La doctrina Magdaleno…, por Bernardino Herrera León
El Instituto de Estudios Políticos de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la UCV celebró el Seminario Internacional “Crisis Política”, el pasado 26 y 27 de este mes de noviembre que termina, en la amable sede del Centro Cultural Chacao. Fuimos convocados investigadores dentro y fuera del país, y pese a lo agotador de la jornada, resultó nutritiva en reencuentros y debates.
Hacía falta que la Facultad de Derecho irrumpiera en la escena nacional ofreciendo un espacio de discusión política. Mis reconocimientos a todos los colegas que hicieron posible tan importante evento, contra todas las adversidades y carencias
Las ponencias centrales estuvieron a cargo del doctor Asdrúbal Aguiar, vía digital, y presencial del profesor John Magdaleno. La intervención del doctor Aguiar bien vale comentar en escrito aparte, donde predice nuevas formas de democracia, como respuesta al resurgimiento de los regímenes autoritarios. Vale ahora, comentar la conferencia del profesor Magdaleno, parcialmente por razones de espacio, porque trata sobre el dramático atasco en que se encuentra la nación venezolana.
Mis comentarios son para refutar algunos de los argumentos expuestos por el colega Magdaleno, a quien considero un intelectual de gran nivel, por lo que van con el debido respeto y consideración. Pero también con la polémica propia de la ciencia, producto más acabado de la racionalidad humana, único pensamiento que se revisa y se perfecciona a sí misma, gracias al debate, como el que intento ahora.
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La llamo doctrina Magdaleno que, entre otros, argumenta que no queda más opción que negociar con la dictadura chavista, aceptando sus condiciones. Ya que, por detentar el poder autoritario y no absoluto (que no es lo mismo pero que da igual), puede imponerlas a su arbitrio. Se apoya para ello en los resultados preliminares de una investigación coordinada por el profesor, sobre 80 casos de transiciones políticas en el mundo. En su mayoría, sostiene, dichas transiciones fueron pacíficas y con resultados exitosos en sistemas democráticos.
La abstención, continúa argumentando la doctrina Magdaleno, desmoviliza a la oposición. Y facilita a la dictadura mantenerse sin mayores costos, ni políticos ni represivos
Me detendré en estos dos puntos, por razones de extensión y porque concentran lo más esencial de la argumentación del colega Magdaleno y de quienes le siguen en esa línea.
En primer lugar, para negociar con la dictadura es imprescindible oponerle una fuerza política y social de gran magnitud, que la obligue a desalojar el poder por la buenas. Abandonar el poder, se supone, es un requisito esencial para el retorno a la democracia.
El término negociación sólo aplica para los atenuantes de evitar más violencia y tragedia. Implica, qué remedio queda, una dosis de impunidad para los funcionarios de la dictadura involucrados en los diversos delitos de lesa humanidad, corrupción y delincuencia organizada, además de entrega de porciones de la riqueza nacional a potencias y empresas nacionales y extranjeras. Teniendo eso claro, se supone que en ningún modo se negocia una transición bipartita, es decir un régimen compartido entre dictadores y demócratas, pues resultaría un sinsentido, un disparate.
Lamentablemente, esa fuerza opuesta que obligue a la dictadura a negociar no es suficiente, de momento. Las anteriores negociaciones han demostrado ser un cínico y fraudulento espectáculo político. La debilidad estriba en que una parte de la dirigencia opositora se ha negado a democratizarse internamente, ya sea dentro de sus propios partidos o mediante consultas para decidir el liderazgo de las alianzas de partidos y movimientos. Y este detalle, no considerado en esta doctrina, pesa mucho a la hora de convocar la confianza y el apoyo de la ciudadanía. Y más, cuando se nos va en ello la vida. Recordemos que, en 2017, cada marcha pacífica nos costaba un ciudadano asesinado.
El inmenso capital político logrado en enero de 2016 fue despilfarrado miserablemente por la actual dirigencia opositora. La misma que ahora insiste en ponerse al frente de una posible transición.
Y esa insistencia debilita considerablemente la convocatoria imprescindible que legitime el lado opositor para negociar una salida “honrosa” del régimen
El otro punto es la abstención. No necesariamente desmoviliza, como afirma la doctrina, si ésta se inserta en un plan de movilizaciones inteligentes, que son aquellas que evitan el enfrentamiento directo con los asesinos aparatos represivos. Por ejemplo, convocar consultas ciudadanas, del tipo 16 de julio de 2017, que acompañe a una intensa presión internacional.
Por el contrario, Magdaleno sostiene que se debe participar en cuanta elección convoque la dictadura, haya o no condiciones, con el argumento de que cada fraude electoral mermará considerablemente su legitimidad y estimulará un quiebre interno del régimen, que es dónde pone toda esperanza de forzar la transición. Temo que la vitrina de trofeos- fraudes electorales de la dictadura es demasiada amplia.
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Y que cada fraude merma cada vez más la confianza de la ciudadanía en el movimiento opositor. El régimen ya carece de legitimidad y aún sigue allí. Por ello, la dictadura fomenta la abstención, no hay duda. No obstante, ésta puede ponérsele en su contra si se sabe aprovechar. Es lo que no han logrado las incoherentes estrategias (a veces sí a veces no) de los líderes opositores, en especial de quienes aún insisten en participar electoralmente. Cada fraude resulta en un desastre divisionista en la oposición. Por el contrario, el en lado de la dictadura no se producen fracturas, sino purgas.
Mientras esta tragedia social se alarga absurdamente, mueren a diario decenas de venezolanos y miles emigran en condiciones infrahumanas. Mientras, la dictadura se aferra a sus nuevas bombonas de oxígeno con las que busca un segundo aire, con el nuevo gobierno de México y con el sorpresivo gobierno del PSEO de Pedro Sánchez, en España.
En otros artículos trataré otros aspectos de la doctrina Magdaleno, junto con los diversos enfoques que logré captar del intenso seminario del Instituto de Estudios Políticos de la UCV. Pero el llamado es a una urgente revisión de la estrategia política que, hasta ahora, no ha funcionado. La dictadura chavista sigue intacta, matando, robando, destruyendo al país.