¡La economía, estúpido!; por Teodoro Petkoff
El gobierno y sus paniaguados se ufanan del “enorme éxito” que ha sido la colocación del llamado Bono del Sur, cuya demanda superó con creces la oferta. Ven un signo de salud económica en lo que no es sino un síntoma de enfermedad. La gran demanda que tuvo el bono ChazK pone de relieve varias cosas: 1) El negoción que significa adquirir dólares a precios preferenciales, que luego pueden ser vendidos en el mercado paralelo, a un precio considerablemente mayor, haciendo una bonita ganancia especulativa sin riesgo alguno. Guiso debe haber, seguro. 2) La búsqueda desesperada de dólares por parte de sectores que realmente los necesitan para sus importaciones y que se están estrellando contra un Cadivi estítico. 3) El estreñimiento de Cadivi ha provocado graves dificultades a aquellas industrias que dependen de insumos importados, lo cual genera escasez de los bienes que producen. Se informa de escasez en repuestos para vehículos y en medicinas, amén de la larga lista de productos de consumo masivo desaparecidos de los mercados y mercales.
Como se sabe, nadie aprende en cabeza ajena y menos que nadie estos falsos revolucionarios, porque en su petulancia creen que son ellos quienes han inventado la rueda e ignoran que todo lo que está pasando ahora en inflación y escasez es materia que están “reparando” ; ya en ella habían sido “raspados” gobiernos anteriores a este.
Nada nuevo bajo el sol.
Se comienza por establecer controles de precios. Es la gran panacea, bendecida por la sabiduría convencional de un país que durante décadas los vivió y que continúa creyendo que por ahí van los tiros. Pero, la inflación, viejo cadáver, revivido por la política fiscal y cambiaria del gobierno, empuja los costos de producción hacia arriba, los controles se vuelven un cepo que la lógica comercial comienza a reventar, porque nadie puede vender por debajo de lo que le cuesta el producto. Los controles se van volviendo ficticios, hasta que las amenazas, los pactos antiinflacionarios y las leyes contra el acaparamiento intentan hacerlos efectivos; entonces, el productor deja de producir por la misma razón: nadie puede producir a pérdida.
Sobreviene la escasez, los productos comienzan a desaparecer de los mercados y mercales. Eso no lo explica el “sabio” Heinz Dieterich ni las respuestas están en los manuales soviéticos. Tampoco en los asesores cubanos, verdaderos expertos en cuestión de escasez y de recetas chimbas para enfrentarla, pero imposibilitados de suministrar el argumento del bloqueo como coartada, porque a nosotros no nos sirve. Lamentará Yo El Supremo no poder apelar a ese latiguillo, pero nosotros, al contrario de los cubiches, estamos sobreinvadidos de productos gringos. Ahora, quiere el gobierno autobloquearnos, reduciendo casi policialmente las importaciones.
Cómo no recordar a Clinton: ¡es la economía, estúpido!