La dolce vita de un narcotraficante en el Helicoide
Autor: Gustavo Rodríguez
Con incredulidad fue percibida en la comunidad de inteligencia la detención de alias «Boyaco», anunciada la semana pasada por el presidente Nicolás Maduro, pues la memoria reciente abrió el fichero del narcotraficante que, por sus privilegios, avergonzó ante los ojos del mundo a la justicia venezolana.
Luego se estableció que se trataba de una especie de impostor acusado de paramilitar quien fue apresado en la población de El Tigre, del estado Anzoátegui.
«El Boyaco» legítimo se encuentra preso en el penal de Northwest Tacoma, Washington, tras haber sido condenado por la Corte del Distrito de Columbia por el delito de narcoterrorismo.
José María Corredor Ibagué, apodado «Boyaco», amplió su leyenda después de ser apresado por primera vez en el lobby del Hotel Tamanaco en Caracas, el 1° de octubre de 2004. Funcionarios del Comando Antidrogas de la Guardia Nacional y agentes de la DEA pusieron fin así a la implacable cacería del narcotraficante solicitado en extradición por Estados Unidos. Ésta sería la última acción de la agencia antidrogas estadounidense en el país, porque meses más tarde el entonces presidente Hugo Chávez decidió expulsar al organismo.
Corredor Ibagué figuraba dentro del organigrama de las Farc como el jefe logístico del Frente Primero Armando Ríos, en el departamento colombiano del Guaviare.
Bogotá lo consideraba como el enlace del abatido comandante Tomás Medina Caracas, alias «El negro Acacio», el principal narcotraficante de esa guerrilla. El escurridizo delincuente en ocasiones veraneaba en Caracas desde donde dirigía los envíos de drogas.
Su inminente extradición pasó por nueve meses de extrañas dilaciones. El expediente se mantuvo en las manos del ex magistrado Eladio Aponte Aponte, hasta que el Departamento de Justicia comenzó a pedir explicaciones. La noche del 11 de junio de 2005 desapareció de los calabozos del Helicoide, sede de la antigua Disip, ahora Sebin. Dejó tras de sí una estela de conjeturas que jamás fueron desmentidas por las autoridades.
Los férreos controles de la policía política mostraron su fragilidad.
Alias «El Boyaco» en la Disip, al igual que Pablo Escobar Gaviria -considerado el más peligroso narcotraficante de sus tiempos- en la cárcel Catedral de Envigado, gozaron de inapropiadas prerrogativas.
La DEA en su momento alertó acerca del peligro de fuga de Corredor Ibagué, un amante de la vida nocturna caraqueña, quien aún «en cautiverio» solía frecuentar bares y tascas acompañado de sus custodios, amigos, fiestas y placeres. Las inusitadas prebendas además le permitían recibir visita de damas de compañía en su morada. Una versión hollywoodense del escape refirió que fue visto por última vez cuando disfrutada de un espectáculo en el Poliedro de Caracas.
El escándalo fue solapado cuando se imputó a tres funcionarios adscritos al Departamento de Control de Aprehendidos, encargados de pasearlo por la capital.
Todos ellos fueron exculpados luego. El 15 de octubre de 2006 el entoncs ministro de la Defensa de Colombia, Juan Manuel Santos, confirmó la recaptura de «El Boyaco» en el Guaviare cuando supervisaba uno de sus laboratorios clandestinos. En 2008 fue enviado a Estados Unidos.
En la Corte Federal del Distrito de Columbia afrontaba una sentencia entre 20 años a cadena perpetua, pero se acogió al beneficio de delación y en 2013 fue condenado a 194 meses de prisión.
Funcionarios de la DEA atribuyeron la condena laxa a la colaboración que prestó que permitió conocer al árbol genealógico de sus protectores en Venezuela, incluyendo a la élite que controla el denominado Cartel de los Soles. Tal vez pronto regrese a Caracas para continuar con su «dolce vita».
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