La credibilidad perdida, por Luis Manuel Esculpi
Los acontecimientos sucedidos en la avenida Bolívar con motivo de la conmemoración del aniversario de la Guardia Nacional, han provocado que al margen de la versión oficial hayan surgido múltiples versiones sobre lo ocurrido.
Las organizaciones de la oposición democrática – como es natural -han marcado distancia y han reafirmado su disposición a transitar la ruta constitucional y democrática. A la vez que exigen seriedad en la investigación de los hechos, algunas han manifestado desconfianza ante las contradicciones evidenciadas por los voceros oficiales. Alertan también que ese evento no sea utilizado para aumentar la represión, desconocer el derecho a la protesta y desviar la atención sobre la grave crisis que confrontamos. Al hacerlo en alguna medida están recogiendo la percepción que buena parte de los venezolanos tienen de la narrativa gubernamental.
En las redes sociales, independientemente de las exageraciones y de la manera como se expresan allí los debates, se han publicado diversas hipótesis y planteado muchas interrogantes pertinentes, con razonamientos y argumentaciones que fundamentan las dudas sobre lo que realmente aconteció.
La explosión de los drones (¿dos o tres? ), el incendio de un apartamento, el empleo de C4, la información de oficiales heridos y la circulación de los vídeos han servido de respaldo a las variadas elucubraciones que circulan por las redes.
La desconfianza acerca del discurso oficial no está reducida a ese ámbito: relataba un amigo que el día domingo caminó desde la estación Capitolio hasta el Mercado de Quinta Crespo y aunque no había la concurrencia habitual, con los pocos paisanos que pudo conversar, comentaban los sucesos de la avenida Bolívar y lo hacían para denostar del gobierno, en su recorrido por la Baralt -otra hora reducto oficialista- no observó a ningún defensor de la gestión de Maduro.
Si tomamos como verdadero el relato gubernamental, del supuesto atentado, hay algo que no puede pasar desapercibido, como lo es la vulnerabilidad de la seguridad de la cual se supone estaría blindada dada las amenazas que permanentemente se menciona en las disertaciones y en la propaganda.
Al Maduro señalar que «no se conoce de manera abierta» otro atentado desde el que sufriera Rómulo Betancourt, está desmintiendo sus anteriores y frecuentes denuncias así como las muy reiteradas de su antecesor. Cuando el ministro de comunicaciones y el propio Presidente al dirigirse al país, reseñan un comportamiento de la formación militar absolutamente distinta al que se observa en el vídeo que recorrió el mundo, resulta obvio que falsean la realidad.
Ante este tipo de acontecimientos es frecuente que además de la versión oficial surjan otras, pero en este caso la proliferación de interpretaciones, en donde la mayoría considera que todo fue un «montaje» del gobierno, obedece -en nuestra opinión- a que este no sólo ha perdido respaldo y apoyo, encontrándose prácticamente aislado, sino lo que es aún más grave carece de credibilidad incluso entre sus partidarios, porque miente descarada y permanentemente
Cuando los gobernantes dejan de tener esa cualidad, difícilmente la recuperan y su situación cada vez se hace más precaria. Si a eso le añadimos la tragedia que significa la hiperinflación, el drama de los servicios públicos y el anuncio de medidas que no atacan la raíz de los problemas; la situación del gobierno está sumamente comprometida. En tal sentido las exigencias que desde distintos sectores de la sociedad, se le formulan a la dirección de las organizaciones integrantes de la oposición democrática se justifican plenamente. La recomposición de la unidad, la coordinación para actuar conjuntamente y la definición de una estrategia común, son requisitos indispensables para colocarse en sintonía con las aspiraciones y el clamor de la mayoría.