La ciudad de Pasquali, por Marco Negrón
Aunque graduado en Filosofía y profesor durante décadas de Filosofía Moral en la UCV, el extendido y bien ganado prestigio de Antonio Pasquali se asocia sobre todo a sus aportes a lo que él mismo llamaba “el hecho comunicante”. Por eso, seguramente, muchos se sorprenderán de que le dediquemos estas líneas en una columna que se ocupa de la ciudad.
Y es que ya en Bienvenido Global Village (1998), dedica todo un capítulo a “La ciudad, artefacto comunicante” donde sostiene que esta es, “en primer término, un gran aparato volumétrico y escénico que facilita la interactuación”, proponiendo la necesidad de reinterpretarla en términos comunicacionales. En su reflexión se pregunta si “la degradación de la urbe moderna no guardará alguna relación directa tanto con la profanación de espacios otrora sagrados y emblemáticos, como con la de sus principales patrones topográficos y expresivos de comunicación”, a partir de lo cual se plantearía, como terapia posible, “la necesidad de una especie de ‘re-sacralización’ laica… de ciertos espacios ciudadanos y de ciertas formas de comunicación… restaurando en ella algo del destruido y ancestral equilibrio sagrado/profano”, que, en traducción “laica”, él lee como el par público/privado.
Pero se ve que ni los alcaldes y concejales caraqueños, como tampoco muchos arquitectos y urbanistas, leyeron (¿será que leen?), entendieron (¿serán capaces de entender?) o no les importó su advertencia: precedida de otras lamentables experiencias, lo que hoy ocurre en la vieja urbanización Las Mercedes, en alianza impía entre especuladores inmobiliarios, autoridades municipales ignaras y urbanistas y arquitectos de ética profesional acomodaticia, es ejemplo en contrario de lo pregonado por Pasquali: no ya el predomino de lo profano (lo privado) sino su desbordamiento, su expansión monstruosa, hasta hacer de lo sagrado (lo público) una caricatura risible y grotesca.
Casi tres lustros después, en La comunicación mundo (2011), volvió a insistir sobre el tema dedicándole otro capítulo tan inquietante como estimulante.
Partiendo de los conceptos fundamentales enunciados en el texto de 1998, ahora aborda la actual crisis de la ciudad, caracterizada a su juicio por el final de “un binomio conceptual que acompaña la cultura occidental desde hace dos mil quinientos años”: el binomio de Utopía y Ciudad, con lo que quedaría comprometida “nuestra tradicional comprensión del fenómeno Ciudad”. Sin embargo, ocurre que ese final no parecieran registrarlo los pretendidos proyectistas y constructores de ciudades: “mucho discurso sobre la Ciudad sigue siendo reductivo (a listado de edificaciones), voluntarista, nostálgico, culterano, vetusto o estetizante, modelo revista de arquitectura en papel satinado años sesenta, pseudo-globalizado y oliendo a pachulí”.
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Pero que el referente teórico haya entrado en crisis no significa que la ciudad haya dejado de existir; por el contrario, está viva y creciendo a un ritmo sin precedentes, por lo que la pregunta inevitable (y apremiante) es si disponemos de sistemas categoriales que nos permitan ver el fenómeno urbano bajo una perspectiva nueva, capaz de “renovar la milenaria y hoy asfíctica reflexión sobre pólis”.
Para ello Pasquali propone “someter la Ciudad, y cada ciudad en concreto, a una exégesis comunicacional fundamental que entremezcle la gnoseología derivable de una de las categorías supremas del entendimiento, la Relación, con los axiomas esenciales que permiten concebir la Moral y la Política como aplicaciones de dicha Relación a escala antropológico-práctica, y con los grandes teoremas de las novísimas Teorías de la Comunicación y de la Información”.
Si lo hubiera podido leer, Antonio me habría retirado la palabra para siempre por este horrendo copy/paste con el que he intentado transmitir sus ideas, pero mi esperanza es que incite a alguno a ir a los textos originales, a adentrarse en sus reflexiones y a tratar de experimentar con sus propuestas gnoseológicas.
También lo echaremos de menos quienes intentamos descifrar no la Ciudad, sino apenas esta modesta pero real y maltratada urbe en que nos ha tocado vivir.