La carretera, por Luis Manuel Esculpi
Ese es el título de una novela premiada con el Politzer del gran escritor norteamericano Cormac McCarthy. Se desarrolla en un campo desolado y quemado donde presumiblemente ocurrió una explosión nuclear, rodeado de un ambiente tétrico y sombrío, un padre con su hijo recorre una carretera en busca del mar.
Viajan sin rumbo cierto y el progenitor se dedica a la protección del vástago de los pocos sobrevivientes que practican el canibalismo. La desesperación por alimentarse constituye una difícil misión en el escenario donde apenas quedan residuos de las formas de vida conocida.
La pareja hace el recorrido con un carrito de mercado con muy pocos enseres.
Su lectura atrapa, me mantuvo expectante y tenso hasta el final, fue llevada al cine, no la he podido ver, como si lo hice con otra novela del mismo autor «No es país para viejos» protagonizada por Javier Barden. En las novelas de McCarthy confluye la originalidad de sus tramas con un innovador estilo literario.
El escritor español Javier Marías una vez consultado por el diario El País si él era candidato al premio Nobel, respondió que «sí alguien merecía ese galardón era Cormac McCarthy.» Según se reseña en la contraportada del libro que poseo.
Esta introducción literaria la traigo a colación no por obra de alguna ficción distante de la realidad, por el contrario recordé la lectura a partir de las vivencias dramáticas de nuestra cotidianidad.
Nuestras carreteras, después de tener una de los sistemas viales mejores de América latina, en la actualidad están convertidas en un verdadero desastre por su estado y la inseguridad reinante en ellas. Viajar de noche constituye una verdadera aventura plagada de riesgos, en un ambiente solitario y desolador. Lo que no significa que el día brinde mayores seguridades. La imagen del carrito de mercado con muy escaso contenido tampoco nos es ajena.
En nuestro caso la catástrofe obedece al rotundo fracaso de un modelo que ha sumido el país en la peor crisis experimentada por la Venezuela contemporánea y que pretende continuar aplicando la macolla gobernante.
No debiera hablarse de accidente, fue un asesinato que ha conmovido a la nación
Las víctimas José Castillo y Luis Valbuena deportistas, peloteros profesionales de los Cardenales de Lara, que poseían experiencia en las grandes ligas. Dos nuevas víctimas de la inseguridad que campea en nuestras carreteras. Ahora seguramente el gobierno anunciará medidas especiales que durarán unos pocos días, para posteriormente regresar a la «normalidad» a la cual nos pretenden acostumbrar.
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A raíz del asesinato de esas figuras del deporte se produjo una insólita e infeliz declaración del Presidente de la Liga Venezolana de Béisbol Profesional Juan José Ávila quien afirmó: «La realidad es que si hubiesen viajado en el autobús, estas cosas no pasarían». Olvidando que los obstáculos que los delincuentes interpusieron en la vía, podían igualmente provocar que ese medio de transporte colectivo también se volcara. La lamentable declaración pareciera obedecer a una actitud complaciente, dirigida a congraciarse con el gobierno, por los doce millones de dólares que aportó para la realización del campeonato este año.
Existe además una tendencia que se expresa en las áreas más disímiles de la vida en sociedad, como es la de convertir a las víctimas en responsables de los crímenes por acción u omisión exonerando de responsabilidad a los verdaderos culpables.
El principal responsable de garantizar la seguridad vial y ciudadana es el gobierno, así como el mantenimiento de la las vías interurbanas, función que ha sido prácticamente abandonada.
Como fanático del béisbol, de los leones del Caracas, seguidor de la carrera de José Castillo a quien vi jugar en muchas oportunidades cuando vestía ese uniforme y admirador de los venezolanos que juegan en la gran carpa como Valbuena, expresó mi pesar y solidaridad con los sentimientos que abrigan nuestros compatriotas por tan lamentable pérdida,