La desgraciada acción de Carabobo (1821), por Ángel R. Lombardi Boscán
Nadie debe ser divinizado…
Albert Einstein
«No permitáis que la ambición se burle del esfuerzo útil de ellos / De sus sencillas alegrías y oscuro destino; / Ni que la grandeza escuche, cono desdeñosa sonrisa / los cortos y sencillos hechos de los pobres. / El alarde de la heráldica, la pompa del poder y todo el esplendor, toda la abundancia que da, / espera igual que lo hace la hora inevitable. Los senderos de la gloria no conducen sino a la tumba».
Thomas Gray (1716 – 1771)
Todas las esperanzas realistas quedaron puestas en la renovación del armisticio. Volver a comenzar las hostilidades significaba enfrentar a un enemigo que estaba muy activo en todos los frentes y con una moral en el triunfo elevada. Todo lo contrario sucedía entre los realistas, cansados y disminuidos y sin la fe en las capacidades militares y de liderazgo de La Torre que tuvo que enfrentar numerosos conatos de insubordinación de parte de algunos de sus más importantes subalternos como Morales. Pero lo que condenó a los realistas a una derrota anunciada fue una vez más la indiferencia con que la Metrópoli trató el asunto de la pacificación de América a partir del año 1820. Frustradas las conversaciones de paz los liberales se desatendieron por completo de La Torre y otros jefes realistas. La guerra en América iba a terminar como comenzó: un asunto entre los propios americanos; unos favorables de romper con España y otros queriendo mantenerse dentro de los límites de la Monarquía. La tesis que expuso Vallenilla Lanz en las primeras décadas del siglo XX sobre la Independencia como conflicto autárquico no podía corroborarse mejor hasta en el mismo desenlace.
Las manifestaciones de cortesía y caballerosidad de las cuales hizo gala La Torre en la activa correspondencia que mantuvo con Bolívar; nos hacen sospechar sus simpatías con la filosofía liberal y la convicción de una reconciliación sobre las bases de la Constitución de 1812. Aunque éste fenómeno fue común en casi todos los realistas venezolanos, incluso los que habían mantenido una línea dura, que ya no encontraban los medios necesarios para una resistencia que les brindara alguna posibilidad de éxito ante un enemigo que ahora hacía alarde de superioridad.
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A La Torre no le quedó más remedio que apelar al orgullo y heroísmo español para encarar la nueva campaña. Una vez más el surrealismo; la llamada “locura gloriosa” hispana de no rendirse a las evidencias de la realidad; el de siempre creer que Dios y la providencia divina les acompañan hacia logros y metas superiores de todo entendimiento racional. La justa causa no podía quedar olvidada por Dios dentro de la cruzada por la defensa del buen orden.
Los realistas estaban muy disminuidos al comenzar ésta decisiva campaña. Sólo dominaban la plaza de Cumaná y el territorio de la Provincia de Caracas. Además se puso en evidencia por primera vez serias diferencias entre los partidarios de los liberales y aquellos identificados con el absolutismo a ultranza. La Torre tenía entonces muy pocas opciones; pero en vez de concentrar todas sus fuerzas en un solo dispositivo; cometió el serio error de dispersarlas queriendo cubrir todos los frentes. La verdad es que cayó en la trampa de Bolívar que con algunos hábiles movimientos de distracción hizo caer en el anzuelo al jefe realista.
La Torre tuvo la oportunidad de evitar la concentración de las fuerzas republicanas que se dirigían hacia el corazón de la Provincia de Caracas. El grueso de la ofensiva iba a provenir por el flanco occidental desde las inmediaciones de Guanare y San Carlos. Desde allí Bolívar coordinó el siguiente plan de operaciones mandando un ejército disciplinado, bien apertrechado con todo tipo de víveres y lo más importante: motivado por la convicción del triunfo. La estrategia persiguió buscar al enemigo; “fijarlo” y derrotarlo en una sola batalla; pero para ello había que hacer confluir a los distintos cuerpos hacia las inmediaciones del centro del país sin sufrir ningún descalabro importante.
