La derrota real del terrorismo pasa por el Medio Oriente

En la Asamblea de Naciones Unidas se produjo una llamativa coincidencia entre George Bush y Hugo Chávez en relación con el Estado palestino. Ambos se refirieron al tema desde una perspectiva positiva, es decir la de abogar por su creación. Por supuesto, lo importante es que lo haya dicho Bush, haciendo suyo un parecer que podría ser considerado como propio de sectores más bien radicales en el mundo, y que por tanto no resultaba extraño en boca de Chávez.
Debemos saludar el punto de vista expresado por el Presidente norteamericano. Es un enfoque correcto, porque va al centro del problema político que subyace en el del hiperterrorismo global. A éste hay que despojarlo del pretexto político que le sirve de base de sustentación. Varias veces hemos expresado el criterio de que no se trata de un «choque de civilizaciones» ni de una «guerra de religiones», por mucho que el fundamentalismo de Bin Laden quiera darle esa dimensión y también algunos opinadores de Occidente. Los Bin Laden se alimentan básicamente del conflicto israelí-palestino. Es de ese conflicto no resuelto de donde se nutren tanto los grupos extremistas palestinos como los terroristas globales a lo Bin Laden, pero también los grupos extremistas israelíes. La desgracia en el Medio Oriente es que hoy ambos sectores están dominados por sus posturas más extremas. En el lado palestino Arafat es prácticamente un rehén de los grupos radicales y en Israel, las posturas extremas predominan en el gobierno de Sharon.
De lo que se trata es, precisamente, de restablecer el espíritu de los acuerdos de Oslo para aislar a los extremismos de lado y lado y facilitar que los arquitectos de aquellos acuerdos retomen la conducción por ambas partes, para restablecer el espíritu negociador.
Nadie creerá que Bush está sugiriendo la desaparición de Israel cuando postula la necesidad del Estado palestino. Sharon pretendió chantajear al mundo cuando intentó comparar una solución al conflicto con la entrega de Checoeslovaquia a Hitler. La existencia del Estado de Israel está fuera de toda discusión, pero la del Estado palestino, implícita en los acuerdos de Oslo, sí ha venido siendo saboteada por Sharon y los fundamentalistas israelíes. De hecho, comparar la entrega de Checoeslovaquia con una supuesta «entrega» de Israel habla bien de las concepciones extremas que predominan en la cúpula gubernamental israelí. Estas concepciones se dan la mano con las de sus enemigos. Cuando Sharon llevó a cabo la provocación que fue la visita a la explanada de la mezquita sabía perfectamente que iba a poner en marcha el infernal mecanismo de la violencia terrorista palestina, así como el de la violencia del terrorismo de Estado israelí, y que cabalgando sobre el apocalíptico caballo de la violencia iba a acceder al gobierno de su país, para echar atrás todo lo que los gobiernos laboristas, con no pocas dificultades derivadas de la rigidez palestina, habían avanzado en el camino de Oslo.
Ojalá que el planteamiento de Bush implique un real compromiso de Occidente en la búsqueda de una solución justa y equitativa en el Medio Oriente, que daría una enorme profundidad y legitimidad a la operación «Libertad Perdurable».