporación de los habitantes. Tanto es así que la mayor parte de la población de esos barrios que están allí no tienen estación e igual tienen que tomar las busetas o Jeep o bajar a la ciudad a pie. Eso fue hecho, como todas las cosas hechas aquí, a punta de chapucería. La clave de Medellín no fue la construcción de las obras sino que el centro de ellas fue el ciudadano, y que se hicieron dentro del contexto de un plan estratégico que ha tenido continuidad, a pesar a de los cambios de los mandatos locales.
Educación ciudadana y economía urbana sostenible
En la región, Ciudad de Panamá y Bogotá —también en Colombia— se han transformado positivamente, aseguró Larrañaga. Unas se parecen social y topográficamente a Caracas. Otras no tanto, pero tienen modelos urbanos de los que se puede aprender.
El arquitecto Larrañaga contó que, por ejemplo, en Guayaquil, una urbe ecuatoriana, hubo un deterioro urbano —en parte atribuido a la presencia del puerto de Guayas— del que se logró salir con la recuperación de la costa como un paseo público en el que se instalaron actividades culturales que se aprovecharon también para generar otras actividades económicas en la zona.
«Consideraron que un mercado es también una actividad cultural. Se construyeron salas de exhibición, centros comunitarios, y eso sirvió para que en la zona cercana a ese litoral —que estaba muy depauperada y afectada por el deterioro general de la costa, con una serie de casas convertidas en bares de mal a muerte y pensiones muy abigarradas— se reconociera que había unos valores arquitectónicos y se hiciera un plan de recuperación física ambiental. Hoy en día opera (la ciudad) como uno de los destinos turísticos interesantes porque en varias de esas casas funcionan bares con música, restaurantes, galería, tiendas, talleres artesanales. Hay una vitalización económica que también incentiva la permeabilidad social», explicó Larrañaga.
Estos procesos deben ir acompañados, además, de una organización de finanzas administrativas municipales —que permite saber el presupuesto para el mantenimiento de zonas patrimoniales y espacios públicos recuperados—de programas de educación ciudadana sobre normas de convivencia. De hecho, se aplicaron en Bogotá y se enmarcaron en un plan en el que colaboraron la Cámara de Comercio bogotana y medios de comunicación como El Diario de Bogotá y El Tiempo. En Caracas, en sus tiempos mozos, también se implementaron.
«Los payasos se ponían en las esquinas y se burlaban de los conductores que se paraban en la cebra, en el rayado. Lo implementó la alcaldía de Sucre, en Miranda, cuando estuvo Carlos Ocariz y se hizo por un buen tiempo aquí en Caracas, pero allá en Bogotá tuvo su efecto porque se hizo dentro de algo macro y con la confluencia de grandes actores que permitieron que ese proyecto tuviera más largo aliento que un período que un alcalde mayor».