La complicidad de Kevin Johansen y Liniers se hizo fiesta en Caracas
El alaskeño Kevin Johansen y el argentino Liniers colmaron las salas del Centro de Arte Moderno de Caracas para dibujar un repertorio de canciones que se pasearon por casi 25 años de discografía. Un concierto tan íntimo como emocionante, que dejó arte en avioncitos de papel y brindó banda sonora a los recuerdos de quienes ocuparon las butacas
Fotos: Víctor Amaya
Con las risas como aplausos y sin más banda que la complicidad entre ambos, Kevin Johansen tocó un sólido repertorio ilustrado por la creatividad del argentino Liniers. Fue el regreso a Caracas luego de una década de ausencia, y tres discos publicados en el camino, con un show íntimo. Dos artistas, una pantalla y una alfombra. Nada más hizo falta.
Cualquiera diría -ellos, en realidad- que Caracas necesitaba un espectáculo como este, que la ciudad no estaría completa en su vida cultural sin ellos subiendo de nuevo a esa tarima bifocal, estrábica, polarizada del Centro de Arte Moderno de la capital, que los vio dibujar canciones hace tantos años atrás. Parte de esa humildad argentina que a uno le viene 100% por nacimiento y al otro al 50% por código postal.
Casi una treintena de canciones cautivaron al respetable tanto como los trazos del dibujante que usó pinceles, creyones y hasta sus dedos cargados de colores para dibujar las líricas, las emociones y las interpretaciones de un repertorio que se paseó por una amplia discografía.
Allí sonaron desde «Mc Guevara’s o Che Donald’s», «El círculo» o «En mi cabeza» de aquel primer álbum de hace casi un cuarto de siglo, hasta «Vals de la luna», «Quiero mejor» y «Puntos equidistantes», del más reciente publicado este año.
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En el camino, uno tras otros los temas que conectan con la comedia, con el espíritu latinoamericano y, especialmente, con las vivencias mundanas que nos hacen humanos. Hubo espacio para intelectualidades con «La chanson de Prevert», comentario social con «S.O.S. tan fashion (emergency)», reflexiones con «Baja la tierra» y migraciones del «Sur o no sur».
Pero quizá las canciones que llegaron mejor a la audiencia son las que completan las experiencias personales de quien escucha. En «Desde que te perdí» se escucharon susurros acompañando al cantante, y algunas lágrimas bajaron por mejillas. En «Amor finito» una nota sostenida emocionó al más duro. «Es como el día» le inyectó optimismo a alguna otra. «Tú ve» le brindó esperanzas a cualquiera. «Anoche soñé contigo» conectó amores eternos.
El repertorio se mantuvo muy parecido ambos días, con pocas excepciones. Si un día sonó «La procesión» -una rareza, hay que decir-, el otro «Puntos equidistantes». Si un día sonó «Daisy», el otro «My name is Peligro».
En ambas fechas, se escuchó una emocionada interpretación de «Coffe and tea», gracias a la participación del venezolano José Delgado, invitado a tarima para compartir la genial canción y ganarse su dibujo, como no ocurría desde 2012.
Los conciertos de Kevin Johansen y Liniers se sostienen sobre la camaradería, una amistad añejada a punta de vinos, acordes y pinceladas que los hace cómplices, que los complementan, que permiten que la creatividad se cuele entre chistes, anécdotas e intercambios de roles.
Espectáculos que terminan con una parranda en el escenario, colmado de bailarines surgidos de cada butaca, entusiastas de retratarse como «Cumbiera intelectual» y moviéndose al ritmo de «Guacamole»; para despedirse con el regalo de originales firmados por Liniers que entrega a la audiencia como tributo, como recuerdo, como arte efímero de su show -para él- pero perdurable en manos de quienes lo vieron crearlo, gracias a Ventura Producciones.
El «Zurdo» Roizner tuvo aplausos hasta arriba, Liniers tuvo ovaciones (y muchos «awww») , Kevin se llevó abrazos. Caracas vivió su «Fin de fiesta».