En Oriente, Soublette, fiel colaborador del Libertador y Vicepresidente de Venezuela, fue el encargado de coordinar las operaciones de ese frente. Los orientales tenían que organizar un movimiento de distracción en dirección a Caracas para desviar algunas de las fuerzas realistas que cubrían los más importantes accesos alrededor del eje centro/occidental, y sobre todo, en la zona de los Valles de Aragua. Esta maniobra fue llevada a cabo por el General Francisco José Bermúdez, considerado por algunos especialistas en el arte militar, como uno de los más brillantes jefes de la contienda en saber emplazar y dirigir las tropas de infantería. El 28 de abril de 1821, Bermúdez, con una columna de 1.200 hombres, salió de Barcelona y en una épica marcha de dos semanas logró entrar en la propia capital. El 16 de mayo está ocupando La Guaira donde la emigración realista huía desesperadamente en setenta y dos buques con dirección al exterior.
El día 20, en El Consejo, se entabló un importante combate entre las fuerzas realistas dirigidas por el Brigadier Don Ramón Correa, encargado de la custodia de la capital y los orientales. Correa y sus fuerzas quedaron derrotadas pero pudieron ser salvadas buena parte de ellas por la contraofensiva que Morales rápidamente organizó y que obligó a Bermúdez a retirarse hacia Caracas y los Valles de Barlovento. Morales no iba a permitir que las fuerzas republicanas se mantuvieran en la capital y una vez más su audacia fue recompensada ya que obligó a estos a retirarse el 26 de mayo hasta las inmediaciones de Guatire. Bermúdez fue reforzado por la llegada de Arismendi y recuperados de la fatiga vuelven a retomar la ofensiva sobre Caracas ocupando parte de la ciudad el día 15 de junio. Pereira, jefe realista, los emplaza a combatir en El Calvario y les derrota el día 23; aunque días después ya todos conocen el desenlace de lo ocurrido en la sábana de Carabobo. Lo importante de estas operaciones llevadas a cabo por las fuerzas orientales es que permitieron distraer unidades y regimientos realistas claves que hubieran podido comprometer la victoria republicana en Carabobo.
La manera como Bolívar organizó la ofensiva final sobre Venezuela es como sigue: a Urdaneta desde Maracaibo le hizo dirigirse hacia Coro con el objetivo de controlar a ésta provincia que siempre se mantuvo identificada con el realismo. En Coro estaba de Gobernador Francisco Miyares que apenas pudo organizar la resistencia. El día 11 de mayo Coro fue ocupada por Urdaneta y el 28 de mayo su columna volvió a emprender la marcha en dirección a Barquisimeto donde encontró al Batallón Rifles que le refuerza. Ya en la zona desde abril Cruz Carrillo y Reyes Vargas tienen cercados a Carora, El Tocuyo y Barquisimeto. El 13 de mayo es ocupada Barquisimeto y la mayor parte de esas fuerzas luego se dirigieron a través de las montañas del Altar hasta San Carlos, lugar escogido para la concentración del grueso del ejército colombiano.
Bolívar, igualmente ordenó a Páez que desde Achaguas viniera con la caballería llanera hacia el punto de concentración en San Carlos. El 7 de junio se logró éste objetivo. No hay duda que los movimientos de Urdaneta, Cruz Carrillo y Bermúdez trasquilaron todos los planes realistas.
La Torre se vio desbordado por todos los frentes; y su estrategia inicial quedó cuestionada. En principio los realistas se plantearon dirigirse en masa hacia la zona San Carlos-El Pao y avanzar sobre Barinas para copar a Bolívar que estaba entrando con sus fuerzas desde allí. El Brigadier Correa con su unidad podía contener a los orientales y la División de Vanguardia bajo el mando de Morales se apostaría en Calabozo y controlaría cualquier movimiento de Páez en caso de querer reforzar a Bolívar en San Carlos. Cuando se conocieron las nefastas noticias de la ocupación de la capital por parte de los orientales, La Torre no tuvo más remedio que enviar allí al Batallón Segundo del Valencey que tenía como primera misión atacar el dispositivo republicano alrededor del eje San Carlos-El Pao; de la misma manera ordenó a Morales volver a ocupar la capital con las fuerzas que estaban bajo su comando. Con ello Páez y las fuerzas republicanas acantonadas en el sur, al borde de los valles centrales, encontraron vía franca para internarse en dirección hacia Valencia. El cerco iba a cerrándose. A La Torre no le quedó más remedio que asumir una actitud defensiva alrededor del eje costero Puerto Cabello-Valencia-Caracas esperando que los acontecimientos no terminaran por desbordarlo.
