La demagogia se paga, por Teodoro Petkoff
Quién diría que alguna vez íbamos a oír en boca de Hugo Chávez una frase como esta, refiriéndose a los buhoneros: “Vamos a dialogar, y si no aceptan soluciones, se sacan; ese es un espacio público, no de ellos. Tienen que respetar los derechos colectivos”.
¡Vaya, vaya! Búsquense las declaraciones de todos los gobernadores y alcaldes que Caracas ha tenido y, comas más, comas menos, el eco es el mismo. La lengua, sin duda, es el castigo del cuerpo. Y más tratándose de una lengua tan multisápida como la del Presidente.
Pero no es que en materia de buhoneros haya llegado a una nueva comprensión del problema. No es porque haya pensado mucho sobre el tema sino por pura pena. De tanto viajar por capitales latinoamericanas ha podido comparar el desastre que es Caracas al lado de Bogotá, Quito, Lima, Santiago Buenos Aires. “Qué pena con esos señores que nos visitan, qué irán a decir”. Ciudades que hasta hace poco estaban también tomadas por vendedores callejeros pero donde gobiernos locales con imaginación y sensibilidad (Bogotá un caso emblemático, también Lima) han buscado soluciones humanas y, además, económicamente viables para los buhoneros. Chávez ponía el domingo el ejemplo de Quito y hasta recomendaba invitar al alcalde de esa ciudad para que dé algunas lecciones a Barreto y a Bernal.
Pero, en fin, más vale tarde que nunca. Ojalá que la cosa no quede en el rincón de los cachivaches prometidos a lo largo de estos años y de verdad se encuentren salidas para este macroproblema, nada fácil de resolver… a menos, desde luego, tal como lo sugiere su amenazante frase ( “si no atienden soluciones, se sacan” ), proceda a palo limpio.
Sin embargo, quien necesitaba las lecciones del alcalde quiteño es el propio Magnón, emperador de la galaxia. Si alguien es responsable de la gigantesca proliferación de la buhonería en Caracas y otras ciudades es su propio gobierno. En 1999 o 2000, cuando Bernal intentó preservar algunos espacios públicos, Chávez tronó: “Con los buhoneros no se metan”. Por supuesto, desde allí en adelante, entre la destrucción de puestos de trabajo que su política económica ha producido y esa frase ultrademagógica, la buhonería tomó la ciudad. Ninguna autoridad se atrevió a buscar soluciones reales porque eso habría sido meterse” con los buhoneros protegidos por el toro que más muge en el corral chavista. El problema que todavía era manejable en 1999-2000 se volvió literalmente inmanejable a estas alturas. La demagogia tiene su precio. Igualito que con lo de la gasolina. Ocho larguísimos años necesitó Magnón, emperador de la galaxia, para que le cayera la locha con lo de la gasolina; el mismo tiempo que precisó para entender que “los espacios públicos” son de todos, “no de ellos”.
Pero ocurre que “ellos” son unos venezolanos que se baten a brazo partido con la vida para poder subsistir, tan víctimas de las mafias como de los malos gobiernos. Si los “sacan” antes de crearles alternativas viables, volverán. Ni siquiera con un policía por cada metro podrán impedirlo.