La celada refrendaria, por Gregorio Salazar
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El ambiente era por demás festivo: envuelto discursivamente en las banderas de una «unión poderosa» para los venezolanos y la exaltación del nacionalismo territorial, Nicolás Maduro fue recibiendo, una a una, de manos de jóvenes venezolanos, ocho enormes estrellas blancas, alusión simbólica a las que lleva estampadas la enseña patria. Todo un lujo de campaña para un gobernante con 85 % de rechazo y con aspiraciones de mantenerse atornillado para toda la vida en el poder.
Ocurrió el jueves en un complejo deportivo del este mirandino de Caracas y dice la prensa oficialista que fueron 5 mil los asistentes que se reunieron para aclamar a Maduro y entregarle esas estrellas que simbolizan, según los organizadores, los ocho sectores juveniles convocados: cultores, estudiantes, trabajadores, deportistas, militares y policías, cultura urbana, científicos y defensores.
Por supuesto, semejante montaje de culto a la personalidad para decir que los jóvenes allí reunidos hicieron ofrenda de su identificación y de su esperanza a Maduro sólo era posible en el marco de una instrumentación partidaria semejante a la que se ha hecho del reclamo del Esequibo por vía de un referéndum. Fue precisamente la cabeza del actual régimen, siguiendo los pasos de su antecesor, quien hizo nugatorios derechos y oportunidades educativas y laborales a los sectores juveniles en una sociedad que por sobradas razones debió ser económicamente próspera. Por el contrario, los puso en estampida.
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Fue sobre este tipo de manipulaciones en provecho político electoral que llamaron a estar alertas los sectores de oposición. El comportamiento de Maduro les ha dado la razón. Lo de este acto con jóvenes incorporados clientelarmente a la maquinaria propagandística del régimen –que por supuesto tratarán de mantener activa durante todo el 2024– ha sido una de las tantas modalidades forzadas en la difícil tarea de sacar a Maduro de su arrinconamiento y baja popularidad para hacerse nuevamente con la agenda nacional, luego que las elecciones primarias ocuparon la escena durante los primeros nueves meses del 2023.
De cara al referéndum, la oposición aparece dividida entre quienes mayoritariamente se abstendrán y los que votarán parcialmente «no» a las últimas dos preguntas, lo cual ya coloca a esa opción en desventaja numérica. Lo más seguro es que el régimen proclamará ese resultado adverso como una derrota opositora, a la que no le faltará el remoquete de «antipatriota».
La programación y la celeridad con la que se puso en ejecución la campaña sobre el referéndum, y el mismo hecho de que fuera incorporado a las diferentes agendas de la mesa de diálogo con la oposición, indica que fue un plan concebido con muchísima antelación, por lo que es dable suponer que igualmente se tiene prevista la continuidad de una campaña post referéndum con el mismo sesgo que hemos visto.
Hay objetivos muy notorios: Maduro pretende demostrar, envuelto en una delirante retórica nacionalista –que no exhibe ante Cuba y otros cómplices— que es capaz de unificar y movilizar al país. Motorizar a todos los sectores y a todos los estratos sociales.
No en balde comenzó la campaña refrendaria con un acto en Miraflores, al cual acudieron sectores empresariales, políticos, académicos y mandatarios regionales entre otros. Su protagonismo refrendarios también le ha permitido despejar las dudas sobre quién será el candidato del PSUV.
Difícilmente algún venezolano haya escapado a la mega campaña propagandística, cuantiosamente financiada, para convencer a los venezolanos de votar en un referéndum que, como lo han explicado todos los más reputados expertos, no es vinculante para lo que se ventila en las instancias de la Corte Internacional de Justicia. Más allá de la retórica de Maduro y de las consignas de alta resonancia patriótica de las cuales se ha servido su sola presencia ha motivado la reticencia a la participación. Lejos de unir a la población hizo resurgir la grieta.
El Esequibo es nuestro y no es con celadas refrendarías que nos lo devolverán quienes, por sumisas adhesiones a los dictados del castrismo, más riesgos y retrocesos le imprimieron a esa justa lucha.
Gregorio Salazar es periodista. Exsecretario general del SNTP.
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