La educación a distancia trajo de vuelta a la escuelita del barrio
Para muchos docentes, la escuelita de casa ha significado un ingreso extra y para los padres una alternativa con tal de que sus hijos no se queden sin guía en medio de una coyuntura, en la que no se vislumbra un pronto regreso a las aulas
Gabriela Rojas y Roison Figuera
La marcada brecha que dejó la educación a distancia o el intento de hacerlo en línea dejó a un numeroso grupo de escolares sin uno de sus espacios fundamentales: la escuela y sus maestras. Así, las comunidades, los vecinos, los maestros jubilados abrieron sus puertas, desempolvaron pupitres y a punta de tareas dirigidas y repasos, retomaron la idea de la escuelita del barrio para atender aunque sea en grupos pequeños, a quienes no tienen la posibilidad de llevarse la escuela a casa.
En una amplia sala con algunas sillas y mesas bajas, la maestra Rosa Quintero recoge las cortinas para mantener el espacio ventilado y aprovechar la luz natural de las 8 de la mañana. Ya los niños van a llegar. Tiene seis mantelitos ordenados en la mesa con la respectiva distancia para que se sienten a desayunar antes de empezar la clase del día.
Arrimó muebles, guardó los adornos y organizó carteleras en las cuales se leen palabras separadas en sílabas y también hay espacio para operaciones matemáticas simples. Tiene 10 años jubilada del Ministerio de Educación, aunque dice que no ha dejado de dar clases ni un solo día: «a mis hijos, mis nietos, sobrinos, vecinitos les enseño a leer hasta con los anuncios de las avenidas», cuenta.
En el segundo mes de confinamiento, con el año escolar pasado en proceso, comenzaron a llegar familiares y vecinos que le pedían ayuda con sus hijos porque las tareas estaban volviendo más locos a los adultos que a los mismos estudiantes: «no sabían cómo explicarles, se desesperaban, no se acordaban de nada y las mamás pasaban el día peleando».
Así no aprende nadie y con esto todo el mundo se dio cuenta que ser maestro no es cualquier cosa».
Con la pedagogía propia de alguien que duró 30 años en las aulas, la maestra Rosa buscó un sistema que pudiera funcionarle a todos porque tenían edades diferentes: los de primaria iban dos días a la semana, los de secundaria iban en días distintos y el viernes hacía repaso general para todos.
Así terminó atendiendo grupos de seis niños y las mamás se organizaron para pagar entre todas un precio solidario por cada semana de clase, que sin calcular mucho se convirtió en un ingreso cinco veces mayor de lo que la maestra percibe como pensionada.
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Algo similar le ocurrió a la maestra Genoveva Salazar quien ha dedicado 60 años de su vida a dar tareas dirigidas en su casa, ubicada en La Guaira. Durante los primeros meses de confinamiento por la pandemia se redujo la cantidad de niños que atendía, pero luego los padres retomaron poco a poco la opción de llevar a los niños porque han manifestado su descontento con la educación que sus hijos están recibiendo a distancia, sencillamente porque no todos tienen los medios para recibir clases en línea.
La maestra Genoveva cuenta que ahora le ha tocado explicar y reforzar con más detalle las clases que a los niños les mandan desde la escuela porque, a su juicio, la educación que ocurre fuera de las aulas los deja con bases debilitadas.
Por los pupitres de la casa de la maestra Genoveva han pasado más de tres generaciones de estudiantes. En su comunidad casi todos los que hoy son adultos aprendieron a leer y a escribir con ella. En medio de esta situación comenzó a cobrar por niño cuatro dólares mensuales y aunque el costo es mucho menor a lo que puede cobrar un profesor particular por hora, la suma sigue siendo mayor a lo que un educador percibe con su salario del Estado.
El conocimiento cuesta
Josmir Colmenares es profesora de preescolar en El Junquito. Cree que las tareas dirigidas en estos momentos ayudan tanto a los niños como a los educadores pues así como los maestros se benefician con ingresos extras que les permiten paliar la crisis, también los estudiantes pueden reforzar conocimientos.
«Las tareas dirigidas las visualizo como una medida que se puede alargar en el tiempo, porque aunque estamos en pandemia y los niños requieren apoyo, cuando regresemos a las actividades en aula los jóvenes requerirán apoyo para nivelarse y adaptarse a los hábitos de estudios», dice Colmenares.
La educadora atiende en su casa, hasta ahora, solo a tres niños de segundo grado. Adapta un espacio de su inmueble con sillas, pupitres, juegos didácticos y carteleras para hacer más digeribles los contenidos. Nada parecido a las maromas que debía hacer durante el cierre a distancia del año escolar que culminó en julio, ya que tenía que detectar lugares estratégicos cercanos a su casa donde tuviera cobertura o rogar porque no se fuera la luz para poder impartir los contenidos. Atiende a los jóvenes durante cuatro horas diarias por un dólar, lo que le permite tener un ingreso de cinco dólares semanales por cada niño.
