La economía social en el post-coronavirus, por Oscar Bastidas Delgado
De unos amigos chilenos aprendí el “éramos muchos y parió la abuela”, ese dicho tiene plena vigencia si lo aplicamos a la triste realidad venezolana: “teníamos un verdadero desastre gubernamental y llegó el coronavirus”. ¡Una guará diría un larense!.
Cierto, ¡el desastre del fallecido y del dúo militarista Cabello / Maduro no podía ser peor! Si se agrega la aniquilación progresiva de organizaciones privadas, del Capitalismo Salvaje de Estado del dizque “socialismo” del S. XXI, y las de la Economía Social (OESs) como las no menos de 413.000 cooperativas del fallecido Chávez, y que ese desastre obligó al 17 % de la población a alejarse del país más los muertos por violencia policial y delictiva y los por hambre y carencia de medicamentos.
Venezuela es un desierto empresarial y humano explicable solo por la maldad estructural del trío mencionado y sus esbirros.
Ese desastre desnudó la incompetencia gubernamental de los últimos 20 años, años de bonanza petrolera en los que el trío de nuevos ricos no pensó en las necesidades básicas de la población como la electricidad, el agua y otras carencias como la de la gasolina y las hospitalarias y menos pensaron en las vacas flacas. Prohibido olvidar que se chuparon, vía corrupción, un buen porcentaje de los ingresos petroleros y quebraron las empresas estatizadas y hasta a Pdvsa y al BCV, la primera era modelo de empresa con sus 33.000 empleados y no los actuales 130.000 de relleno, y con el segundo impusieron a Venezuela el récord mundial de tener un banco central quebrado.
*Lea también: El coronavirus empezó en Venezuela, por Fernando Luis Egaña
Prohibido olvidar también que el fallecido generó el cementerio de cooperativas más grande del mundo con 413.000, frustrando esperanzas de unos cuatro millones de personas que vieron en ellas una salida, frustración que dificulta emprender de nuevo por esa idónea vía, ni olvidar que por clientelismo político llenó los espacios gubernamentales con 3.700.000 supuestos empleados cuando con un millón sería suficiente: cómo generarles fuentes alternas es un reto en el mediano plazo.
Ante ese panorama apareció el coronavirus. Oportunidad para que el régimen y los “lumpen” de sus colectivos, bajo la lógica y aceptada propuesta de cuarentena de la Organización Mundial de la Salud (OMS), se contentase por disminuir las marchas de protesta e hiciesen de las suyas con encarcelamiento de opositores y amedrentamiento a habitantes de sus propios barrios con asesinatos como los del 23 de Enero.
Sin dudas, el aislamiento ha provocado una disminución de los delitos pero mayor violencia de los medios represivos.
Ese aislamiento también ha provocado reflexiones en cuanto a cómo salir del dúo militarista y sus esbirros y el qué hacer luego. La cruda realidad de los hogares que dependen del ingreso diario a los que la cajita de consolación dizque mensual no les llega, y si lo hace no dura tres días; la de quienes vieron en el “carnet de la patria” una opción para gozar un mínimo del ingreso petrolero pero lo percibido solo alcanza para un kilo de queso; y la de quienes no pudieron hacer compras para el aislamiento, ha convencido más aún de esa necesaria salida. El “hambre hereje no perdona” como se dice en criollo.
¿Qué hacer? El coronavirus pone en evidencia:
1.- La ineptitud de numerosos gobiernos, salvo el del usurpador pues ya era conocida.
2.- La fragilidad de las instituciones públicas.
3.- La carencia de sólidas redes sociales.
4.- La escasez de recursos por y de la población para enfrentar sus propios problemas ante el desolado país.
5.- La existencia una diáspora contentiva de numerosos de los mejores profesionales y docentes formados por la democracia previa al gobierno del fallecido.
El nuevo Poder Ejecutivo debería en lo inmediato:
1.- Conceptualizar democráticamente y por consenso un Plan Nacional de Resiliencia con direccionalidad viable, el Plan País serviría de guía.
2.- El Plan debe dar cabida a emprendimientos individuales pero mayormente a los asociativos o de OESs dado que la amplia mayoría de los problemas afectan a amplios sectores poblacionales y es necesario asociar el trabajo y los pocos recursos poseídos.
3.- Contemplar la recuperación de toda empresa recuperable, sea pública, OESs, o de capital confiscada o no por el régimen.
4.- Obtener financiamiento internacional y recuperar la industria petrolera para generar apropiados ingresos para el plan, estableciendo mecanismos transparentes de aplicación y control.
5.- Convocar a los mejores profesionales y docentes así como a las voluntades y poderes creadores de los ciudadanos a poner en marcha lo ejecutable por ellos, lo que implicará un Plan Especial de Retorno.
6.- Consolidar lo anterior impulsando que los emprendimientos individuales y asociativos siembren numerosas empresas en el desierto organizacional que tenemos para jamás depender del petróleo.
Serios procesos formativos en Emprendimiento y Economía Social deben constituir el eje común de estas propuestas. Estudios diversos demuestran nuestra buena capacidad de emprendimiento y nuestros profesionales en el exterior visibilizan la alta calidad de nuestras universidades autónomas y privadas. Poner en marcha las propuestas ut supra obliga a una compartida Política Nacional que penetre incluso al Ejecutivo con un Ministro de Estado para el Emprendimiento y la Economía Social que cubra y obligue a los entes ministeriales y empresas del Estado a apoyar estas iniciativas.
Recuérdese que entre las OESs, además de las asociaciones y las cooperativas, se encuentran las mutuales. Ellas colocan su acento en la salud y la previsión social; a manera de ejemplo, los institutos de previsión social de los profesores de universidades nacionales pudiesen ser mutuales.
En nuestro país tienen rango constitucional, Artículo 118º de la Constitución Nacional, gracias a oportunas movilizaciones del Movimiento Cooperativo Venezolano encabezado por la Central Cooperativa Nacional de Venezuela (Ceconave).
Sobre ellas hablaremos en nuestro próximo artículo.