La clave o la fábrica de corruptos, por Aglaya Kinzbruner
Twitter: @kinzbruner
Como todos saben, cualquier palabra encierra más de un sentido. Por ejemplo, dar el parte puede significar informar. También dar una parte de algo, quizás de una información. En términos de fake news podría ser una noticia cierta en un 30% y falsa en un 70%. O al revés. Ahora quitando de la expresión idiomática un inocente artículo como «el» quedaría la expresión abreviada a dar parte, ah, ahí cambia todo porque nos podríamos quedar con un soborno de facto, un sobornado y un actante.
Y es que después de la gigantesca redada que hicieron los del gobierno a unos «compais» en puestos oficiales están totalmente chingos por apresar a unos cuantos corruptos del lado opuesto para que el asunto parezca ¡más equilibrado! Y así ¡se puso en marcha la «fabrica» de corruptos de la oposición!
No es fácil, decía el Ciudadano. ¡Cómo lo echamos de menos! Para contar el cuento completo conviene recurrir a unas claves. La que tenemos más a mano sería el lenguaje de las telenovelas mexicanas. Toda telenovela que se respeta tiene, por ejemplo, un narco. También una heroína que para un país que tanto defiende todo lo indígena ¡cosa rara! siempre es rubia de ojos claros. En algún momento de la trama ha sido acusada de algo horrible, espantoso y tiene que llorar en cámara seguramente con la ayuda de alguna agua envasada en botellita plástica que solo tiene que exprimir un poco para que salga un chorro de agua, perdón de lágrimas.
*Lea también: Laura no está, Laura se fue, por Omar Pineda
El que rescata a la heroína puede ser el policía bueno —que realmente representa una minoría porque para cada policía bueno hay dos malos (en la novela)— que, en realidad, es informante del narco que es malo como nadie pero tiene su corazoncito, aunque al final seguramente desaparece para gran alegría del policía bueno. Parece complicado, pero no lo es, teniendo en cuenta que está escrito en clave que no debe ser descifrada antes que termine la telenovela.
Esta debe durar un tiempo predeterminado a menos que baje la audiencia, cosa que sería tremendo gaje del oficio. Para que esto no suceda la heroína dará tremendos picones que, hay que admitirlo, distraen un poco, por lo menos a la teleaudiencia masculina.
Mientras tanto el policía bueno ha sido encarcelado por una trampa que ideó el narco sirviéndose de los dos informantes que tiene en la policía. Al final todo termina bien. La heroína se casa con el policía bueno que se salva de la trampa y le compra un sostén para que evidencie menos las tetis que tenían en ascuas a los muy machos televidentes masculinos. El narco huye por el Darién y se lo come una serpiente amazónica que el libretista no sabe qué hacía allí ya que su hábitat es otro.
El departamento de policía tiene que ser reestructurado con la excepción de la policía anticorrupción que realmente nunca existió, era algo así como una reductio ad absurdum. En el país se celebran elecciones adelantadas y gana la oposición porque llegan las delegaciones de la Unión Europea que no habían sido invitadas porque la señora Von der Leyen repetía siempre la cantilena cansona de elecciones creíbles.
Sin embargo, los delegados habían oído hablar de las cachapas de maíz calientes y las mujeres tiernas o quizás las cachapas tiernas y las mujeres calientes. Realmente el orden de los factores no altera el producto.
Se liberan a los presos políticos y le dan los cargos que tenían antes los oficiales corruptos. Y vivieron felices por siempre.
Aglaya Kinzbruner es narradora y cronista venezolana.
TalCual no se hace responsable por las opiniones emitidas por el autor de este artículo