Lo mismo hizo Andreina Sepúlveda, profesora de Castellano y Literatura en un liceo público. Aunque la vocación la impulsa a seguir intentando con la modalidad a distancia, también comenzó a dar clases particulares porque el «mísero sueldo que percibo del Ministerio de Educación», no abastece sus necesidades y mucho menos las de sus hijos.
La educadora apunta que atiende a dos niños de 5 años, una niña de 7 años, dos de 8 y tres jóvenes de 10, 11 y 12 años. Los aborda con estrategias lúdicas para que el estudiante adquiera un mejor conocimiento, aunque hay días en los que tiene jornadas de más de 12 horas, pues dedica a cada estudiante mucho tiempo de manera individual. Precisa a TalCual que cobra un dólar por dos horas de clases al día, aunque casi siempre pasan más tiempo, eso significa que en un solo día cobra lo que el Ministerio de Educación le paga en un mes, e incluso en dos horas duplica todo el monto del aguinaldo que fue depositado a los educadores este 15 de octubre.
Sepúlveda asegura que los niños que atiende son hijos de personas que hacen un esfuerzo por reforzar cualquier debilidad aún cuando están en colegios privados, porque creen que se imparte una mejor educación que la que pueda generarse por el sistema a distancia.
La cuarentena se convirtió sin querer en la grieta que terminó de abrir la brecha que vienen arrastrando docentes y estudiantes en medio de la precariedad del sistema: se privatiza y se individualiza la educación en vista de la poca capacidad de respuesta de la estructura educativa del país.
«El que puede paga y casi volvemos a la época de los tutores porque es la única manera en la que los niños de verdad puedan ser atendidos», dice Silvia Torres, quien tiene dos hijos en primaria. A pesar de que tiene conexión a internet en casa y equipos con los que los niños pueden trabajar a distancia, reconoce que no tiene ni el conocimiento ni la pedagogía para atenderlos adecuadamente.
Hago un esfuerzo extra y les pago profesores particulares que los ayuden, aunque igual estoy pagando colegio privado. Ahora más que nunca uno se da cuenta que la buena educación cuesta plata».
Pero la docente Andreina Sepúlveda ve con preocupación el hecho de que muchos padres no tienen los recursos para costear el refuerzo de los conocimientos de sus hijos con clases particulares. Afirma que la emergencia humanitaria compleja que vive el país y el colapso de los servicios sentencia a la sociedad al retroceso.
Salvar el pan con las tareas dirigidas
El concepto de la tarea dirigida, que se ha popularizado tiene como desventaja que los grupos que coinciden no necesariamente están en el mismo nivel o edad. La profesora Colmenares asegura que sus métodos de enseñanza van ajustados no solo a la edad sino a un previo proceso de diagnóstico que hace a los estudiantes que atiende.
«El diagnóstico debe hacerse como si estuviésemos en la escuela en un primer momento, porque los niños pueden tener la misma edad y estar en el mismo grado y no saber lo mismo porque cada niño tiene su ritmo y captan los aprendizajes de forma diferente», agrega.
Muchos maestros buscaron alternativas para generar ingresos ante la falta de acciones del Estado por mejorar sus condiciones laborales y dar clases particulares se convirtió en una de ellas. Avisos de «Se dan tareas dirigidas» en urbanizaciones y sectores populares evidencian que el educador resuelve por su propia cuenta lo que el gobierno no ha hecho.
«El mes de aguinaldo depositado hoy es una burla a la clase trabajadora«, señaló la Federación Venezolana de Maestros (FVM) tras conocer el monto del depósito de las utilidades.
El renacer de las llamadas escuelas de barrio llega en un momento en el que los maestros manifiestan de manera firme que no hay condiciones para arrancar el año escolar ni de forma presencial, ni en modalidad a distancia, pero que la educación de los niños debe ser prioridad. Por eso, las escuelitas matriculan a medida que padres y representantes pierden la confianza por el modelo de educación online con el que el gobierno empujó el inicio del año escolar 2020-2021.
Desde la Federación Venezolana de Maestros (FVM) se ha tildado el inicio del año escolar como una estafa «porque esos niños están siendo promovidos sin adquirir las competencias».
La investigación El venezolano en medio de la pandemia por coronavirus, hecho por la FVM señala que 98% de 602 personas que fueron encuestadas dijo que la modalidad a distancia en la que se finalizó el año escolar 2019-2020 fue de regular a mala; es decir, solo 2% de los estudiantes pudo asimilar contenido de forma correcta con este modelo.
Para la federación «la educación a distancia no es para enseñar sino para aprender», pues es el estudiante quien se esfuerza para adquirir conocimientos y es más una educación de tipo andragógica que pedagógica, que resulta más viable, sobre todo en adultos.