La confesión de un dictador, por Luis Ernesto Aparicio M.
Twitter: @aparicioluis
Para un dictador, reconocer asuntos que le competen de su gestión no se encuentra escrito en su libreto, ni en el mental, ni en algún lugar físico; mucho menos si se trata de reconocer que en sus actos hay detalles que confirman que es lo que es, simplemente un dictador y aunque no soy un especialista en los conceptos y las caracterización de una dictadura, lo que Nicolás Maduro ha dicho en sus peroratas televisadas o ha sido una intencionada afirmación o simplemente es una fuga, como muchas otras, de su cerebro.
Veamos el panorama, desde que Nicolás Maduro asumió el trono, la banda o el cetro de manos del otro gran dictador y autor del manual –no escrito– de como destruir a un país, todos sabíamos, incluyendo a los seguidores del primero, que su cabeza puede ser usada para el sombrero y sin embargo sería capaz de romperlo con ella. Pese a esa debilidad del dictador venezolano de turno, Chávez sabía que dejaba a su lado a los jefes de la perversión que se ocuparían de lo que se ocupan en la actualidad: engañar a cuanto papanatas encuentran a su paso y consolidarse en el poder.
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Lo confesado por Nicolas Maduro sobre los procesos electorales o las elecciones, para muchos ha sido la ratificación de lo que han venido ejecutando en cada contienda electoral, exceptuando la del 2015, en donde por un error de calculo y exceso de triunfalismo, perdieron, de manera aplastante, el control de la Asamblea Nacional. No es el trabajo de, precisamente, manipular resultados desde computadoras ocultas o –suponemos– ocultar enanitos que van metidos en las máquinas de votación para cambiar los votos.
Mucho antes del 2015, 2013 para ser exactos, Maduro y sus socios ya habían puesto a prueba algunos movimientos electorales que les abría la puerta de la imaginación dañina, sabían que el sistema electoral automatizado era garantía de seguridad para el voto, pero la Fuerza Armada no lo era tanto, sumado a los cambios que se habían realizado en el reglamento electoral y que afectaba la distribución de los centros electorales, les daba esa ventaja mínima que necesitaban.
Así obtuvieron un triunfo cerrado que les permitió, incluso, desalentar la creencia en el voto y dividir –algo que no es muy difícil– a la oposición.
De esos antecedentes, podemos saltar al asunto, Nicolás Maduro confiesa que no hay transparencias en las elecciones y que solo él puede convertirlas en limpias y honestas. Esta revelación no es una novedad, de acuerdo con algunas referencias, como los que citaba anteriormente, para los venezolanos y mucho más para los que han estado al frente de la oposición. Ahora bien, para el mundo, lo dicho por Maduro da para asombrarse y descubrir que en Venezuela hay un dictador que utiliza el engaño y la cortina del voto, para permanecer en el poder.
En su confesión, deja ver lo que Maduro y sus secuaces piensan sobre lo que es una negociación. Pide que le ofrezcan las garantías –el levantamiento total de las sanciones– para así desbloquear las trampas que han extendido durante todo el camino electoral. No obstante, esa solicitud, debería ser el catalizador que permita entender los niveles de control que tiene sobre el voto y pensar que el entendimiento que se pretende no podría tener los resultados que se esperan, en lo inmediato.
Este último escenario lo conoce muy bien el dictador y sus socios, de allí que comience la jugada sobre el uso de la incertidumbre, que en política pesa y mucho, sobre todo en cuanto a la probable fecha para la realización de las elecciones presidenciales, aun y en el entendido que se llevarían a cabo en 2024. Mientras no exista una señal cercana sobre una fecha, el proceso de desgaste para la oposición y promotores de la negociación dejará las secuelas que busca lograr la dictadura.
Solo resta pensar que, del lado opositor, se haya tomado en cuenta este «juego de cartas» de Nicolas Maduro y sus secuaces, para así ir anticipando los movimientos necesarios y no quedar fuera de juego por la reducción de los grados de libertad que estos comienzan a aplicar con sus «indecisiones» y el no cumplimiento de los compromisos.
Estamos claros que los dictadores están buscando –a cada momento– la poca o nula motivación de sus adversarios y eso es lo que precisamente comienza a poner en marcha la dictadura que posee el control en Venezuela. Crear mella y sembrar la desilusión, es su plan perfecto. Mucho más si cuenta con una supuesta contraparte que se enrola en las campañas de descrédito hacía la misma oposición, buscando salidas ilusorias y sin ninguna garantía de triunfo.
Luis Ernesto Aparicio M. es periodista, exjefe de Prensa de la MUD
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