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El 19 de junio desde San Carlos salió Bolívar con todas sus fuerzas ya reunidas buscando la confrontación final. Tres Divisiones formadas por 6.500 hombres bajo el mando de Páez, el General Manuel Cedeño y el Coronel Ambrosio Plaza. La Torre prevenido por sus espías de los movimientos de éste ejército se decidió por ir a la batalla a pesar de contar con menores fuerzas que su adversario. La disyuntiva no era nada agradable: o se arriesgaba en un solo combate decisivo o se refugiaba en la fortaleza de Puerto Cabello a una defensa inútil. Con los cuerpos de infantería formados por el batallón del Príncipe; el 2do. del Burgos y otras unidades de éste tipo junto con la unidad de Vanguardia de Morales que dirigía a la caballería, los realistas llegaron a formar a 4.079 soldados en la sabana de Carabobo.
La batalla en sí fue sangrienta e incierta en sus comienzos ya que los batallones de infantería realista, situados en posiciones adecuadas y beneficiándose de las ondulaciones del terreno, dispararon a mansalva sobre las fuerzas republicanas que debieron flanquear los principales pasos que daban acceso a la llanura. Los batallones y regimientos de la Primera y Segunda división tenían que forzar los accesos controlados por las fuerzas realistas y al comienzo los augurios no fueron nada favorables. El Bravos de Apure tuvo que retirarse en dos oportunidades debido a la fusilería del Burgos, pero es allí en ese momento clave, cuando Bolívar mandó a la Legión Británica a sostener todo el peso de la lucha para darle tiempo a la caballería a reorganizarse. Los Cazadores Británicos fueron literalmente exterminados por las acometidas de los batallones Infante y Hostalrich enviados en apoyo del Burgos. Cuando Bravos de Apure volvió a cargar ya le estaba acompañando el batallón Tiradores y con los restos de la Legión Británica cargaron a la bayoneta y pudieron internarse en la sabana. Ahora son los realistas quienes se repliegan ante la acometida de los enemigos; situación que deseó estabilizar La Torre enviando a dos nuevos batallones: el del Príncipe y el de Barbastro quienes logran mantener la línea; aunque en ese preciso instante pudo entrar en acción con un renovado ímpetu la caballería llanera de Páez con efectos decisivos.
Para evitar el desbordamiento inevitable de sus unidades de infantería La Torre ordenó a Morales cargar con dos escuadrones de los Húsares de Fernando VII que inesperadamente evitaron la acometida de la caballería de Páez retirándose vergonzosamente. La infantería realista quedó rodeada y no le quedó otra opción que retirarse; La Torre jugó su última carta enviando al regimiento Lanceros del Rey a intentar frenar la caballería enemiga pero tampoco éste cuerpo tuvo éxito en el ataque. Ya todo en ese entonces estaba consumado y el batallón primero del Valencey que no había tomado parte activa en la batalla empezó a retirarse formándose en cuadro y repeliendo cada una de las numerosas acometidas republicanas. Muchos cronistas e historiadores de éste evento han señalado con admiración el comportamiento del Valencey que pudo salvar con su ordenada retirada los restos del ejército realista. Una hora había durado la encarnizada lucha.
Las perdidas realistas fueron del orden de los 2.800 hombres, entre muertos, heridos o prisioneros. El Ejército Expedicionario quedaba virtualmente destruido. En consecuencia, los efectivos realistas que entraron a Puerto Cabello, dispersos por Tocuyito, utilizando en camino de Vigirima o el de Carabobo, no superaron en ningún caso los 1.200 hombres. La retirada realista fue dirigida por el Comandante General de la Primera División, Coronel Don Tomás García, al frente del Valencey. Este batallón, reforzado por dispersos de otras unidades, formó en cuadro y al trote logró salir de la sabana, rumbo a Valencia. Vanos resultaron los esfuerzos de la caballería patriota por romper el férreo cuadro del Valencey.
Luego de Carabobo, a los realistas sólo les quedó el refugio de Puerto Cabello y el de algunas plazas fortificadas como las de Cumaná. Caracas sería ocupada por las tropas republicanas de inmediato el 29 de junio y todo el país podía considerarse como liberado
Director del Centro de Estudios Históricos de LUZ