La corte de los milagros, por Paulina Gamus
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Así se llamó, desde tiempos de Luis XIV, una zona de París habitada por toda suerte de marginales: inmigrantes pobres, mendigos y ladrones. Con el paso de los años y siendo mucha la pobreza general, los mendigos de la Corte de los Milagros (y a ello se debe su nombre) comenzaron a fingir diferentes tipos de discapacidades para obtener mayores limosnas, eran ciegos o lisiados que al regresar a su barrio recuperaban la normalidad.
El gran novelista, dramaturgo y poeta gallego Ramón del Valle Inclán, utilizó ese título para su novela en la que ridiculiza los últimos años del reinado de Fernando VII, las intrigas alrededor de su hermano y la subida al trono de Isabel II . Hizo una de esos hechos políticos una caricatura «de lo que ya de por sí era una realidad esperpéntica».
Sirva esta introducción para hablar más adelante de otras realidades menos monárquicas y más esperpénticas. Pero ahora quisiera referirme, aunque parezca que cambio de tema, a la magia. Tengo amigos a quienes estimo, que han hecho de la magia su diversión o su profesión. Sin querer ofenderlos debo confesar que nunca he sido aficionada a esos espectáculos. Sólo un mago me ha entusiasmado y fue un personaje de ficción. Se trata de uno que aparece en la trilogía «Historias (o Cuentos) de Nueva York» en la que tres famosos directores neoyorquinos: Francis Ford Coppola, Martín Scorsese y Woody Allen, los dos primeros de origen italiano y el tercero judío, dirigen cada uno una historia que se desarrolla en esa ciudad que aman. Woody Allen –además– protagoniza la suya.
Woody Allen entonces emparejado con la arpía (en mi opinión) Mia Farrow que es la coprotagonista, invita a su mamá a un espectáculo de magia. El mago elige a la malhumorada señora Allen para uno de sus números que consiste en encerrarla en un cajón vertical, desaparecerla, «nada por aquí nada por allá» y luego hacerla aparecer. Pero algo falla y la madre de Woody desaparece definitivamente.
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El mago, como una forma de compensar al hijo por la pérdida de la madre, le regala entradas para diez funciones. El hijo está angustiado, sea y cómo sea, madre no hay más que una. Pero desde ese momento y sin pausa, el rostro de su mamá, la típica «Idishe» mame o madre judía, le da órdenes desde el cielo, algo que toda la ciudad de Nueva York puede ver y oír. Le dice lo mal que opina de su pareja, lo que debe comer, como debe vestirse. En fin, intenta seguir controlando su vida desde el más allá.
Hemos hablado antes de la Corte de los Milagros, la novela de Valle Inclán, que describe una realidad política «esperpéntica». Así viene ocurriendo con lo que una vez fue la Corte Suprema de Justicia y, desde que la revolución chavista cambió todo como si los nuevos nombres pudieran esconder el saqueo y la destrucción de Venezuela, pasó a llamarse Tribunal Supremo de Justicia. Ese Tribunal acaba de sentenciar que la Primaria del 22 de octubre de 2023 no existió.
Es como si nunca se hubiese realizado y por supuesto no tiene efectos. Al mismo tiempo la fiscalía general cita e interroga durante 10 horas a los directivos de la Comisión Nacional de una Primaria que no sucedió ni tiene efectos.
Mientras eso ocurre y guardando las diferencias, con María Corina Machado ha sucedido algo similar que con la mamá de Woody Allen en Historias de Nueva York. El mago incompetente y esperpéntico (Tribunal Supremo de Justicia) la «desapareció» pero ella está presente en la mente y en el corazón de cada uno del 1.473,105 que votamos por ella (el 92,56%). No grita desde el cielo como la mamá de Woody Allen pero eso no es necesario para que cada persona no hipnotizada por el relato surrealista del régimen, sepa quién es la candidata que arrasó en la Primaria hasta convertirse en la piedra más molesta en el zapato de Maduro y su entorno.