La desconfianza, por Teodoro Petkoff
La primera y última razón que se esgrime para llamar a no votar es la desconfianza en el CNE. El argumento es simple: hagamos lo que hagamos, siempre nos van a hacer trampa. Pocas cosas han sido más suicidas y desmovilizadoras que esta afirmación, sostenida con la fuerza de un dogma. Tiene, desde luego, un punto de apoyo en la realidad: el CNE está completamente controlado por el gobierno. Eso es absolutamente cierto y existen razones objetivas para desconfiar de ese organismo. Pero, aun así, ¿puede el CNE voltear completamente un determinado resultado electoral? ¿Qué dice la experiencia? Dice que en mesa donde no había testigos de la oposición, los miembros del oficialismo hacían lo que les daba la gana, pero también dice que en mesa donde los había las irregularidades fueron mínimas. De hecho, la auditoría de las cajas mostró absoluta coincidencia con los resultados arrojados por las máquinas.
Moraleja: hay que tener testigos en todas las mesas o te hacen trampa. Irregularidades hubo pero los resultados globales correspondieron siempre a lo que las encuestas previas registraban y a lo que demostró la auditoría de las cajas.
En el RR la oposición ganó en Caracas, también en Maracaibo y en Valencia, las tres ciudades más importantes del país. Si el CNE puede cambiar cualquier resultado, ¿por qué no volteó estos, dado el interés que podría haber tenido el gobierno en ganar en las tres primeras ciudades del país, en especial en Caracas? ¿Por qué no trampeó los resultados allí? Tarek ganó la Gobernación de Anzoátegui, pero la oposición conquistó 12 de las 21 alcaldías. ¿Cómo fue posible trampa tan sofisticada? En San Cristóbal ganó el SÍ y también ganó la alcaldía. En Mérida ganó el SÍ, pero la oposición perdió la alcaldía. ¿Trampa? En San Cristóbal hubo un candidato único de la oposición en tanto que en Mérida hubo tres. ¿Quién se hizo la «trampa»? Si sólo en Chacao la gente hubiera
votado como lo hizo en el RR, Enrique Mendoza habría ganado de calle, pero la enorme abstención le dio la victoria a Diosdado Cabello. El «Pollito» Salas Feo perdió por 2 mil votos. Admitamos que esa mínima diferencia pudo haber sido producto de irregularidades, pero la verdad es que si el Norte de Valencia hubiera votado como lo hizo en el RR, el «Pollito» habría ganado holgadamente. Carlos Ocariz en la Alcaldía de Sucre es otro ejemplo.
Perdió por mínima diferencia. Lo hizo perder la abstención en las urbanizaciones. Se retruca diciendo que, de todos modos, les habrían hecho trampa. Habría que explicar, entonces, cómo fue que pudo ganar Manuel Rosales, en el estado más grande e importante del país, el que más le interesaba al gobierno. ¿Por qué aquí no hubo trampa? El gobierno ganó 22 de las 24 gobernaciones y casi 300 de las 335 alcaldías, así como todos los concejos municipales, lo mismo que la Asamblea Nacional completa. La trampa estuvo en la masiva abstención de la oposición. Nada demuestra más elocuentemente la esterilidad de la política abstencionista que estos resultados catastróficos. Abstención que no presente una alternativa al mero hecho de no votar es apenas un gesto. Un gesto políticamente ineficiente. A menos que se crea que la oposición es más efectiva sin gobernadores, sin alcaldes, sin concejales y sin parlamentarios. Todo esto lo señalamos no para darle un aval al CNE, que no lo merece, ni para negar la comisión de irregularidades, que las hubo, sino para indicar que un fraude masivo, que produzca un resultado diametralmente opuesto al que habría sido el verdadero, es imposible, siempre que la oposición esté presente en las mesas electorales. Esta es la verdadera lección de los procesos electorales habidos.