La conjura de Capriles, por Wilfredo Velásquez
Twitter: @wilvelasquez
El pacto secreto de Enrique Capriles con el régimen, probablemente se enmarque en el proyecto de largo aliento, ideado por el gobierno miraflorino, para terminar con el gobierno interino de Guaidó. Visto en la distancia, desde que el presentador de los mediodías, sacó de sus tumbas políticas a la franquicia masista, con el propósito de construir una oposición controlada que le permitiera fingir un diálogo, tal como el que se produjo en la mesita, debió rondar en las cabezas del régimen la necesidad de contar con un miembro de la unidad que estuviera dispuesto a debilitar el gobierno interino, bien sea porque no le abrieron espacio en el mismo, o porque “tuvieran argumentos contundentes” que le permitieran convencerlo de tan triste alianza.
La oferta pública de compra de diputados que lanzó el gobierno no era aplicable al líder de encendido lenguaje y débiles posturas, no creo que su pase a las esferas del régimen haya sido producto de ninguna transacción mercantil, porque no es comprable, (al menos, es lo que yo pienso). Pero otra cosa son las ambiciones, no es fácil, después de tanta lucha verse desplazado por el pupilo de su principal rival en la carrera hacia la presidencia. Porque es necesario resaltarlo, el jovencito inexperto que por azarosas razones se convirtió en Presidente Interino, no supo manejar muchas cosas relacionadas con la sorpresiva posición política que le tocó.
Al menos diecisiete meses, le costaron al país azotado por la crisis humanitaria, que el joven presidente entendiera la magnitud de las responsabilidades que tardíamente está asumiendo. En ese juego, de manera poco democrática, no fue capaz de ver más allá del cerco que le montó el llamado G4.
Deslumbrado por el reconocimiento internacional, el protagonismo, su círculo de asesores y todo lo que eso conlleva, descuidó a los demás actores de esta larga lucha contra la dictadura, entre ellos al pueblo que se comprometió con la estrategia planteada, no supo manejar lo fundamental de su interinato: Gobernar y luchar. Dio más peso a la parte formal, la parte simbólica y representativa y ahora, la unidad, la oposición en su conjunto y el país estamos pagando este desliz, que es lo que le están cobrando, líderes como Capriles, Ledezma y María Corina Machado.
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La estrategia del régimen ha dado frutos, están cosechando del conuco de la oposición y la farsa electoral les llevará al triunfo seguro. Manejan el CNE, conformaron la oposición controlada, integrada por los participantes en la mesita y los diputados vendidos, designaron las directivas ad hoc de los principales partidos, controlan las tarjetas de dichos partidos montaron un conveniente sistema de postulaciones, con unas listas que desde ya le garantizan la mayoría, compraron las máquinas electorales (hardware), manejan el software, pueden reubicar a los electores para evitar la participación o para fortalecer los circuitos que les convengan, eliminaron la elección secreta de los representantes indígenas, descartaron la participación de la diáspora y tienen como se diría en buen venezolano la plata de la campaña y las uñas libres.
Aun así Capriles decide acompañarlos, mientras en su huida hacia los brazos de la dictadura va soltando bombas contra el gobierno interino. Difícil creer en su inocencia.
Por el peso político de Capriles y su arraigo en el sentir del pueblo opositor, termina siendo la pieza más valiosa del régimen en este juego macabro que pretende eliminar el gobierno interino, con su postura no solo divide la oposición, sino que, en claro apoyo al régimen, la fragmenta.
Si Capriles en su acuerdo con el régimen consigue destruir el gobierno interino, lograría en primer lugar eliminar el vocero legítimo ante los gobiernos y organizaciones que nos ayudan en la lucha por la libertad y la restauración de la democracia, conseguiría eliminar la representación que se ha logrado en los organismos internacionales, tales como la OEA, eliminaría la representación diplomática que se ha logrado en por lo menos sesenta países, permitiría al régimen retomar y utilizar para la sostenibilidad del gobierno miraflorino los activos recuperados, tratarían de eliminar las sanciones contra el gobierno y contra sus personeros, debilitaría la lucha por los derechos humanos, la denuncia de la ocupación de nuestro territorio por fuerzas extranjeras y organizaciones de carácter terrorista, imposibilitaría la lucha contra el desastre ecológico que están causando y la defensa medioambiental, acrecentaría la crisis humanitaria compleja e impediría la entrada de la ayuda humanitaria y la atención efectiva del covid 19.
No son estas las únicas desgracias que puede causar Capriles si logra destruir el gobierno interino, podría enumerar muchas otras, aunque la fundamental, con el solo anuncio de su acuerdo con el régimen ya la logró: Darle aliento, procurarle legitimidad y dividir la oposición.
En la antipatriótica conjura Capriles no estuvo solo, probablemente contó con el velado apoyo de la CEV, lo que explicaría la propuesta central de la carta que usó el conjurado, para justificar su postura en sus primeras declaraciones, es probable que le hayan acompañado miembros del sector empresarial y quizás algunos militares activos y retirados, que ahora visto el rotundo rechazo que causa la traición de Capriles, se cuidarán de apoyarle públicamente.
Solo Él conoce sus motivaciones, esgrimir el fracaso del gobierno interino, no es la verdadera razón y menos sabiendo que buena parte de ese gobierno está conformado por miembros de su partido, al que extrañamente le revocan la decisión que le arrebataba la dirección a sus representantes legítimos. Capriles está inhabilitado por 15 años, pero a nadie le sorprendería que dicha medida sea revocada, por otro lado, el ambiguo comunicado de su partido no hace referencia a la componenda de su dirigente con el régimen, lo que hace pensar que algunos de su dirección estaban en este juego en que el excandidato jugó posición adelantada.
En esta conjura contra el país, el actor principal queda solo. Como en todas las traiciones fallidas, los conjurados se ocultan cobardemente, esperando mejores oportunidades. Así como todavía no se sabe si aún quedan algunos a quienes no les ha brotado la ponzoña del alacrán, tampoco sabremos quienes son los que, como Capriles, están dispuestos a rendirse ante el régimen.
Dicen los comunistas y es aplicable a todo el que lucha: “cualquiera tiene derecho a cansarse, pero no puede seguir siendo vanguardia”.
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