La educación no es un tema de consignas, por Roberto Patiño

Nuevamente las familias y los maestros asumen el compromiso de comenzar un nuevo año escolar. Lo que en el pasado era una experiencia no exenta de dificultades, marcada por el regreso a la rutina, el reencuentro con los amigos, compañeros de trabajo y la renovación del compromiso entre los chamos, padres y docentes por hacer de la educación una experiencia de responsabilidades compartidas, hoy es vivida por muchos como un reto que pone al límite las fuerzas de las familias y que somete a prueba la vocación de trabajo de un gremio abandonado por el Estado.
En medio de la crisis humanitaria que atraviesa Venezuela, muchas familias tienen que hacer frente a la decisión de asumir el costo de una educación privada (expuesta también a grandes presiones) o verse en la necesidad de recurrir al sistema público dirigido por un Ministerio que asumen sus responsabilidades como un compendio de consignas ideológicas que no tienen nada que ver con lo que ocurre dentro de las aulas de clase.
Planteles educativos en mal estado, con servicios colapsados (hablamos de los más elementales como el agua, la luz, las letrinas y el aseo) con una falta significativa de personal docente que ocupe las vacantes de miles de profesionales que huyeron empujados por las condiciones laborales y sus malos salarios, con un pensum de estudio influenciado por la ideología de la dictadura y de espaldas a las necesidades académicas de las futuras generaciones de estudiantes universitarios y profesionales, son algunos de los síntomas de una educación pública que se ha convertido en una impresora de títulos académicos que no garantizan la transmisión de habilidades académicas a nuestros chamos ni los ayuda a formarse para tomar las decisiones tan importantes que tienen que asumir en los primeros años de su vida.
En medio de esta situación de colapso, el alto mando del régimen volvió a usar el regreso a clases como una bandera que celebra la «normalidad» en el país, evidencia una supuesta calidad en el sistema educativo y evidencia la gloria de sus líderes, afirmaciones que repiten mientras el ministro de educación da la espalda a la exigencia de discutir otro convenio colectivo, intenta imponer un calendario que desconoce los derechos de los trabajadores e invierte recursos en la construcción e imposición de un nuevo movimiento sindical que sea políticamente leal al régimen.
El año escolar arranca con un compendio de consignas políticas disfrazadas de planes de gestión, tal como la escolarización masiva de niños por fuera del sistema escolar, el debate sobre la utilidad de las tareas y la controversia sobre los efectos de las redes sociales en la infancia.
Estos temas merecen ser analizados para la elaboración de políticas públicas construidas con el aporte de los profesores, familias y especialistas. Sin embargo, la propuesta se arroja pasando por encima de las opiniones de expertos y la experiencia de los docentes, usando además el tema de la reinserción educativa, con la que estamos todos de acuerdo, como lema de propaganda que omite las condiciones reales de los planteles, el déficit de maestros y desconoce las necesidades de los niños y jóvenes por fuera del sistema, una población que necesita programas especiales de formación académica para recuperar el tiempo fuera del sistema escolar. Los colegios merecen ser mucho más que albergues de chamos dentro del horario escolar y los niños y jóvenes fuera del sistema necesitan y merecen una atención más cuidadosa.
Debatir sobre la utilidad de las tareas escolares es otro asunto abierto a debate que requeriría un ministro dispuesto a informarse y reconocer la verdadera calidad de la educación que se está impartiendo en las aulas y la importancia que tienen las familias en el esfuerzo por mejorar y profundizar, por medio de las tareas, los contenidos que logran transmitirse con mucho esfuerzo en el salón de clases.
Sobre el efecto de las redes en nuestros chamos, un tema verdaderamente importante en Venezuela y en el mundo entero, poco se puede hacer mientras el régimen lo use como coartada para justificar una mayor censura en los medios y como un aliciente para incentivar el trabajo de sus propagandistas.
Venezuela está hipotecando su futuro con el colapso de la educación pública y enfrentar esta crisis requiere más que un compendio de consignas y eslóganes políticos, las ideas son bienvenidas siempre y cuando se escuchen a los involucrados, el gremio docente, sus verdaderos sindicatos, la comunidad de padres y los profesionales comprometidos con la recuperación del sistema educativo venezolano.
La educación y Venezuela necesita con urgencia un cambio.
Roberto Patiño es Ingeniero de Producción-USB. Magíster en Políticas Públicas-Harvard. Fundador de Alimenta La Solidaridad y de Caracas Mi Convive.
TalCual no se hace responsable por las opiniones emitidas por el autor de este artículo